Festara!
«Hay una mirada conmiserativa y benevolente que suele lanzarse sobre los ejercicios de propaganda rebelde porque dan perfectamente igual»

Una concentración a favor de presos de ETA en Bilbao el pasado 12 de agosto. | EFE
Ya estamos de pleno en las fiestas de estío vascas. Han pasado las de la Blanca en Álava y también la Semana Grande donostiarra, con sus toros en Illumbe y su Copa de Oro en Lasarte, como debe de ser. Ahora empiezan las de Bilbao y tampoco faltará de nada en ellas, buenos son los bilbaínos. Pues bien, en las tres capitales hemos tenido que soportar las exhibiciones políticas de los que un amigo llama «aberchándales». Carteles beatificando a los presos de ETA y celebrando sus glorias militares del pasado inmediato, mientras se abomina de todas las instituciones democráticas gracias a las cuales Euskadi disfruta de un nivel de vida envidiable en toda Europa y de libertades y derechos políticos que se encuentran en pocos sitios tan consolidados como aquí, a pesar de que en ningún sitio abundan tanto los merluzos que pretenden privarnos de todo ello en nombre de una gran revolución que solo existe como tumor maligno en sus cabezotas.
Alguien que llegue de fuera (de Marte, por ejemplo, o más cerca, de Cuba o de Pekín) podría creer que aterriza en un pueblo oprimido donde la mayoría de la gente sueña con su liberación violenta y pide que se excarcele a los héroes populares encadenados en crueles mazmorras por el tirano. ¡Venga ya! Los ciudadanos vascos, salvo los que padecen alguna de esas psicopatías mentales que ahora tanto preocupan, saben que tienen problemas y deficiencias administrativos -como en todas partes- pero que el balance es positivo al 90%, si no más. Vamos que como en España, incluso en la España de Sánchez, Óscar Puente y Santos Cerdán, en ninguna parte.
Hay una mirada conmiserativa y benevolente que suele lanzarse sobre los ejercicios de propaganda rebelde, no porque despierten la menor simpatía sino porque dan perfectamente igual: a fin de cuentas más vale no llevarles la contraria porque son muy brutos cuando se enfadan y para qué buscarse líos. Que se lo pregunten si no a los ertzainas de Azpeitia, que recientemente no hicieron más que cumplir con su deber y se encontraron acosados por una turba de jóvenes y no tan jóvenes deseosos de un pretexto para jugar a la revolución pendiente. Por cierto, después de uno de estos aquelarres nunca faltan los supuestos «sensatos» que sostienen que la reacción de las fuerzas del orden fue «desproporcionada». Se lo traduzco a la lengua común, por si ustedes no conocen esa jerga: se dice que la respuesta policial fue «desproporcionada» si fue eficaz y funcionó, es decir si finalmente se impusieron a los levantiscos tal como esperamos los ciudadanos que les pagamos el sueldo. Si, por el contrario, los guardias se vieron desbordados y los desórdenes continuaron durante horas sin control eso indica que se mantuvieron dentro de lo proporcional, o sea que ganaron los sublevados y ocuparon la calle hasta que se aburrieron o se hizo la hora de cenar.
El cuartel general de esos motines que se celebran ritualmente durante las fiestas patronales son siempre las txosnas, esas casetas decoradas de acuerdo con los ideales subversivos de quienes saben que durante unos cuantos días podrán triscar alegremente por los prados de la impunidad subversiva. Carteles de etarras glorificados, feminismo de estereotipos devora hombres, solidaridad antisemita con Hamás, batiburrillo de géneros indómitos bajo todas las letras consonantes del alfabeto y, lo más celebrado, «pluralismo» y «anticapitalismo» (?). Bueno, lo del pluralismo es bastante discutible porque en las txoznas se defiende una ortodoxia inapelable que a veces no llega a cumplir a gusto de los inquisidores ni siquiera Otegi. En cuanto a lo del anticapitalismo, pues imagínense, esos puestecillos improvisados son todo lo opuestos al capitalismo que puede llegar a ser el pequeño comercio…
Hoy en el Diario Vasco, nuestro sufrido periódico local, me ha hecho reír con un poco de amargura este titular para dar paso a la Aste Nagusia: Pancartas políticas de todos los colores en Donostia. Cualquiera hubiera podido entender que en las txosnas se codeaban carteles de Vox con otros de Bildu, pero nada más ilusorio. Como el propio artículo de DV aclara a continuación, la diversidad a la que se refiere está constituida por propaganda a favor del boicot a Israel y de apoyo a los palestinos, publicidad de la izquierda separatista en diversos grados de radicalismo, a favor del euskera (o sea contra el castellano), denuncias de la tortura (la única tortura vigente hoy en Euskadi es tener que aguantarles a ellos y a Fermín Muguruza), loores a Donostiako Piratak, principales manipuladores de las txosnas y de nuestras fiestas, protestas por la dispersión de los presos y reivindicaciones ecologistas, de esas que nunca hemos oído antes…
Candorosamente, el autor del artículo señala que «a día de hoy, algunas de las que fueron las caras visibles de las txosnas ocupan diferentes cargos de responsabilidad en las filas de EH Bildu». ¡No me diga, quién lo iba a suponer! Tampoco entonces puede ya extrañarnos que se haya pedido que las dichosas txosnas sean reconocidas como patrimonio inmaterial de Euskadi. Poco me parece, ¿por qué solo de Euskadi? ¡Patrimonio inmaterial de la Humanidad, ni más ni menos! No es hora de falsas modestias…