Salvar la vida
«Cuando las circunstancias son graves, los ciudadanos se percatan de que tener un Gobierno de analfabetos morales es un peligro para la supervivencia»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Buena parte de la pugna política, sobre todo la más agresiva, suele achacarse a un clásico enfrentamiento entre ideologías. El Gobierno se supone que es progresista, es decir, de izquierdas (algo que sólo ellos mismos afirman), y quienes se oponen son conservadores o derecha-y-extrema-derecha. Es una falacia.
Para empezar el régimen sanchista no es ni progresista ni de izquierdas, es pura y simplemente oportunista, de modo que establece alianzas con fascistas, racistas y separatistas sin que el socialismo tenga la menor relación con estas posiciones ideológicas. El uso de la palabra «socialista» por parte de lo que queda de la dirección del PSOE (dos de cuyos dirigentes máximos esperan o están en la cárcel) es simplemente mercantil, como quien ofrece habichuelas, pero sólo tiene altramuces. Es una técnica comercial para ver si pican los que quieren habichuelas, pero se conforman con altramuces.
No es, pues, un enfrentamiento entre ideologías, como la que hay entre comunistas y capitalistas, o socialistas y democristianos, o fascistas y liberales. Nadie ha leído un solo escrito de ningún miembro del Gobierno explicando sus creencias, proyectos y esperanzas. La izquierda clásica ha sido siempre prolífica en escritos y ensayos explicativos. Pero observen que no hay ni un solo texto, ni siquiera artículo de prensa, que defienda ideológicamente los principios del actual Gobierno desde el Gobierno. Sus defensores son todos empleados domésticos del poder. Es un socialismo virtual y mercenario.
Esto es así no sólo por el analfabetismo que rodea al presidente, él mismo analfabeto hasta el punto de no haber sido capaz ni de redactar su tesis doctoral, sino también porque no es un Gobierno que piense, es un Gobierno sin cerebro. Y lo que es más grave, carece de pensamiento racional, pero también carece de pensamiento moral. Es un Gobierno indecente.
El problema de aquellos ciudadanos que están sometidos a un gobierno de idiotas morales e incompetentes factuales, no es un caso de sufrimiento sentimental sino de peligro de la vida. Mientras la sociedad va tirando del carro, estar en manos de idiotas sólo produce irritación, pero cuando las circunstancias son graves, entonces los ciudadanos se percatan de que tener un Gobierno de analfabetos morales es un peligro para la supervivencia.
«Frente a la mayor catástrofe incendiaria de los últimos años, Sánchez siguió tomando el sol hasta que tuvo que salir para hacerse la foto»
Se había visto ya cuando un inesperado desastre arrasó una parte de las provincias valencianas. No sólo el partido en el poder demostró su escandalosa inepcia, sino que se lanzó a atacar a todo quisque por ver si colaba, como los niños que han cometido una fechoría y se ponen de acuerdo para acusar al profesor. No coló. Cuando por fin Sánchez osó poner el pie en aquella zona, recibió tal rebote que salió corriendo como su socio catalán, el indescriptible Puchi.
Y se ha vuelto a poner de manifiesto esta semana. Frente a la mayor catástrofe incendiaria de los últimos cien años, el presidente siguió tomando el sol en su palacio hasta que no tuvo más remedio que salir para hacerse la foto. Así que interrumpió un momento su vagancia para tomar dos helicópteros (dos que quedaron suprimidos de las fuerzas que luchan contra el fuego), hacerse la foto, y correr a refugiarse de los improperios en la piscina.
Lo importante de la cuestión es que miles de ciudadanos, especialmente del noroeste, se han visto atacados y destruidos, como sus compadres valencianos hace unos meses, sin que llegara la más mínima información o ayuda hasta al cabo de diez días. Y cuando el señorito ha abierto la boca ha sido para proponer un pacto nacional en defensa de las focas.
Sánchez cree que sus votantes son idiotas («Idiota»: 2. Engreído sin fundamento para ello. Diccionario de la RAE). O, por ser caritativos, que son tan idiotas como él mismo. En las próximas elecciones, de haberlas, constataremos si y cuánta razón lleva.