Una moción de censura inviable y espuria
“No puede hablarse de solución mientras se sostiene la misma alianza y, por lo tanto, la misma política, por más que no estuviese ya el inventor del desaguisado”

Ilustración de Alejandra Svriz.
En medio del barullo y alboroto formados por la divulgación del último informe de la UCO, que dejó KO a Sánchez y al PSOE, han aparecido las más curiosas hipótesis. Todos los creadores de opinión se han visto en la obligación de lanzar su teoría acerca de lo que se debería o no se debería hacer. Hay quien ha avanzado como salida, que Sánchez dimitiese y que fuese sustituido en la presidencia del Gobierno por otro miembro del partido socialista. Ada Colau, y se supone que habla en nombre de los Comunes, se ha pronunciado en el mismo sentido y no creo que esta solución disguste mucho al resto de Sumar. Todo con tal de que perdure Frankenstein, y continuar en el Gobierno.
La propuesta tiene mucho de quimera. Primero porque parece que no conozcan a Sánchez. En ningún caso, pase lo que pase, el actual presidente del Gobierno va a dimitir. Incluso uno se pregunta si lo hará después de perder las elecciones, y si a pesar de ello, no va a pretender seguir siendo el secretario general del Partido Socialista. Antecedentes tenemos. En 2015 y 2016 obtuvo los peores resultados que jamás había sacado el PSOE. Tanto Almunia como Rubalcaba lograron más votos y no obstante dimitieron. Sánchez, no.
Segundo, porque la propuesta se queda a la puerta de la solución. Sánchez ciertamente estuvo en el inicio del problema, fue el fundador de ese engendro llamado Frankenstein. De él cabe predicar la máxima responsabilidad, pero no por ser Pedro Sánchez, sino porque se atrevió a dar un salto hasta entonces impensable, realizar una coalición con todos los partidos que estaban en contra del Estado, todos los independentistas, entre ellos los que habían propiciado un golpe de Estado o los que seguían defendiendo el terrorismo que había existido en nuestro país, y cuyos efectos permanecían aún presentes.
El problema de fondo se sitúa mas allá de Pedro Sánchez. Se encuentra en esa unión antinatural y obscena y en las consecuencias y resultados derivados de ella, y todo seguiría prácticamente igual si la única medida tomada fuera simplemente el cambio de Sánchez por otro socialista, y perdurara esa alianza monstruosa que contradice todas leyes políticas.
El sanchismo en sus orígenes se reducía a Sánchez, a Ábalos, a Koldo, a Cerdán y a algunos pocos más. La situación cambió radicalmente tras ganar las segundas primarias. A partir de ahí fueron ya bastantes los que se acercaron a los ganadores, aun aquellos que habían jugado en los otros bandos, incluso siendo cabezas de listas alternativas; pero sobre todo fue después de la moción de censura y la llegada al Gobierno, cuando llovieron las adhesiones. Comenzó un proceso por el que poco a poco el sanchismo se fue comiendo al PSOE y eliminando o expulsando a todo aquel que opusiese resistencia. La prueba más evidente, el Comité Federal celebrado el pasado fin de semana.
“Quien gobierna no es ni Sánchez ni el PSOE, sino ese bloque que Sánchez denomina falsamente ‘progresista'”
No puede hablarse de solución mientras se sostiene la misma alianza y por lo tanto la misma política, por más que no estuviese ya el inventor del desaguisado. Esta misma razón es la que condena al absurdo la pretensión de algunos analistas y del mismo Vox de que el PP presente una moción de censura. Dada la composición del Parlamento, quien gobierna no es ni Sánchez ni el PSOE, ni siquiera las formaciones políticas que forman el gobierno, sino ese bloque que Sánchez denomina falsamente “progresista” y que se identifica con la alianza contra natura titulada Frankenstein. La moción de censura iría en realidad en contra de todos ellos, ¿cómo pedirles entonces los votos a las mismas formaciones políticas que forman el sujeto que se quiere censurar?
En primer lugar, aparte de ser contradictorio sería indigno para aquel que personalizase la moción de censura, al tener que realizar un acuerdo como el que Sánchez efectuó y con los mismos partidos, o al menos con algunos de ellos. Ya que es ahí donde radica lo verdaderamente censurable y la más grave corrupción. Es por eso por lo que no es comprensible que el PP ande mendigando cuatro votos, fuesen lo que fuesen, para plantear la moción de censura. Sería retornar de una o de otra manera a la alianza Frankenstein, solo que con el PP y no con el PSOE.
Tampoco es muy lógico que el líder de la oposición increpe a los socios de Sánchez avisándoles de que, si no reaccionan y no le dan los cuatro votos que necesita, antes o después serán cómplices de la indignidad. ¿A qué jugamos? Son el PSOE y las otras fuerzas nacionales a su izquierda las que son cómplices desde hace siete años del discurso y de la indignidad del resto de los socios.
Pero por la misma razón ninguna de estas formaciones políticas estará dispuesta a apoyar una moción de censura, por una parte, porque sería reprobarse a sí mismas y, por otra, porque jamás se van a encontrar en una situación más ventajosa que la actual.
“Es paradójico e indignante que partidos que han robado al erario público para dar un golpe de Estado se rasguen ahora las vestiduras”
Resulta paradójico que partidos que han robado abiertamente al erario público para dar un golpe de Estado y aquellos que los han defendido se rasguen ahora las vestiduras al descubrir otro tipo de corrupción, más cutre si se quiere, pero menos grave. No solo paradójico sino incluso indignante y vomitivo resulta escuchar, muy cargado de razón, a Rufián en el Congreso que la corrupción es incompatible con la izquierda, incluyendo por supuesto a su formación política en esta ideología cuando tiene a su jefe de filas condenado por la malversación de una cantidad enorme de recursos públicos y destinados a una de las peores finalidades, dar un golpe de Estado. Quizás es verdad que la corrupción resulta inconciliable con la izquierda pero es que ellos no son la izquierda.
A continuación, ya en los pasillos, después de entrevistarse con Sánchez, confiesa cuál va a ser la postura de Esquerra, que no va a diferenciarse ciertamente del resto de los socios, esto es, aprovechar que el presidente del Gobierno está sonado para obtener lo más que puedan para sus intereses supremacistas.
Es verdad que Rufián pretende esconder sus verdaderos intereses, el cupo y la condonación de deudas, detrás de unos teóricos objetivos sociales. Citó la vivienda y una intervención mayor del mercado. Lo que levanta todas las alarmas, porque en gran parte los problemas que existen hoy en el mercado del alquiler se deben a la política intervencionista acometida hasta ahora por el Gobierno. Hay que esperar que no pretenda imponernos las medidas adoptadas en Cataluña, que han resultado totalmente contraproducentes.
No creo que nadie pueda pensar que el motivo real de la moción de censura a Rajoy en 2018 fuese la teórica corrupción del PP. Se debió más bien a la confluencia de una serie de intereses: la ambición de Sánchez que, a pesar de haber obtenido los peores resultados del PSOE desde la Transición, quería ser a toda costa presidente del Gobierno; las ansias y premuras de Podemos por asaltar el cielo, cuyos lideres se habían olvidado de sus orígenes y de lo de la casta y, sobre todo, la ocasión que se les presentaba a los independentistas metidos ya en un proceso claramente subversivo, para conseguir una parte de sus objetivos tan grande como nunca se habían imaginado.
“La moción de censura es inviable porque todos los intereses de los socios del Gobierno permanecen”
Ahora la moción de censura es inviable porque todos estos intereses permanecen. Es más, la mayoría de ellos consideran la situación actual como una oportunidad. Así lo ha dicho claramente el representante de Junts: “Hay que explotar la debilidad del Estado”. Rufián, de una forma más zafia, afirmó que había que aprovechar el tiempo que le quedaba a esta legislatura para obtener lo más posible de ella. Y Bildu y el PNV permanecen callados, pero pensando lo mismo y con la mano extendida. Acaban de lograr la transferencia al Gobierno vasco de los interventores territoriales.
En todo este affaire va apareciendo algo al menos curioso y es la coincidencia en Santos Cerdán de varios hechos. Por una parte, ser el negociador en Waterloo del acuerdo que dio paso a esta legislatura; por otra, estar detrás en su momento de los pactos secretos con Bildu para repartirse el Gobierno navarro y la Alcaldía de Pamplona y, por último, el hecho de que el abogado que ha elegido es muy próximo a los golpistas.
Hay quienes afirman que habría que arriesgarse a la moción de censura en la confianza de que unos pocos parlamentarios del PSOE la aprobasen. Hay que darles la oportunidad, dicen algunos. El limbo también existe. ¿Cuántas ocasiones han tenido? ¿Cuántas leyes han aprobado, se supone que con la nariz tapada? ¿Por qué no se la van a tapar ahora? Todo se termina con expulsar del PSOE a los que llaman puteros. Ya todos tranquilos.
Los defensores a ultranza de la moción de censura, entre los que se encuentra Vox, mantienen que no importa el resultado, que lo relevante es el hecho en sí y lo que significa. Argumentan que quedarían retratados todos los partidos. Fotografiados ya están desde hace muchos años y no creo que ello influya en aquellos electores a los que no les ha afectado todo lo que hasta ahora han venido aprobando.
“Por mucho que Sánchez esté sitiado por los acontecimientos exteriores, no existe hoy por hoy, ninguna fisura seria dentro del PSOE”
Solo una moción de censura entre todas las interpuestas hasta la fecha ha tenido éxito, la del 2018, cuyo resultado estaba previamente concertado. Todas las demás han resultado fallidas y en general han servido más para dar aire al censurado que para desgastarle. En algún caso, fue la muerte política del que la planteó, como en el caso de Hernández Mancha. En otras no estuvieron alejadas del ridículo y de la total inoperancia. Se cita la moción de Felipe González frente a Suárez como el único caso en el que claramente la victoria estuvo del lado del que la proponía. Pero lo cierto es que Suárez para entonces había perdido ya la confianza hasta de muchos de los que militaban en sus filas.
La situación actualmente es muy diferente. Por mucho que Sánchez esté sitiado por los acontecimientos exteriores, no existe hoy por hoy, ninguna fisura seria dentro del PSOE. Véase lo ocurrido en el Comité Federal. Y el resto de los aliados, aun cuando planteasen alguna crítica al Gobierno, arremeterían con más fuerza contra lo que llaman la derecha. El resultado de la moción sería sin duda negativo no solo en votos, sino también en imagen. Seis grupos parlamentarios frente a dos, eso suponiendo que Vox no atacase también al PP. La prueba más palpable es el interés que Sánchez tiene para que se plantee, y por eso desafía continuamente a Feijóo para que la presente.