El «gobierno-a-la-espera»
«A pesar de haber nacido como la expresión de un gobierno en funciones, ha pasado a definir al ‘shadow cabinet’ del partido que encabeza las encuestas»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Independientemente de lo que opinemos de los británicos, con los que los españoles hemos tenido una relación complicada desde siempre debido a su ruptura con el Papa, único y verdadero representante en la tierra de Dios nuestro señor, a su fea costumbre de asaltar nuestra flota de las indias y -sobre todo- a su insoportable cocina, creo que debemos reconocerles que, al menos que, aunque solo sea por los años que llevan viviendo en democracia, en cuestiones de estrategia y de usos parlamentarios nos sacan unos cuantos cuerpos de ventaja.
Pues bien, uno de los conceptos que se manejan en aquellas brumosas tierras de infieles, es la distinción entre las labores que ha de realizar la oposición parlamentaria si quiere llegar al gobierno y las que más convienen a que ellos llaman el government-in-waiting, es decir, el gobierno a la espera.
Según esta diferenciación, más práctica que teórica y más efectiva que vistosa, el ejercicio de la oposición es un espacio de confrontación por tierra, mar y aire con el gobierno de su majestad en el que, siempre dentro de la lealtad a la patria, vale prácticamente todo y todo suma: desde la fina ironía isleña hasta las espantosas broncas parlamentarias con las que en ocasiones tanto hemos disfrutado, pero en cambio, lo del «gobierno-a-la-espera» es harina de otro costal, o a different kettle of fish, que dirían por allá.
Y es que el government-in-waiting a pesar de haber nacido estrictamente como la expresión de un gobierno que está en funciones, pero que ha perdido la confianza del parlamento o está en un período de transición tras la celebración de elecciones, y por lo tanto, tiene funciones limitadas hasta que se forme un nuevo gobierno, con el paso del tiempo, fundamentalmente ha pasado a definir al shadow cabinet del partido que de forma abrumadora encabeza las encuestas y que solo está a la espera de que se produzcan las elecciones para tomar las riendas del país.
Una situación realmente compleja para quien la sufre, ya que, en lugar de esperar pacientemente el inevitable desmoronamiento del gobierno en ejercicio, empujando lo justo y sin correr riesgos innecesarios, puede generar un estado de ansiedad que desemboque en una radicalización de sus planteamientos ideológicos, produciendo el efecto contrario, es decir, una movilización inesperada del electorado abandonista del gobierno saliente.
Una dicotomía brillantemente superada, por ejemplo, por Tony Blair, quien en su primera campaña advirtió a su partido y a sus diputados que no hicieran nada estrepitoso, ya que el desastre del Gobierno Tory de John Mayor era tan absolutamente inevitable que cualquier radicalización izquierdista del mensaje laborista en lugar de acelerar su disolución solo podía significar un efecto rebote en el votante conservador.
Creo que se me entiende.