Las momias
«Irracionalidad, reaccionarismo, aspiraciones fascistas: he aquí el nervio real del Gobierno que aún insiste en llamarse ‘socialista’. Son la última herencia de Franco»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Seguramente uno de los rasgos que provoca más irritación en este Gobierno es su irracionalidad, es decir, la absoluta ausencia de cualquier rasgo inteligente. No hay ni un gramo de sensatez en sus propuestas porque no entienden lo que es la democracia. Esa incapacidad de los socialistas para ponerse en el lugar de los demás, un síntoma típico de los enfermos psicóticos, los emparenta con buena parte de sus socios. Una egolatría patológica.
El deseo principal, el objeto único de seguir al frente de un Gobierno impotente y estrafalario que no logra sacar adelante ni una ley, es que nada cambie. La excusa de que viene la extrema derecha es ridícula. Actuarían exactamente igual si el partido que pudiera quitarles el poder fuera el Frente Libertario de Cartagena o la Liga por el Fútbol Gratuito. La cuestión es seguir amarrados a la subvención estatal y amenazar como máximo peligro cualquier intento de cambio. Quietos como momias.
En resumen, se trata del Gobierno más reaccionario que ha tenido España desde Franco. Porque, como el dictador, lo único que propone es que todo siga exactamente igual y que no haya cambio alguno por los siglos de los siglos. Lo de las «medidas sociales progresistas» es otra charlatanería grotesca. Como se sabe, hace más de 30 años que no sube el salario de los trabajadores españoles. Y España ha descendido, en términos sociales, hasta tocar suelo tercermundista desde que mandan los de Sánchez. Nadie, menos los corruptos, ha mejorado su situación económica o laboral, diga lo que diga esa señora disparatada que se ocupa del trabajo.
Por esta razón hay una entente tan completa con los independentistas vascos y catalanes. Ambos grupos utilizan como excusa para explotar a los trabajadores españoles un «derecho foral» que remite prácticamente al medievo. La idea es que los trabajadores españoles le deben a los burgueses catalanes y vascos un privilegio que los convierta en aristócratas de una plebe racialmente inferior. El socialismo, en Cataluña y el País Vasco, es un ornitorrinco, o sea, un mamífero que pone huevos. Sus aliados, los separatistas, odian la igualdad y son las fuerzas más enemigas del presente de todo el espectro político español. Recuerden aquellas declaraciones de Otegi cuando dijo que no quería ver a los jóvenes vascos trabajando con ordenadores, sino triscando como cabras por los sagrados bosques de la patria. Eso sí, con la pistola al cinto por si les salía al paso un inocente.
«Las fuerzas que apoyan a Sánchez detestan la democracia, detestan a España y detestan los cambios políticos»
Las fuerzas que apoyan a Sánchez y aquellos que piensan como Sánchez son los que detestan la democracia (¿cómo va a valer lo mismo el voto de un emigrante ecuatoriano que el mío, que soy de Olot?), detestan a España y detestan los cambios políticos. Véanse los firmantes del último panfleto a favor del Gobierno: dicen lo mismo que ya dijeron hace 20 años, sólo que entonces el Amo se llamaba Zapatero. Son los verdaderos reaccionarios de este país y no los de Vox.
Y queda el otro brazo secular del Gobierno formado por partidos que aseguran ser de izquierdas o de extrema izquierda. Pero no por sus ideas, que son inexistentes y jamás las exponen, sino por sus modelos, los cuales oscilan entre la Argentina de Perón, la Venezuela de Maduro y la Rusia de Putin. Esos son los países y dirigentes a los que apoyan y de los que toman ejemplo. Dictaduras corruptas que, para ellos, serían lo que mejor ayudaría a la población de España para alcanzar una vida más digna. De nuevo, puro ultraderechismo, en este caso rozando ya el fascismo mussoliniano.
Irracionalidad, reaccionarismo, aspiraciones fascistas: he aquí el nervio real del Gobierno que aún insiste en llamarse «socialista». Pero ni uno sólo de los millones de gentes que con toda la buena voluntad del mundo votaron a ese «socialismo» se atreve a abrir la boca. Viven en una dictadura y quieren imponernos una dictadura. Son lo más arcaico del país, la última herencia de Franco.