Un moro que no le importa a nadie
“Ahmed Tommouhi ha pasado 15 años en prisión siendo inocente acusado de seis violaciones. El Supremo ha anulado sus condenas pero no ha sido indemnizado”

Tribunal Supremo.
Saben bien los periodistas que el tópico del kilómetro sentimental, por muy cliché que sea, sigue estando de rabiosa actualidad. En plena vigencia. El kilómetro sentimental viene a decir, grosso modo, que a usted, querido consumidor de información, le importan mucho más dos muertos por la explosión de una bombona de butano en un polígono de Alcorcón, que la masacre que un grupo terrorista -ponga el que le plazca- ha perpetrado en una ciudad al sur de Gambia. Igual porque ni siquiera sabe situar Gambia en un mapa, posiblemente porque se siente mucho más cerca de un alcorconero que de un gambiano. Y más, la bombona está cerca de nuestras vidas, la bombona la notamos como algo cotidiano, la asociamos a nuestra madre cocinando. El terrorismo, como el infierno según Sartre, son los otros.
En esta España que se quiere ir de vacaciones, pero la actualidad (y la pasta) no le dejan, llevo días leyendo todo lo posible sobre el caso de un desgraciado. Un hombre con un honor recuperado, una vida destrozada y 15 años de prisión a sus espaldas. Si fuera rubito, blanco como nosotros, si no viniera de África, si fuera una víctima perfecta, los medios de comunicación habríamos hablado mucho más de él. Pero los medios, ay, saben perfectamente que el kilómetro sentimental es una ley vigorosa. Esto lo conozco de un modo descarnado por los colegas que tengo trabajando en la televisión. Programas que se muestran al acecho de historias lacrimógenas, carnaza para los espectadores, y que rechazan tales historias si los protagonistas no encajan con el perfil. Qué expresión, el perfil. Traducido, fuera toda esa gente que no le interesa a la audiencia del españolito medio.
Ahmed Tommouhi, narra el diario El País, era un albañil marroquí, vivía en una pensión de Tarrasa cuando lo detuvieron, el 11 de noviembre de 1991. Llevaba seis meses en España. Está casado y tiene tres hijos, aunque sus familiares no residen aquí. Tommouhi empezó a girar por las ruedas de reconocimiento, y las irregularidades se sucedieron. Braulio García Jaén, periodista del diario de Prisa y experto en el caso de García, recogió varias: ruedas de reconocimiento mal hechas, víctimas que son dirigidas a señalar al mismo hombre, grilletes a la vista de las personas que deben señalar al culpable. ¿Al culpable de qué? De las violaciones. En el otoño de 1991, en los meses previos al gran momento de Barcelona, una docena de chicas fueron violadas en parajes apartados de Barcelona y Tarragona. Las descripciones de las víctimas coincidían: varones de tez morena, posiblemente magrebíes, que se dirigían en español a las víctimas, pero se comunicaban entre ellos en árabe. O lo que parecía árabe, claro.
A García se le sumó otra detención en ese momento, Abderrazak Mounib, nacido en la ciudad marroquí de Fez, era un vendedor ambulante de 39 años que había llegado a España hacía más de 16, que residía con su mujer y sus cuatro hijos. Nunca se pudo demostrar que ambos se conocieran. No había prueba fáctica que les incriminara. Bastó que algunas víctimas, al verlos, señalaran con el dedo. Tommouhi fue condenado por seis violaciones y un robo con violencia. Mounib, fue declarado culpable en dos casos. En 1995, otra vez el horror. Otra oleada de violaciones. Las víctimas volvieron a decir que sus agresores hablaban árabe y eran “norteafricanos”.
Antonio García Carbonell tenía 60 años, no era árabe, era gitano, no hablaba en árabe, sino en caló y tenía un parecido casi idéntico al de Tommouhi. Un ángel en forma de guardia civil, Reyes Benítez, lo vio. Y emprendió una nueva investigación para acabar descubriendo que el ADN encontrado en una de las víctimas de 1991 no era de los dos marroquíes, era de Carbonell y un pariente suyo al que nunca se pudo detener.
“Mounib falleció de un infarto en el año 2000, estando entre rejas. Tommouhi salió en libertad en el año 2006, tras 15 años en prisión”
En mayo de 1997, Tommouhi y Mounib fueron absueltos por el Tribunal Supremo. Intentaron que se revisaran las otras sentencias condenatorias, pero como no se localizaron más restos de ADN, el Supremo desestimó su recurso, continuaron en prisión. Y los gobiernos del PP y del PSOE denegaron sus indultos. Mounib falleció de un infarto en el año 2000, estando entre rejas. Tommouhi, el hombre que fue confundido con un violador, salió en libertad en el año 2006, tras 15 años en prisión. Primero en 1997, luego en 2023 y ahora en 2025, el Tribunal Supremo ha ido anulando sus condenas. Pero hay más, porque la Audiencia Nacional ha dictaminado que Tommouhi no merece ser indemnizado. Total, equivocarse con el semen de otra persona para la justicia no es un “error judicial evidente”.
Arcadi Espada, Soledad Gomis y Manuel Borraz, a la espera de que el Supremo decida, han abierto una colecta para paliar la situación económica de Tommouhi, quien a sus 73 años ha sufrido la amputación de un pie y no tiene el dinero necesario para traer a su esposa desde Marruecos.
IBAN ES17-2100-9057-0002-0039-7561
Coda: La primera condena fue dictada por la hoy ministra de Defensa, Margarita Robles, cuando era magistrada en la Audiencia Provincial de Barcelona en 1992. Únicamente se basó en una única prueba, el señalamiento en rueda por parte de las víctimas. Nada más. Nunca ha pedido perdón. Sigue sin hacerlo. Y apuesto, nunca lo hará.