The Objective
Teresa Giménez-Barbat

La gentrificación de los partidos de izquierda

«Las cuestiones redistributivas perdieron importancia mientras que las culturales la ganaron, en particular los derechos de las mujeres y de los grupos minoritarios»

Opinión
La gentrificación de los partidos de izquierda

Ilustración de Alejandra Svriz.

El término gentrificación, como saben, se refiere a «la transformación de un espacio urbano deteriorado o modesto en un área más adinerada y elegante tras la llegada de personas con mayor poder adquisitivo a la zona, lo cual puede causar el desplazamiento de los residentes originales». Y, como también deben de conocer, esto suele ser muy criticado por la izquierda, aunque muchas veces sean las clases medias progres las más tendentes a buscar residencias en territorios antes lumpen pero que acaban siendo una buena oportunidad para el enterado con amigos en el ayuntamiento. Por eso me ha parecido tremendamente agudo un artículo del Lionel Page, economista conductual, director del Centro de Ciencias Económicas y Conductuales Unificadas de la Universidad de Queensland y autor de Optimally Irrational. The Good Reasons We Behave the Way We Do, sobre una supuesta gentrificación… de los partidos políticos de izquierda.

Esto viene a cuento porque, en España, el partido de derecha nacionalista Vox gana fuerza entre obreros y parados, entre la mitad de los grupos de asalariados más humildes, entre los que se consideran pobres y se acerca al umbral del que disfruta Le Pen en Francia. Vox registra un 20,2% de intención de voto entre ocupaciones elementales, un 25,8% entre oficiales, operarios y artesanos y un 41,2% entre operadores de maquinaria y ensambladores. Supera con holgura en todas estas categorías al PP y al PSOE, consolidando su posición como primera fuerza.

«Este fenómeno que no es único en España sino de muchos países occidentales, va unido a la ‘obrerización’ de la derecha»

También, aunque no lidera, Vox roza el primer puesto en sectores como el agroganadero, forestal y pesquero (27,5%, solo por detrás del PP) y en servicios y venta comercial (17,7%, a unas décimas del PP). No en todo: no se ha ganado la confianza de los pensionistas (7%), el trabajo doméstico no remunerado (6,8%) y entre segmentos donde PP y PSOE mantienen una amplia ventaja. Pero nada mal. ¿Por qué sucede esto? Si uno lee a los analistas de izquierdas, este avance es resultado de la estrategia del «martilleo» antiinmigración: un discurso que combina críticas a las élites políticas con un mensaje duro sobre identidad, seguridad y control migratorio. Pero quizá no sea el único motivo. Y Lionel Page, a este fenómeno que no es único en España sino de muchos países occidentales, le llama «la gentrificación de la izquierda», que va unido a la «obrerización» de la derecha.

Este cambio es producto de la curiosa evolución de las ideas políticas de los partidos de izquierda. Que no es nueva: continúa una tendencia de décadas en las que los temas culturales cobraron prominencia en la oposición izquierda-derecha. Efectivamente, las cuestiones redistributivas perdieron importancia mientras que las cuestiones culturales la ganaron, en particular los derechos y las condiciones de vida de las mujeres y de los grupos minoritarios. El llamado wokismo de finales de la década de 2010 hizo que esta evolución fuera especialmente visible y con amplia repercusión pública. Al final, el apoyo a los partidos de izquierda se aburguesó progresivamente y acabaron adoptando lo que Robert Henderson llama luxury beliefs, ideas y opiniones que confieren estatus a la clase alta a un coste muy bajo, mientras que a menudo infligen costes a las clases bajas.  Y los votantes con un nivel educativo y social alto les votan ahora más que los menos cualificados. 

Sí, en la posguerra y décadas después, los electores con altos ingresos y alto nivel educativo eran los más propensos a apoyar a la derecha. Ahora puedes ver a políticos de familia millonaria como Eulalia Reguant (feminista radical, anticapitalista y defensora del colectivo LGTBI+) fungiendo de diputados de la CUP. Quizá sea por eso que, en muchos países, no sólo en EE UU, los partidos de derecha gozan de mayor apoyo de la clase trabajadora que sus homólogos de izquierda. Es el final del proceso de esa gentrificación de la izquierda tradicional de la que habla, con tanto acierto, Lionel Page.

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