La hora de Vox
«Abascal ha optado por un discurso del odio y Francia ofrece el ejemplo de cuán rentable es, en tiempo de malestar, la estrategia de la guerra contra la inmigración»

Ilustración de Alejandra Svriz.
En las primeras palabras de su moción, el concejal de Vox se entregó a un despliegue erudito, cifrando los orígenes de la identidad española en la filosofía griega, el derecho romano y el catolicismo. Sobre esa base, declaraba la incompatibilidad radical entre nuestros «usos y costumbres», y los «coránicos», «mahometanos», personificados por la Fiesta del Cordero que los creyentes de Jumilla trataban de celebrar en el polideportivo local.
Es de suponer que la filosofía griega y el derecho romano están ahí de adorno y que la verdadera oposición se da entre el nacionalcatolicismo de los buenos españoles y la fe islámica de los inmigrantes, con la famosa festividad marcando la divisoria. En apariencia, estamos ante una posición xenófoba bien documentada, con el propósito de hacer olvidar que en el Estado español resulta anticonstitucional someter el ejercicio de los derechos civiles a la identidad, de cualquier naturaleza que esta sea, y que el artículo 16 de la Constitución ampara la libertad religiosa. Y el proponente solitario logró su propósito con la argucia utilizada por los concejales del PP, al establecer la prohibición exigida por Vox, desde la misma motivación, pero bien disimulada. Lo rubricó la alcaldesa en sus declaraciones exculpatorias a El País, al invocar la Constitución y luego la atención prioritaria «a la identidad y a los valores religiosos tradicionales».
¿Conocen el concejal de Vox y la alcaldesa, o el obispo de Oviedo, el significado de la Fiesta del Cordero, que es su fundamento religioso? Obviamente, no, porque si leyesen los versículos 102 a 107 del capítulo o azora 103 del Corán, descubrirían que coinciden, salvo en el cambio de nombre de Ismael por Isaac y un mayor dramatismo, con algo que los tres recordarán fácilmente, aunque no se hayan asomado al capítulo 18 del Génesis. Se trata del sacrificio ordenado por Dios (Yaveh, Alá, da igual) a Abraham, de sacrificar a su hijo mayor, como prueba de obediencia, ejecución impedida por la llegada del enviado divino, en ambos textos el ángel Gabriel, que lo impide, siendo sacrificado a cambio un cordero.
El episodio no es baladí. Contiene tres puntos fundamentales, tanto asumidos por el cristianismo en sus distintas ramas, como por el islam. Ante todo, el principio de la omnipotencia divina, la cual, para ser efectiva, requiere ser obedecida por los creyentes superando toda reserva, y tercero, la misericordia del Creador hacia la criatura, relevándole de cumplir una orden inhumana. De este modo, en la estela del judaísmo, cristianismo e islam coinciden al formular la relación esencial entre la divinidad y los hombres, con el episodio del sacrificio del cordero por Abraham como momento emblemático.
La consecuencia es obvia: mal puede ser utilizada la Fiesta del Cordero como prueba de la incompatibilidad entre islam y cristianismo, por singulares que sean las formas de su celebración.
«El falso argumento de la disparidad cultural o religiosa es solo una coartada para legitimar el ejercicio de la xenofobia»
Otra cosa es que en su ritual se den elementos que sí pueden ser conflictivos, pero la objeción tendría que venir entonces desde un punto de vista legal, y no de una sensibilidad identitaria que nada debe decir al respecto. Uno sería las normas de higiene. Por azar, asistí hace dos años a la preparación de la Fiesta del Cordero en la Medina de Tánger y vi que consistía en meter en las casas auténticos carneros vivos para ser sacrificados, como antaño se hacía en España con los pavos en la Navidad. Todo un espectáculo, porque los animalitos no estaban por aceptar de buena gana la invitación. El problema de higiene era inevitable, pero no creo que de eso se trate en Jumilla.
Por encima de todo, estamos ante la celebración en un espacio público de un acto pacífico de carácter religioso, por quienes además forman parte como trabajadores en la vida de la localidad. Esto nada tiene de ilegal ni de ofensivo, salvo que lo sea su presencia como personas, a quienes se ve como diferentes y/o inferiores. El falso argumento de la disparidad cultural o religiosa es solo una coartada para legitimar el ejercicio de la xenofobia. La sugerencia de la alcaldesa, sobre que hagan su celebración en el Matadero local, va en esta línea.
Dicho esto, y al tratarse de un problema que concierne a la inmigración musulmana, conviene advertir que no todo se resuelve con buscar coincidencias doctrinales o con corregir la ignorancia voluntaria, asumiendo la exigencia de la integración, sobre la base de una igualdad de derechos. Precisamente porque la aplicación de tal igualdad de derechos a esa minoría puede tropezar, y de hecho lo hace más de una vez, con una normativa religiosa que sus miembros asumen, con un alto grado de cumplimiento y cohesión interna, en tanto que umma, o comunidad de creyentes. Sobre todo, en cuanto se refiere a la mujer, adscrita a un status de subordinación radical, con base en el versículo 4:34 del Corán («Los hombres están al cargo de las mujeres, en virtud de la preferencia que ha dado a unos sobre otros… Las habrá rectas, obedientes…»).
Es una norma de importancia crucial, cuyos efectos se proyectan sobre todos los ámbitos de la vida y que naturalmente lo hace asimismo sobre la celebración pública de la Fiesta del Cordero, estrictamente masculina. Cabe argüir que tanto Abraham como Ismael eran hombres, pero una cosa era el episodio y otra su celebración, donde la ausencia obligada de las mujeres choca con el artículo 3º de la Ley de Igualdad de Género de 2007, que desautoriza toda discriminación. No faltan en España ejemplos, por suerte cada vez menos, de que una marginación similar se ha mantenido hasta hoy, pero ello no impide que el objetivo de la igualdad sea irrenunciable.
«El islam es complejo, y cuando se legisla en una sociedad plurirreligiosa, el conocimiento de sus principales reglas es imprescindible»
Es un aspecto en que la documentación resulta siempre pertinente para entender cada problema que va surgiendo, y lo mismo a esta escala que en una dimensión más amplia, la bibliografía disponible es, por decirlo de algún modo, huidiza. Contamos con una edición inglesa, pero no con una traducción al español ni al francés, de la biografía canónica del Profeta por Ibn Ishaq, fundamental en múltiples aspectos por su ejemplaridad. Así el relato de la batalla de Badr, victoria de sus fuerzas contra los paganos de La Meca, por hablar de cuestiones actuales, resulta esclarecedor para comprender la acción de Hamás el 7-O y sus consecuencias. Un caso entre tantos de que ni siquiera los especialistas y las editoriales han cumplido con la tarea de debate y difusión, requerida por la importancia del islam como protagonista inesperado de la historia en lo que va de siglo.
Aun sin llegar a preocupaciones académicas, cabe consignar que muchos piensan que el vestido femenino de cubrimiento total, burka o niqab, responde a una exigencia de la ley islámica, lo cual es falso, y también suele ser ignorado que por las sentencias o hadith del Profeta, lo obligatorio es el velo o hiyab, aunque solo cuando la mujer llega a la menstruación. Algo que no debiera ser irrelevante cuando se aborda el tema del uso del velo por las niñas musulmanas en la escuela, aquí generalizado. Una cosa es que un uso responda al cumplimiento de un deber y otra que resulte de la imposición de un padre (o de un imam). Toca al gobierno resolver, y no necesariamente porque nadie proponga instaurar el laicismo.
Consecuencia: el islam es complejo, y cuando se vive o se legisla en una sociedad plurirreligiosa, el conocimiento de algunas de sus principales reglas es imprescindible, para evitar resbalones como el de Jumilla y también para juzgar sin sentirse afectado de eurocentrismo.
De cara a un futuro, con una población previsible de más de tres millones de inmigrantes musulmanes, residentes en España, sería útil que por lo menos en la acción de gobierno fuese real la distinción entre islamismo e islam, tanto en la regulación de los usos como especialmente en la formación de los futuros españoles musulmanes. Es algo todavía posible, aunque difícil, ya que estamos lastrados por la herencia de la ignorancia feliz que protagonizó Zapatero con su «alianza de civilizaciones».
«La islamofilia boba de Zapatero sí intervino para bloquear toda aproximación realista a la integración social de la minoría musulmana»
En una de sus intuiciones, fruto de su voluntad de ejercer el progresismo sin fronteras, después del 11-M ZP decidió que con la islamofilia se resolvía el problema del terrorismo islámico. Profundizar en el tema, advertían sus portavoces, era incurrir en islamofobia. Para ello tomó como socio en la Alianza al turco Erdogan, sospechoso con razón de apartar a Turquía del laicismo de Atatürk, y feliz por el disfraz recibido. Luego convertirá las basílicas bizantinas, como Santa Sofía, en mezquitas, tapando sus mosaicos, en un marco de islamización general. Fue un éxito más de ZP, callado como un muerto ante los desmanes de su «aliado». A falta de otra cosa, sirvió de lucrativo retiro a Moratinos en la ONU como presidente de una organización de actividad nula.
Eso sí, hacia el interior, la islamofilia boba de Zapatero sí intervino para bloquear toda aproximación realista a temas tales como la educación de los jóvenes creyentes, el control de los imanes o la integración social de una minoría musulmana en ascenso.
Da la sensación de que nada ha cambiado, salvo la eficaz acción policial preventiva hasta ahora del yihadismo. No es poco, pero el problema de los musulmanes de segunda generación apenas cuenta en la España de Sánchez, a pesar del antecedente francés. Empieza a ser evocado tras los incidentes de Torre Pacheco, de forma ambigua, en un paisaje donde las informaciones gubernamentales sobre el tema de los inmigrantes, son deliberadamente nulas. Cualquier cosa menos informar con veracidad: los problemas no existen y si a pesar de todo, salen a la luz, la responsabilidad es del PP, convertido en seguidor de Vox, culpable por tanto de la xenofobia.
El incidente de Jumilla, y sobre todo el estallido registrado hace un mes en Torre Pacheco, evidencian sin embargo que el problema existe, tanto del lado de los inmigrantes como sobre todo de la población receptora. Todo se limita por ahora a crisis esporádicas, pero ni el Gobierno ni el PP hacen nada para prever lo que más tarde puede pasar, y cómo evitarlo.
«La ceguera voluntaria del PP y del Gobierno propicia, como consecuencia, el monopolio de Vox en la propaganda ideológica»
La ceguera voluntaria de ambos propicia, como consecuencia, el monopolio de Vox en la propaganda ideológica y en las iniciativas, justamente como se ha visto en Jumilla. Si en una cuestión candente como los menas, el Gobierno parece decir con su silencio que el asunto no es problemático y que lo importante es no mandar ninguno a los «países amigos», Cataluña y Euskadi, el resultado es evidente. Para la opinión, a información cero del Gobierno, impera Vox.
Ha quedado claro también con los sucesos de Torre Pacheco. La información oficial se centró, con rigor encomiable, en el asalto de los ultras, importados o locales, contra los musulmanes, obligados a defenderse. En cambio, el detonador del incendio, la agresión al anciano por unos jóvenes marroquíes, fue literalmente pasada por alto. En el youtube de El País, ni siquiera figuraba la imagen de su rostro ensangrentado, cuando el esclarecimiento del hecho tiene importancia, tanto por una mínima fidelidad a lo sucedido, como porque un eventual ataque gratuito mostraría que hay un germen del conflicto en el colectivo inmigrante. Abascal lo aprovechó a fondo.
El resto de la historia está claro, en cuanto a la disponibilidad para una movilización violenta en sectores xenófobos, tanto locales y foráneos. El conflicto latente, extensible a otras localidades, está servido.
Fue una movilización que no requirió el protagonismo de Vox, el gran beneficiado político de esta crisis. Bastaron las redes sociales, pero Abascal la utilizó sin reservas para presentar el museo de horrores que a su juicio es la consecuencia inevitable de la tolerancia del «bipartidismo» ante la inmigración productora del caos. Una y otra vez, tiene lugar una alianza implícita entre Vox y el Gobierno, con el PP como blanco, entregado al segundo o al primero, según conviene. Y sometido siempre el PP al pressing de Vox, por compartir la base popular el rechazo de fondo en muchos de sus seguidores frente a los costes de la inmigración, aun sin su visceralidad.
«Como buen partido demagógico en tiempo de crisis, Vox juega su papel, con el objetivo primordial de sustituir al partido conservador»
Así, al quedar de relieve la oposición entre el nosotros y los otros, a la vista de su posible calado en la población autóctona, y de las características similares en cuanto al peso de una inmigración musulmana reciente, lo sucedido en Torre Pacheco habría sido la premisa para el acuerdo de exclusión adoptado por la mayoría «popular” de Jumilla.
A fin de cuentas, como buen partido demagógico en tiempo de crisis, Vox juega su papel, con el objetivo primordial de sustituir al partido conservador, sin que le importe mucho el efecto colateral de favorecer así a su verdadero oponente, el Gobierno socialista. A partir de julio de 2023, tal orientación se ha acentuado, y más aún con su reciente alineamiento al lado de Trump.
Ocurre, sin embargo, que el tema de la inmigración es justamente la prueba de su vacío político, más allá de denunciar como culpable al «bipartidismo», como si el PP fuese siempre corresponsable de la acción del gobierno. Condenar de este modo a todo el mundo resulta muy fácil. Solo que en un país como España supeditado a esa inmigración, simplemente para sobrevivir demográfica y económicamente, por muchos y reales que sean sus problemas, o la necesidad de regularla, tal actitud desemboca en un callejón sin salida. No otra cosa es exigir el cierre absoluto frente a la inmigración irregular y luego expulsar a todo legal que delinca. Sin explicar cómo y a que precio.
Estamos ante una pura consigna de movilización, acorde con la actitud asumida por Abascal, en el papel de nuevo héroe cristiano de la Reconquista, exhibido en la reunión de Patriots, frente a la nueva invasión, «la inmigrante brutal” que «nos ha robado las fronteras, nos ha robado la paz y nos ha robado la prosperidad». Falta solo la imagen de Santiago Matamoros, aquí de doble uso, invocada implícitamente en sus elogios al jefe de Vox por los líderes de la extrema derecha que participaron en el evento de Madrid. Una vez tomado en serio ese papel de nuevo Don Pelayo, le tocaría encabezar una cruzada, que francamente no nos hace falta alguna.
«Al modo del lepenismo, el destinatario son las clases populares que, según los sondeos, van ya nutriendo el electorado de Vox»
El líder de Vox intenta disimular su ideología, proclamando que solo se opone a la inmigración irregular, pero la campaña ya en curso, sobre el modelo de Jumilla y el eslogan de «España no es Al-Ándalus» descubre el fondo xenófobo de una política dirigida para evitar «la islamización de España», contra esos «moritos» de que habla el obispo de Oviedo. Al modo del lepenismo en Francia, el destinatario son esas clases populares, trabajadores y desempleados, que según las encuestas van ya nutriendo el electorado de Vox.
Resulta asimismo ilustrativo ver cómo se sitúa Abascal al responder a la cacería demasiado real de marroquíes en Torre Pacheco, afirmando que la verdadera cacería, a su juicio, es la de las mujeres españolas por inmigrantes agresores. Ha optado por un discurso del odio.
Aunque las limitaciones del discurso de Vox son evidentes, la reciente evolución del mundo con Trump, todo un modelo, así como de Europa, pone de manifiesto que su fracaso en modo alguno está asegurado. Francia ofrece el ejemplo de hasta qué punto es rentable en tiempo de malestar, la estrategia de la guerra contra la inmigración. La experiencia italiana, por su parte añade que solo con cargar a fondo contra la inmigración, no basta, y Abascal, con el añadido de su toque neofranquista, se parece mucho más a Salvini que a la exitosa Giorgia Meloni. Al mismo tiempo, cada uno a su modo, desde sus respectivos vacíos políticos sobre el tema, PSOE y PP colaboran al avance de Vox.
En suma, las encuestas subrayan, y lo prueba también cuanto acaba de suceder, que a Vox le funciona la táctica de presionar de modo permanente y sembrar la confusión en el PP. «Objetivo cumplido», declaró el concejal de Vox en Jumilla.