Una ventana sobre Moncloa
«Durante el alucinógeno septenato sanchista se nos ha dicho una y otra vez que el negro es blanco. Quizá sea el rasgo definitorio de este periodo excepcional»

Ilustración de Alejandra Svriz.
En la edición de este año del festival Il Cinema Ritrovato de Bolonia hemos podido ver la primorosa restauración de Una ventana sobre Luna Park, película de Luigi Comencini estrenada en 1957. Se nos cuenta en ella mediante los códigos del melodrama neorrealista la historia de un hombre que se ve obligado a dejar su empleo en el extranjero tras la muerte accidental de su esposa; su joven hijo lo necesita en Roma. Cuando va a comunicárselo a su jefe, lo encuentra dando un discurso rimbombante ante una remesa de trabajadores que se marchan –los manda él– a trabajar a Holanda. «¡No existe ya el inmigrante italiano, sino que es el trabajador italiano quien hoy deja voluntariamente su país para realizar sus capacidades fuera de casa!», proclama el empresario mientras aparecen en pantalla unos varones demacrados que a duras penas contienen las lágrimas en presencia de las familias que los despiden al pie del andén. O sea: he ahí alguien que dice que el negro es blanco. Y que lo dice porque le conviene.
Pues bien, la analogía es inevitable: también durante el alucinógeno septenato sanchista se nos ha dicho una y otra vez que el negro es blanco. Si bien se mira, quizá sea el rasgo definitorio de este periodo excepcional. ¿O acaso no se nos aseguró que el propósito de la moción de censura era devolver la honestidad a la vida pública, que los indultos y las reformas penales cuyos beneficiarios eran los separatistas catalanes servirían para mejorar la convivencia, que la amnistía nada tenía que ver con la investidura de Sánchez y había que olvidar que sus promotores gubernamentales habían dicho una y otra vez que era inconstitucional? Se ha postulado asimismo que los tribunales practican lawfare, que el periodismo crítico solo produce fango, que Bildu es un partido ordinario o que el cupo catalán será –festival del humor– solidario con el resto de españoles. ¡Y no se olviden del urgente Año Franco! Esta es la lista corta: la entera retórica de los sucesivos gobiernos de Sánchez ha sido una densa cortina de humo.
«La novedad de sus gobiernos no reside tanto en el uso sistemático de la mentira como en la gravedad de lo que se ha querido disimular»
Ahora bien: por más que la relación del líder socialista con la veracidad posea un carácter patológico que está a la vista de todos, la novedad que introducen sus gobiernos no reside tanto en el uso sistemático de la mentira como en la gravedad excepcional de lo que con esa mentira se ha querido disimular. Porque el poder de Sánchez se ha basado en una alianza confederal descrita como «muro contra la ultraderecha», siendo es más bien el resultado de una transacción corrompida desde su raíz: los nacionalistas han obtenido impunidad penal, privilegios territoriales y algunas cuotas de poder capitalino; los socialistas han podido mantener en Moncloa al perdedor de las elecciones y desplegado una ofensiva iliberal contra el Estado de derecho a la que ninguno de sus socios –entre ellos la izquierda heredera del 15-M– ha planteado objeción alguna. Y aún queda por ver la dimensión del latrocinio que ahora investigan la UCO y el Tribunal Supremo.
En cualquier caso, el experimento ha funcionado: reputados medios de comunicación, destacados intelectuales e incontables ciudadanos han convenido que el negro es blanco. De hecho, muchos de ellos seguirán haciéndolo. Y eso quizá sea, pensando en el futuro, lo más siniestro de todo.