The Objective
Joaquín Leguina

En recuerdo de Pilar Miró

«En un mundo de hombres, como era el del cine español de aquella época, le tocó pelear para hacer valer su talento y su sensibilidad»

Opinión
En recuerdo de Pilar Miró

Pilar Miró en la gala de los Premios Goya. | Academia de Cine

Pilar Miró había sido directora general de Cinematografía en el primer Gobierno socialista, con Javier Solana como ministro de Cultura, y fue nombrada directora de RTVE en sustitución de José María Calviño.

La independencia de criterios con los que Miró operaba y el apagón televisivo que se produjo el día de la huelga general quizá la hacían sospechosa de blandura o heterodoxia para una parte del PSOE, la más ligada al aparato burocrático. Quizá por eso, cuando saltó el escándalo, ella y sus más próximos colaboradores pensaron que aquella bomba la habían colocado algunos socialistas. En cualquier caso, el escándalo, que ocupó miles de páginas en los periódicos, saltó a causa de una nimiedad. Pilar usaba un vestido en las recepciones oficiales que había cargado al ente público y lo había contabilizado en una partida incorrecta. Eso fue todo. Pero si uno leía los periódicos, parecía que Miró había atracado el Banco de España y se había llevado a casa las reservas de oro. La cosa, ¡cómo no!, acabó en el juzgado con una querella criminal que, tras el correspondiente e interminable proceso, quedó literalmente en nada. La sentencia exoneró a Pilar Miró de cualquier delito, pero el destrozo personal ya estaba hecho y ella tuvo que soportar durante meses que la llamaran “ladrona” y otras lindezas por el estilo.

Cuando fue desalojada de su puesto tras el escándalo, Pilar y yo comimos juntos -como solíamos hacer- y le pregunté cuáles eran sus planes. “Hacer películas, que es mi oficio”, me dijo. Indagué entonces qué tipo de película le gustaría hacer, a lo que contestó, lacónica: “Una película en la que una mujer perpetra una venganza”. Le prometí que yo escribiría una historia para ella, por si le pudiera servir. 

Trabajé mucho los ambientes de Madrid (1931-1943) y del Berlín de aquella agitada época, y tardé aproximadamente un año en concluir y publicar una novela narrada por tres voces y que pertenece al género de la “novela negra”. La novela lleva un título cernudiano: Tu nombre envenena mis sueños. Colaboré en el guion y descubrí que no es nada fácil trasladar una novela a la pantalla. Una novela, la mía, que los lectores y críticos habían calificado de “muy cinematográfica” y que, al intentar meterla en hora y media de proyección, le sobraba argumento, andanzas y paisajes por todos lados. Me quedó sobradamente demostrado que la libertad que el novelista se toma con sus personajes y aventuras no es fácil de encorsetar en un guion cinematográfico. Finalmente, Ricardo Franco fue el encargado de elaborar la última versión y el guion se rodó sin especiales problemas, con Carmelo Gómez, Emma Suárez, Anabel Alonso y Toni Cantó en los papeles principales. Cuatro buenos actores que hicieron bien su trabajo. Cuando, de tarde en tarde, aún se pasa por alguna televisión me llegan los ecos de su buen recibimiento por parte del público.

A Pilar Miró, admiradora de Gary Cooper y de Humphrey Bogart, le gustaba componer un personaje de “dura”, pero no creo que lo fuera. Eso sí, defendía sus ideas y las ponía en práctica con tenacidad. A esta cinéfila licenciada en Derecho nada le fue regalado. En un mundo de hombres, como era el del cine español de aquella época, le tocó pelear para hacer valer su talento y su sensibilidad. Hizo películas notables y, si la muerte no le hubiera llegado tan pronto, su obra se hubiera completado con éxito.

Pilar tenía desde niña un defecto cardíaco (vivía con dos válvulas artificiales en el corazón) y, probablemente, de ahí vino el infarto que la mató, dejándonos un hueco en nuestras vidas que sus amigos no rellenaremos. Cuando murió, como siempre entre los españoles, comenzó a funcionar el incensario y quienes la habían despellejado la pusieron por las nubes. Aquello fue un doloroso sarcasmo.

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