The Objective
Juan Francisco Martín Seco

Sánchez y la OTAN

«La postura de desafío y provocación adoptada por el presidente del Gobierno en la cumbre de La Haya tenía un único objetivo: mostrar a los suyos que es muy bravo»

Opinión
Sánchez y la OTAN

Ilustración de Alejandra Svriz.

Sánchez comenzó el aquelarre enviando una carta al secretario general de la OTAN en la que sostenía que España no está dispuesta dedicar anualmente el 5% de su PIB a los gastos de defensa, tal como exige el presidente de EEUU. En realidad, la carta iba más bien dirigida a sus socios, que se proclaman muy de izquierdas y que están en contra de la OTAN y de Donald Trump. Después de todo lo que está apareciendo en la prensa y en los tribunales, Sánchez necesita el apoyo de todos los miembros de la coalición, y estos precisan justificar por qué continúan respaldando a un Gobierno corrupto. Exigen nuevas contrapartidas, que serán distintas según las características de cada uno de ellos. Resulta claro que la OTAN y los gastos de defensa son temas muy sensibles para determinadas fuerzas políticas.

Sánchez piensa incluso que para justificar la decisión de no disolver las Cortes necesita hacer pasar su Gobierno por progresista, y en ese objetivo la oposición a EEUU, a la OTAN y a los gastos de militares puede ser un instrumento adecuado. De ahí el numerito montado, con cartas incluidas, en la asamblea de la OTAN celebrada en La Haya.

Sánchez ha buscado claramente el enfrentamiento, sin importarle las contradicciones en que ha incurrido al firmar como todos los demás líderes el documento de conclusiones generales, y a continuación decir en rueda de prensa que no se compromete a lo que se ha comprometido por escrito. No cabe duda de que toda su actuación ha transcurrido en clave de política interna, por eso el primer mensaje que ha querido lanzar ha sido que otro gobierno, que no fuese el suyo, habría aceptado gastar en defensa el 5% del PIB (que en realidad es lo que él ha hecho) poniendo en peligro la economía del bienestar.

Toda la cumbre ha sido un montaje. Sánchez no ha dudado en hacer una montaña de algo que tenía muy poca entidad. Seguro que muchos líderes europeos mantienen grades reticencias sobre los planteamientos de Trump, así como que el gasto en defensa pueda o se deba fijar en el 5%. Pero el compromiso adquirido por todos ellos en La Haya es a diez años vista. Piensan, como Keynes, con buen criterio, que a largo plazo todos muertos, o al menos que Trump y muchos de los presentes en la Cumbre no estarán ya al frente de sus países. Eluden, por tanto, el enfrentamiento directo sabiendo que la senda de aproximación al porcentaje fijado no está marcada y que las cosas pueden cambiar día a día.

Existe un precedente muy claro. En 2014, la Cumbre de Newport acordó que la aportación de cada socio a la Alianza iría incrementándose de manera que en el 2024 todos tendrían que haber alcanzado el 2%. Llegó 2024 y muchos países están aún lejos de ese porcentaje: Bélgica (1,30); Canadá (1,37) Croacia (1,81); Italia (1,49); Luxemburgo (1,29); Portugal (1,55); Eslovenia (1,29) y España (1,28). Los mandatarios de todos estos países –y seguro que algunos más– han pensado que, dado el carácter de Trump y  su entrada como elefante en una cacharrería en la esfera internacional y especialmente en lo referente a Europa y a la OTAN, la postura más inteligente y práctica sería la de no enfrentarse directamente a Washington y firmar un documento que en realidad no compromete a nada.

«No es la salvaguardia del Estado de bienestar lo que impide a Sánchez incrementar los gastos armamentísticos, sino el no tener presupuesto»

Esta misma postura es la que debía haber adoptado Sánchez, ya que refrendó igual que los demás el documento, tanto más cuanto que era evidente que él, a corto plazo, no podía elevar el gasto en defensa (en realidad en ninguna partida, tampoco en ayuda al desarrollo) ya que gobierna desde hace dos años con un presupuesto prorrogado, y no piensa aprobar uno nuevo para los próximos ejercicios. No es la salvaguardia del Estado de bienestar ni la negativa a subir los impuestos lo que impide a Sánchez incrementar los gastos armamentísticos, sino el hecho de no tener presupuesto y no querer presentar a las Cortes un crédito extraordinario, ya que sabe que no tendría el respaldo del Parlamento.

Es más, la pregunta que está aún en el aire es cómo con cuentas públicas prorrogadas va a poder aumentar en 2025 el gasto en defensa del 1,29% del PIB al 2,10%, y cómo mantenerlo en ese 2,10% el año que viene, si es que continúa en el Gobierno y sin presupuesto propio. En realidad, la postura provocativa que ha adoptado tiene también la finalidad de centrar la atención de sus socios en un hipotético gasto en el 2035, y que de ese modo se olviden de que en 2025 va a incrementarlo de forma real en 13.000 millones de euros.

En esta cumbre, el papel de España, buscado por supuesto por Sánchez, ha sido muy distinto del que tuvo en la de Madrid en julio de 2022. Pero es que la misma cumbre se desarrolló de manera muy diferente. Entonces el presidente de EE UU era Biden. En aquella fecha publiqué un artículo en republica.com (digital hoy desaparecido) titulado La cumbre de las alpargatas –quien quiera puede consultarlo en mi página web (www.martinseco.es)–, en el que me refería a ella en estos términos:

«Recepciones, museos, cenas de gala, conciertos, representaciones, visitas a monumentos y hasta compra de alpargatas, todo lo necesario para hacer las delicias de los grandes mandatarios internacionales y sus esposas, e incluso de las nietas del emperador que parecían haber venido a Europa de vacaciones. Lo paradójico es que los solemnes y deslumbrantes fastos obedecían a la reunión de una organización militar, que proclamaba estar en guerra. Ciertamente una guerra especial, porque se efectúa por apoderado. Es Ucrania la encargada de sufrir la desolación. Al tiempo que en Madrid se celebraban los festejos, el déspota ruso bombardeaba con más ímpetu las ciudades ucranianas».

«Trump, en este nuevo mandato, desde el primer momento se ha referido a la OTAN como si no fuese cosa suya»

No se puede negar que el discurso de Trump tiene muchas falsedades, entre ellas la de lavarse en las manos en la guerra de Ucrania y culpabilizar únicamente a este último país, cuando en realidad fueron la América de Biden y el seguidismo de la Unión Europea los que empujaron a Ucrania a la contienda, haciendo creer a su Gobierno que tenía detrás a todo Occidente. Pero lo cierto es que las naciones europeas no podían intervenir si no querían comenzar la tercera guerra mundial, con el riesgo evidente de que fuera atómica. Su papel ha quedado reducido a facilitar a Ucrania armamento militar y a lo que, en tono un tanto pedante, el alto representante de la Unión Europea denominó una versión moderna de la guerra, la económica.

Trump, en este nuevo mandato, desde el primer momento se ha referido a la OTAN como si no fuese cosa suya. Reprochó a los europeos no asumir sus responsabilidades económicas y hacer recaer toda la carga sobre Washington. Sin embargo, la realidad es otra. Casi desde el principio esta organización se ha presentado como una prolongación de la política norteamericana. Trump intenta convencernos de que Europa ha parasitado a EEUU. Pero hay que preguntarse si más bien no ha sido al contrario. Si no ha sido EEUU el que ha marcado siempre la actuación y el funcionamiento de la OTAN. Examinemos las veces que la Alianza ha intervenido militarmente y quién estaba principalmente detrás. La única vez que se activó el tan cacareado artículo 5 fue para la invasión de Afganistán, a instancias de Washington.

Se dice que quien paga manda, lo cual es cierto, pero no lo es menos la afirmación inversa de que quien manda debe pagar. Por eso se entiende mal el victimismo de Trump acerca de que el coste de la OTAN recae principalmente sobre los americanos. Para eso son el imperio y no dejan de demostrarlo cada vez que salen de su país. Solo hay que comparar la diferencia de trato, de protocolo y de prevalencia dados a las distintas delegaciones en Madrid y ahora en La Haya. Solo hay que detenerse en el comportamiento respecto a Trump del actual secretario general de la organización, que parecía servil, hasta rastrero, pero quizás no demasiado distinto del de otros anteriores.

En este tema nada es lo que parece. La presión para incrementar el gasto en defensa tiene un trasfondo económico, que no es diferente al que se encuentra detrás del anuncio de la subida de aranceles. Un mismo objetivo: reducir el déficit comercial de EEUU. Trump –que no se caracteriza por su sutileza–, al explotar en un ataque de ira contra Sánchez, ha dejado al descubierto esa identidad,  amenazando con una subida de los aranceles a España. Se supone que Europa tendrá que comprar en el exterior gran parte del material de defensa. En estos momentos la Unión Europea importa el 78% de su armamento y de ese porcentaje un 63% procede de EE UU.

«Es probable que las compras de armamento estén presentes en las negociaciones comerciales entre la UE y EEUU»

El incremento proyectado del gasto en armamento obedece más que a una necesidad real del equipamiento en defensa a una exigencia de EEUU. orientada a corregir los desequilibrios comerciales entre América y Europa, y a la preferencia de algunos países europeos, especialmente del Norte y del Este, a utilizar este medio en lugar de los aranceles. No se dice, pero parece bastante probable, que las compras de armamento, de gas y de otros suministros estén presentes en las negociaciones comerciales actuales entre la Unión Europea y Washington. 

La globalización cambió la realidad económica internacional. Si en 1980 los distintos países presentaban con pequeñas diferencias balanzas de pagos más o menos equilibradas, los saldos positivos y negativos fueron incrementándose, sobre todo a partir de finales de los noventa, y abriéndose ampliamente el abanico entre países deudores y acreedores, generando una situación inestable y explosiva. Hasta la crisis de 2008, EEUU y China encarnaron el paradigma de estos desajustes mientras que la Unión Europea mantenía frente al exterior una situación nivelada. Sin embargo en el interior se producía una gran disparidad entre los Estados miembros, desproporcionados superávits en los del Norte y profundos déficits en los del Sur.

Tras la crisis, los países del Sur de Europa, aunque a costa de tener que someter sus economías a los duros ajustes de una devaluación interna, han corregido sus déficits exteriores. Por el contrario, Alemania, Holanda, etc., no solo no han reducido sus superávits, sino que los han incrementado. Ambos hechos (la rectificación de unos y la perseverancia de otros) han originado un fenómeno nuevo y es que el saldo de la balanza por cuenta corriente de la eurozona en su conjunto, que antes de la crisis se mantenía alrededor de cero, alcanza en estos momentos un superávit cercano al 4%. Teniendo en cuenta la envergadura de su PIB, un 4% de excedente exterior constituye un nivel elevadísimo y en una buena parte constituye la contrapartida al déficit de EEUU, y un buen argumento para que Trump lo utilice en su relato.

No es descabellado, en consecuencia, pensar que el presidente norteamericano esté utilizando la presión para incrementar los gastos de defensa de otros países como un instrumento más, dentro de su guerra comercial contra aquellas economías con importantes superávits comerciales a las que considera responsables del déficit comercial americano.

«En la Unión Europea algunos países terminan pagando los desequilibrios causados por otros»

En esto, como en otras muchas cosas, en la Unión Europea, al ser un conglomerado heterogéneo, algunos países terminan pagando los desequilibrios causados por otros; los del Sur corrigieron su déficit por cuenta corriente, pero ni Alemania ni Holanda ni Austria, etc. han reducido su superávit, ni parece que quieran hacerlo, ni tampoco nadie esté dispuesto a imponérselo. Quizás por ello hayan aceptado con mejor predisposición que otros, la promesa (no es otra cosa) de subir los gastos de defensa dentro de diez años si eso puede impedir o al menos reducir la aplicación de aranceles en la actualidad.

En cualquier caso, exista o no esta trastienda económica del acuerdo y sea cual sea la postura de los distintos gobiernos frente a él, poco o nada tiene que ver todo ello con la postura de desafío y provocación adoptada por Sánchez que tenía un único objetivo: mostrar a los suyos que es muy bravo.

Publicidad