The Objective
Victoria Carvajal

La tolerancia de los mercados

«Quién sabe si los mercados financieros están siendo incapaces de anticiparse a la gran crisis que se nos echa encima. No sería la primera vez»

Opinión
La tolerancia de los mercados

Ibex 35 | Ricardo Rubio (Europa Press)

Sirven de freno o de estímulo. La reacción de los mercados financieros a las decisiones en política económica avisa de posibles desequilibrios como resultado de estas o de la desconfianza que suscitan entre los agentes económicos. A veces también de acicate para seguir por ese camino. Y otras veces, también, se equivocan y no ven el peligro. ¿Un banco central europeo que no hace nada por salvar al euro?

Los mercados llevaron hasta cotas inasumibles los tipos de interés de los países con mayores desequilibrios en lo peor de la Gran Recesión que detonó la crisis financiera de 2008. Hasta que Mario Draghi anunció que haría todo lo que fuera necesario –«y, créanme, será suficiente», en sus propias palabras– para evitar la ruptura de la moneda común. El euro se salvó. Donald Trump también conoce esos límites. Mal que le pese al aspirante a autócrata que lleva dentro. 

Desde que tomó posesión de su cargo en enero de 2025 y con la excepción de algún juez federal, los mercados han sido prácticamente el único mecanismo que ha servido para poner freno a sus desmanes. Le obligaron a dar marcha atrás en su plan de aranceles indiscriminados que presentó en abril, que pasó de ser el Día de la Liberación al día de la claudicación. Sin que a estas alturas se sepa, por otra parte, quiénes del entorno del presidente se pudieron beneficiar del anuncio de su rectificación con los mercados financieros abiertos. Hay quienes, sin embargo, han expresado su preocupación por la creciente tolerancia de los inversores con las tropelías del presidente americano. 

Un ejemplo es la escasa reacción al último intento de asalto por parte del presidente a la independencia de la Reserva Federal. Donald Trump anunció hace unos el despido de una de las gobernadoras de la Reserva Federal, Lisa Cook, a la que acusa de un fraude hipotecario. Cook ha anunciado por su parte que se defenderá en los tribunales y permanece en su cargo por el momento.

En un reciente editorial, el semanario The Economist recordaba que, si bien los presidentes de EEUU pueden despedir a los gobernadores de la Fed, esta medida no ha sido nunca tomada por ninguno de los predecesores de Trump y ha de estar apoyada en una causa poderosa. Cook no ha sido condenada ni las acusaciones han sido demostradas por el momento. Y la autoridad del presidente para echarla está en cuestión.

El presidente estadounidense, contrariado por la prudencia con la que el presidente de la Fed, Jerome Powell, a quien, por otro lado nombró él mismo en su primer mandato contraviniendo la norma no escrita de mantener al presidente heredado, entonces Janet Yellen, está administrando las bajadas de los tipos de interés, quiere alterar la mayoría en el consejo del banco central y colocar a personas afines que le permitan relajar más rápidamente la política monetaria para dinamizar una economía que empieza a dar señales de enfriamiento, como refleja el último dato de empleo de agosto. No le importa si un descenso demasiado veloz de los tipos puede poner en riesgo la estabilidad de los precios en el medio y largo plazo. Tampoco la independencia del banco emisor que es vital para su credibilidad. Sólo su popularidad, en mínimos (41%) desde que accedió a la presidencia. 

El semanario británico menciona al último presidente estadounidense que intentó manipular a la Fed fue Richard Nixon, quien presionó al entonces responsable de la institución Arthur Burns para que rebajara los tipos de interés antes de las elecciones presidenciales de 1972. La medida resultó calamitosa. «La inflación subió incluso antes del shock de petróleo de 1973 y se tardaron 10 años en controlarla». 

Estados Unidos acumula importantes desequilibrios. Con un déficit del 7% del PIB y una deuda por encima del 100% del PIB, la credibilidad de la lucha contra la inflación del banco central es esencial para que los inversores sigan comprando bonos del Tesoro estadounidense que sirven para financiar esa amplia brecha entre los ingresos y los gastos. Una brecha que la recién aprobada reforma fiscal, la llamada Beautiful Bill, amenaza con incrementar.

Cuanto más se aleje la inflación del objetivo del 2% recogido en su mandato (en julio se situó en el 2,7%) y que es lo que se considera estabilidad de los precios, más subirán los tipos de interés a largo plazo que demandan esos compradores de deuda estadounidense. Y si el dólar sigue debilitándose (ha caído cerca de un 10% frente al euro), con más motivo.

Como le ocurrió a Nixon, ¿puede a Trump volvérsele en contra la fuerte presión que está ejerciendo sobre la Fed? Desde que llegó al poder, los tipos de interés a largo plazo (los bonos a 10 y 30 años) en el mercado secundario de deuda, que son la referencia para los préstamos hipotecarios, han llegado a subir casi un punto (hasta un máximo de 4,8% y 5%, respectivamente) en los momentos más turbulentos. Y no han vuelto a recuperar los niveles previos.

Por su parte, la Bolsa de Nueva York acumula por su parte cuatro meses de subidas imparables. Demostrando tener una alta tolerancia a la revolución económica que supone Donald Trump. Quién sabe si, como concluye el premio nobel Paul Krugman en un reciente artículo, los mercados financieros están siendo incapaces de anticiparse a la gran crisis que se nos echa encima. No sería la primera vez, advierte.

Publicidad