The Objective
Antonio Elorza

El ausente

«La ausencia premeditada es en Sánchez un componente de su estrategia política, al que acude una y otra vez para no pagar nunca el precio de sus decisiones erróneas»

Opinión
El ausente

Ilustración de Alejandra Svriz.

El juego de las ausencias es tal vez el rasgo más original de la personalidad de Pedro Sánchez, por encima incluso de su autoritarismo. Como es obvio, nada tiene que ver con los motivos que llevaron a los seguidores de José Antonio Primo de Rivera a nombrarle como «el Ausente» tras su fusilamiento. La ausencia premeditada es en Sánchez un componente eficaz de su estrategia política, al que acude una y otra vez en la oscilación pendular entre el ejercicio de un poder autocrático y la voluntad de no pagar nunca el precio de sus decisiones erróneas. Jugó un papel importante en la dana de octubre pasado y ha vuelto a intervenir en el curso de la catástrofe nacional de los incendios, pasando por la crisis del apagón.

En términos taurinos, Pedro Sánchez el Ausente sería un heredero del famoso Rafael el Gallo, el de las espantadas cuando veía entrar en el ruedo a un miura cinqueño. Ante el riesgo de verse obligado a asumir graves responsabilidades o de sufrir una pérdida de imagen, Sánchez le imita: huida al canto. Con la diferencia de que el Ausente sabe muy bien cómo esconder su ardid ante la opinión. Los cinco días de reflexión hace un año fueron a este respecto todo un hallazgo.

El primer ensayo tuvo lugar durante la crisis de la covid. No había otro remedio que dar la cara, asumiendo la declaración del estado de alarma, pero el útil protagonismo de Fernando Simón le permitió eludir los aspectos más negros de la crónica y proclamar al menor signo favorable que todo estaba mejorando. «La gran ola de la pandemia ha sido superada» y recuperamos la normalidad, anunciaba Sánchez ya el 23 de mayo de 2020, una confianza desmentida por el alud de contagios y muertes. El intento de una jueza de buscar responsabilidades por el 8-M provoca la movilización de los servicios jurídicos del Estado y de sus medios afines para sofocarlo. Con éxito.

Por encima de todo, evitó asociar su imagen con la muerte, salvo en ceremonias oficiales, algo que tratará de repetir en Valencia. En cuanto pudo, como ahora, delegó la responsabilidad en las autonomías, tras una iniciativa de Urkullu, quien luego se arrepentirá. Y como al final la covid se retira, no duda en cantar victoria.  

El patrón está ya definido. Ante cualquier obstáculo de importancia, entra en juego la utilización de los recursos disponibles del Gobierno para imponer el relato y los intereses oficiales, siendo eludida toda presencia de Sánchez que pudiera implicar un desgaste de su imagen. Así, no se le ve en el voto al ser rectificado el «sí es sí», ni defiende la Ley de Amnistía en el Congreso. Aparece cuando hay que lanzar la carga contra el PP. 

«En el apagón, volvió la ausencia bajo la forma de un retraso de cinco horas en aparecer, tres más que el primer ministro portugués»

Las tres grandes catástrofes del último año han sido el banco de prueba de esta táctica. La torpeza de Mazón le permitió inhibirse de la gestión de la dana, con el estupendo «si quieren ayuda, que la pidan», ahora reeditado, salvándose del protagonismo costoso del estado de alarma. Paiporta lo tradujo en imágenes y ya, como ahora, opta por esconder también a sus colaboradores directamente implicados en la crisis, entonces Teresa Ribera, ahora su sustituta Sara Aagesen, para evitar salpicaduras.

En el apagón del 28 de abril, volvió la ausencia medida, bajo la forma de un retraso de cinco horas en aparecer, tres más que el primer ministro portugués en la misma situación, y de diez horas para proporcionar una información sumaria. Nada quedó claro, ni entonces ni en el futuro, salvo su propósito de señalar como chivo expiatorio a las eléctricas, y de evitar a toda costa la crítica al mito sagrado de las renovables. Ante la alternativa sugerida de la energía nuclear, Sánchez se atiene al dogma progresista: «No es la solución, sino el problema». La realidad no es la realidad, sino mi realidad.

Tres meses más tarde, aquella se impone y discretamente admite la continuidad de las centrales que iban a ser cerradas. Algo debió aportar para ello el apagón, porque no se aducen motivos para el cambio. Rectificar, nunca.

La aplicación de este método neobaconiano de ausencias y presencias en sintonía, dictadas solo en y por el interés superior de Pedro Sánchez, más el consiguiente ejercicio de manipulación informativa, tienen una inevitable consecuencia: no hay forma de que los ciudadanos se enteren como es debido de los problemas de importancia, sean inesperados como el apagón o estructurales.

«La omisión de los datos reales sobre la inmigración es la patente de corso para lanzar sus mensajes sin miedo a verse desmentido»

Los relacionados con la inmigración, han sido y siguen siendo el mejor banco de prueba de los segundos. El presidente está satisfecho con la inacción y la falta de información, desde las cuales transmite una imagen de humanitarismo, y puede desestimar las críticas del PP, asociándole a Vox. Sus intervenciones son dosificadas o de hacer que hace, como los viajes a Mauritania. Sánchez espera todo el verano de 2024 para entrevistarse sobre el tema con el presidente de Canarias y el 12 de agosto lo hace, coincidiendo con el auge de los incendios. Y sobre todo, cualquier noticia sobre conflictos, culminando con Jumilla y Torre Pacheco, le sirve solo de munición para descalificar al supuesto binomio PP-Vox. El problema no existe. Solo la xenofobia de populares y voxeros que el Gobierno va a combatir.

La omisión de los datos reales sobre la inmigración, que ese Gobierno debiera proporcionar puntualmente en todos los órdenes, desde los efectos económicos y sociológicos a la delincuencia, es la patente de corso para poder lanzar sus mensajes sin miedo a verse desmentido. Por eso le es esencial ahora que no sea revisado en profundidad el complejo de causas de la catástrofe. Desprecia la contrapartida de esas ausencias y silencios, a pesar de que una opinión pública desorientada resulta presa sin obstáculo de los discursos más radicales. Pero no hay asomo de que rectifique. Los estallidos de uno u otro signo, le vienen muy bien, para estrechar el cerco a un PP atrapado en pinza por el progreso de Vox.

Nada tiene de extraño que este manido guion haya cobrado plena actualidad con el tsunami de incendios. En un primer momento, sin prever su alcance, y ante la conducta impropia, en forma de vacaciones no interrumpidas por el presidente de Castilla-León, surge la ocasión para lanzar contra él al agresor de servicio, con el PP como blanco. Pero al constatar que la cosa va en serio, pasa a primer plano la prioridad habitual de no asumir responsabilidades. Así, como salida de urgencia, el día 12, el Gobierno implanta «el estado de pre-emergencia», que parece de emergencia y no lo es, a sabiendas. Mejor que las comunidades del PP sigan gestionando la tragedia, con Mañueco sobre todo en el papel de nuevo Mazón.

En una situación confusa, las tres comunidades más afectadas rehúyen la emergencia, Feijóo lo avala, y en cuanto a sus peticiones concretas, no son atendidas o descalificadas, entonces y a posteriori. En su veraneo, Sánchez sabe que tiene ya la coartada para inhibirse. El día 16, el ministro Marlaska hace pública la inhibición del Gobierno, declarando que «no está sobre la mesa que asuma la emergencia de los incendios», a pesar de que estos afectan simultáneamente a varias comunidades. La inhibición se traduce en la tardanza en solicitar medios de las no afectadas, y sobre todo, más allá del papel sacrificado de la UME, en el retraso y en los límites posteriores del recurso al Ejército, siquiera para labores auxiliares de transporte y asistencia a las poblaciones.

«En el uso de la propaganda, Sánchez no es un presidente demócrata, sino un discípulo aventajado de la manipulación totalitaria»

España arde, pero Marlaska aduce que tendrían que pedirlo las autonomías, en contra del texto de la Ley de Protección Civil, que otorga al Gobierno en primer lugar tal iniciativa. El día 17, una semana después de ser evidente la progresión de los incendios, Sánchez regresa al fin de Lanzarote y lleva puesta la solución definitiva: el Pacto de Estado por la Emergencia Climática, como si su ausencia y la de otros ministros, la de Aagesen en primer plano, fuera lo más natural del mundo. En El Confidencial, Juan Soto Ivars lo explica: «Los muertos en una catástrofe no mueven al presidente y sus ministros a paliar su dolor o a evitar que se repita, sino a diseñar una estrategia de comunicación».

Un manifiesto ecologista, convertido en pancarta de agitación, lo resolverá todo y de paso hundirá en la miseria a la oposición política. En el uso de la propaganda, Pedro Sánchez no es un presidente demócrata, sino un discípulo aventajado de la manipulación totalitaria, y con mejores medios.

Siguen los anuncios de ayudas, inevitablemente enormes, con la declaración de zonas catastróficas y, como el Gobierno nada tiene que reprocharse, se inician las manifestaciones a lo valenciano contra los presidentes del PP. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. En Galicia, se incorpora a las mismas otra Ausente, la vicepresidenta Yolanda Díaz.

Cerrando el círculo, y no pudiendo ser evitada totalmente la democracia, a modo de sucedáneo del Congreso, territorio hostil, acudamos a la resucitada Conferencia de Presidentes, donde él lleva la voz cantante y guarda la llave de todo «acuerdo» o «recomendación». En su curso pueden ser cargadas las culpas sobre presidentes autonómicos del PP y además el formato impide un debate de tipo parlamentario y la adopción de decisiones.

«Se trata de eludir el análisis efectivo de las causas de la catástrofe, en nombre de una ecología sacralizada»

Una vez más, la propuesta de Sánchez tiene por objeto borrar con palabras un requerimiento de la realidad. La «emergencia» que hubiera debido asumir, se traslada al rótulo del Pacto, y en cuanto al análisis de la tragedia ocurrida, algo a evitar a toda costa, al objetivo de resolver la única causa según su conveniencia, la crisis climática. Esto es, se trata de eludir el análisis efectivo de las causas de la catástrofe, en nombre de una ecología sacralizada. Por último, a efectos de rematar la faena, llega el momento de doblar la inculpación de las autonomías del PP con la condena de Feijóo por rechazar el Pacto, una solución tan científica. De la espantada, al bajonazo.

Sánchez invoca la «lealtad institucional», que debe ser algo así como alinearse todos en seguimiento suyo. Ahora solo falta exhibir las promesas de ayudas y cuando por fin los incendios se apaguen, colocarse el Gobierno detrás del justo elogio a quienes han luchado contra el fuego, para capitalizarlo en beneficio propio. Pedro Sánchez, el Ausente de la semana de fuego, pasa al papel de Salvador, con su Pacto enarbolado como si fueran las Tablas de la Ley. Al tiempo.

Lo cierto es que esta tremenda crisis solo ha dejado una enseñanza política clara: el Estado de las autonomías, simplemente no ha funcionado, al generar una enorme inseguridad en cuanto a competencias y responsabilidades. Más el agravante del conflicto entre los dos niveles de poder, el autonómico y el estatal. La solución técnica no ofrece dudas: el Estado federal. Una racionalización imposible, con Pedro Sánchez al frente del país.

Dada la crispación reinante, tampoco cabe esperar que tenga lugar el necesario examen de las responsabilidades políticas, a todos los niveles, el local incluido, por ausencia de medidas de prevención de los incendios, primero, y por la respuesta a los mismos, de poderes autonómicos y gobierno.

«Hace falta conocer de modo exhaustivo la red y la jerarquía de causas que dieron lugar a la catástrofe, sin respuestas previas»

Por fin, como contenido esencial del análisis, sería imprescindible preguntarse por las causas efectivas que han dado lugar a la tragedia, incendio a incendio, zona a zona, para intentar formar un cuadro de conjunto. El Pacto de Sánchez ya lo tiene resuelto de antemano, invocando el cambio climático, pero una cosa es el supuesto teórico y otra lo que pasa en realidad. Recordemos las cuatro palabras de Teresa Ribera en el Congreso, olvidadas, de que su plan de 2008, que hubiera evitado el desbordamiento del barranco del Poyo, no lo llevó a la práctica como ministra por cuestión presupuestaria y «criterio ecológico». La ecología como imperativo de validez universal, sin tener en cuenta otros factores, puede llevar a la catástrofe.

Esto es capital, para aplicarlo al conocimiento de las causas de la reciente crisis. El calentamiento del planeta es el marco a tener en cuenta, como hipótesis de partida y condicionante general, con más del millón de hectáreas quemadas en Europa, en un verano de fuego, pero la intensidad de la catástrofe española evidencia que en modo alguno es lo único determinante. Más allá de los bulos difundidos sobre los cortafuegos o la limpieza del bosque, parece evidente que el ajuste entre normativa y práctica no se ha dado en esos ámbitos. Cuenta la España vaciada. Ejemplo: ¿cómo puede cumplir bien con la obligación de limpiar el monte una población escasa y envejecida? En una palabra, la prioridad defectiva de los factores de prevención y contención, más la piromanía, son cuestiones ineludibles a examen tras lo sucedido.

Insistamos, hace falta conocer de modo exhaustivo la red y la jerarquía de causas que dieron lugar a la catástrofe, sin respuestas previas. No basta con las estadísticas de hectáreas quemadas y con la acumulación de escenas de dolor. El examen ha de ser previo a la formulación de proyecto alguno sobre una base doctrinal. Y como Pedro Sánchez, el maestro de las ausencias, tiene todo el interés político personal en evitarlo, hay que ser pesimista.

Al menos a corto plazo, dadas también la centralidad para el PP de señalar al Gobierno culpable y la respuesta ya fija de Vox, asistiremos al despliegue del trampantojo de Sánchez, sobre un fondo de oscuridad y violencia verbal. Los voceros oficiales se han apresurado a denunciar «la bronca», fruto de que una oposición además culpable se olvida de la tragedia para atacar al Gobierno, pero es que la tal bronca nace de la desinformación ordenada por el presidente. Peor es cerrar los ojos ante lo ocurrido.

Es un terreno en el cual Sánchez se mueve muy bien, aun cuando el precio sea el desprestigio creciente de la política entre los ciudadanos. Así, él se salvará de la quema. En cuanto a la Comisión Interministerial sobre el Cambio Climático, debiera haber sido una realidad, sin esperar al desastre aun en curso. El Pacto Nacional por la Prevención de los Incendios, aprovechando las enseñanzas de la tragedia, por encima de los intereses partidarios, estará por hacer.

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