The Objective
Teresa Giménez-Barbat

Torre Pacheco o… ¿el sueño del buenista?

«El multiculturalista es bienintencionado, pero cómplice de las fracturas de la sociedad y de las demandas de culturas que no ven claro que tengan que convivir»

Opinión
Torre Pacheco o… ¿el sueño del buenista?

Ilustración de Alejandra Svriz

Torre Pacheco, pero también, en mi tierra, Salt, Sabadell, Mataró… La ola de malestar que recorre muchos países de Europa llega a nuestras poblaciones. Y la bofetada de realidad confirma las sospechas de aquellos malpensados. Sobre todo de aquellas insignes malpensadas: Oriana Fallaci, Ayaan Hirsi Alí, Mariam Namazie… ¿Qué es lo que temían? Que no fuéramos a ser capaces de integrar cualquier tipo de cultura. Especialmente la islámica, aun a siglos de asimilar los códigos del secularismo occidental. Porque el secularismo es la paradójica clave de bóveda de este conflicto: les sirve a los inmigrantes de otras religiones para que les abramos las puertas y es justo aquello que muchos de ellos rechazan. A ver qué hacemos con esto.

Y recordé un artículo que me impresionó y que ahora cumple 20 años. De la época en que empecé a seguir a los activistas exmusulmanes, a Hirsi Alí y tantos otros. Lo escribió el periodista, fundador y exeditor de la revista Prospect David Goodhart como respuesta a los atentados suicidas en el metro y el autobús de Londres en julio del 2005 perpetrados por cuatro ciudadanos británicos de origen musulmán y que causaron 56 muertos y 700 heridos. Una de tantas masacres que no tenemos suficientemente presentes.

«Una retórica victimista del agravio contribuye a la alienación, la falta de integración e incluso indirectamente al extremismo»

El título era Es paranoia, no islamofobia. Goodhart iniciaba su pieza así: «Gran Bretaña ha hecho mucho para ayudar a integrar a los musulmanes. Ahora deben ellos superar su cultura de agravios». Ciertamente: una cultura de agravios letalmente combinada con un rechazo de los valores que convirtieron a su sociedad de acogida en un faro de progreso. Pero una característica de las sociedades seculares actuales (sociedades Weird, como diría Joseph Heinrich) es la generosidad y el respeto por las demás culturas. Y una inflamación de ella es el llamado multiculturalismo, concepto muy vinculado al relativismo (no existen culturas superiores ni inferiores) que va más allá de la tolerancia de la diversidad étnica y de las tradiciones culturales. Hay quien le llama «buenismo».

Sí, «el dogma apriorístico de que todas las culturas son iguales ignora el sencillo hecho de que las culturas no son un mosaico estético de diferencias, sino que compiten entre ellas», dice Thomas Sowell. La idea de «civilización» se refiere a ciertas formas de hacer ciertas cosas. Y no todos los medios para solucionar los problemas humanos son igual de efectivos. El multiculturalista es un tipo bienintencionado, pero también se hace cómplice de las fracturas de la sociedad y de las demandas de separación y aislamiento de las culturas que no ven claro que tengan que convivir.  Y muchos en Torre Pacheco insisten en un hecho evidente en toda Europa: son las segundas y terceras generaciones las problemáticas. No se sienten, dicen, suficientemente integradas y realizadas.

Y eso es un golpe mortal al edificio del sueño buenista. Como dice el propio Goodhart en el artículo, «en privado, los líderes musulmanes reconocerán este progreso (de las condiciones de vida generales de su comunidad). Pero el tema predominante en la opinión pública, incluso después de los recientes atentados, es el descontento musulmán».

Hace ya 20 años, David Goodhart sugería que, antes de que el problema creciera aún más y hubiera puntos de no retorno entre las comunidades, era necesario detenerse y analizar las dinámicas entre nuestra cultura cristiana/secular y la musulmana. Porque el problema es grave. Y una retórica victimista del agravio, esa «paranoia» de la que habla Goodhart, contribuye a la alienación, la falta de integración e incluso indirectamente al extremismo. Difícil de solucionar. Goodhart incluso pedía una moratoria prudente para esa inmigración. ¿Exagerado?

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