Ecologismo que mata
«Este ecologismo dictado desde un despacho urbano, que prohíbe cortar un árbol pero no limpia el monte, está produciendo enormes desgracias en nuestro país»

Alejandra Svriz
Cuando la política se basa en una ideología convertida en religión civil acaba causando problemas, desastres y muertes. El ecologismo ha adquirido ya el perfil de una teología con un dogma, en el que destacan dos puntos que consideran incontrovertibles: hay que combatir con urgencia y al 100% al cambio climático, que es producido por el ser humano, y hay que sacar al hombre de la naturaleza. Voy a poner tres ejemplos del carácter tóxico de este ecologismo: la dana en Valencia, el apagón de abril último, y los incendios de este verano.
Los cauces en Valencia no se limpiaron porque según algunos técnicos esas medidas acaban con la biodiversidad y aumentan la velocidad del agua. Pero, claro, una cosa es arrancar la vegetación y otra retirar la madera muerta, como las cañas, cuyo crecimiento descontrolado provocó problemas gravísimos en las cuencas del Júcar y el Turia. Un Turia, además, que la izquierda ecologista quiso devolver a su cauce, y que de haber sucedido habría provocado una masacre en la capital valenciana. Ese empeño en recuperar la «biodiversidad» sin pensar en el hombre generó una devastación completa en el Tancat de la Pipa. Podría haber sido de otra manera.
Por ejemplo, un ecologismo no dogmático, responsable, que pensara primero en las vidas humanas, habría reforestado la parte alta y construido presas pequeñas para retener agua y evitar la inundación repentina. Se prefirió la «biodiversidad» y murieron 224 personas, además de cuantiosas pérdidas económicas.
El apagón del 28 de abril de 2025 sucedió por una penetración excesiva de las fuentes renovables sin apoyo de la nuclear, o de los ciclos combinados de gas o hidroeléctricas. Esto ocurrió porque el Gobierno ecologista que nos ha tocado en desgracia quiso presumir de un sistema casi 100% renovable, y la pifió. Por pura ideología, el progresismo en nuestro país está en guerra con la energía nuclear y no ve el modo de quitársela de encima, salvo decretazo, a pesar de que ya para la Unión Europea es energía «verde».
Por cierto, resulta tan patético como sintomático que Teresa Ribera, la infausta ministra de Transición Ecológica, fuera en España firme partidaria de eliminar la nuclear y en Bruselas todo lo contrario tras conseguir un puesto en la Comisión para la «Transición Limpia, Justa y Competitiva». La ocurrencia ecologista provocó cinco muertes y pérdidas económicas de 4.500 millones de euros según la sanchista RTVE, por lo que seguro han sido más.
«Los montes públicos están en malas condiciones porque el progresismo ecologista confunde protección con abandono»
Y el último ejemplo del ecologismo que mata, es el de los incendios. Los montes públicos están en malas condiciones porque el progresismo ecologista confunde protección con abandono, de manera que los bosques están demasiado densos, no hay podas suficientes ni profesionales, ni limpieza de caminos. Tampoco hay un plan nacional de previsión que merezca ese nombre, y menos con un Gobierno que espera sacar un rédito electoral con cada tragedia. Los técnicos forestales alertaban de que tras un periodo intenso de lluvias y un calor elevado, lo más probable eran incendios de nueva generación; es decir, muy extensos y rápidos porque la tierra está seca.
Sin previsión, porque no renta en la urnas, no ha habido coordinación entre administraciones, ni presupuestos para comprar material y contratar personal, ni celeridad en la respuesta. Estos ecologistas que nos gobiernan no han hecho nada no solo porque sean irresponsables y negligentes -tenemos 48.000 millones de fondos de la UE sin ejecutar-, es que el dogma les ciega. El resultado es de tres muertos, miles de personas evacuadas y más de 150.000 hectáreas calcinadas, con el mayor incendio de la historia de España.
Este ecologismo dictado desde un despacho urbano, con gente que el único verde que ha pisado es el césped de su piscina, que prohíbe cortar un árbol -hasta 150.000 euros de multa- pero no limpia el monte, que humaniza a los animales como si fueran personajes de Disney, que burocratiza, castiga y presupuesta mientras cobra de lobbys de renovables y de empresas «reconstructoras», está produciendo enormes desgracias en nuestro país. No nos equivoquemos: el hombre y la naturaleza son la misma cosa. No puede ser que el ecologismo se desentienda del bienestar humano. Por esto, denunciar al aprovechado y al inútil, al tóxico que cobra de nuestros impuestos, no es negar la necesidad de cuidar el entorno, sino al revés.