Era tonto y se hizo malo
«China, Puigdemont y, por supuesto, su amigo Maduro, son zonas negras, de escasa transparencia, en las que Zapatero se maneja muy bien entre las sombras»

Zapatero, Sánchez y Maduro. | Ilustración de Alejandra Svriz
Demoledor, por certero, estuvo el escritor Arturo Pérez-Reverte hace unos días en El hormiguero de Antena 3, cuando quiso hablar sobre lo que para él es el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. «Era tonto y se hizo malo». En una sola frase hacía el currículo político del expresidente. Señalaba el académico de la Lengua que lo peor no son los malos, ni los malvados, lo peor son los tontos que al final son siempre los que causan directamente los problemas.
Fue Zapatero el que generó la gran crisis política que vivimos con Cataluña cuando siendo presidente, y disparado de adrenalina en un mitin, prometió que aceptaría el Estatuto que viniera de allí. Fuera el que fuera. Un kamikaze que dejó barra libre a los independentistas mientras estrellaba la Constitución. Tuvo que salvarlo el Tribunal Constitucional eliminando artículos a todas luces contrarias a nuestra Carta Magna. Zapatero aplaudió esta decisión del TC, pero luego, acobardado, se quiso quitar del medio con el incendio ya desbocado. Fue Zapatero también el que negó la crisis financiera, y en un homenaje al capitán del Titanic seguía diciendo simplezas mientras la economía española se hundía.
Sin duda, lo más grave, como recordaba Pérez-Reverte, es que fue ese mismo «tontaina» de Zapatero el que desenterró la Guerra Civil. Lamentaba el autor de Alatriste, que fuera Zapatero el que recuperó el discurso de «ellos y nosotros, buenos y malos, rojos y azules. Con su simpleza política sacó los fantasmas de la confrontación». Un discurso al que se ató desde el principio Pedro Sánchez, que, en palabras de Reverte, «era ya malo desde el principio».
No se habló en el programa del Zapatero actual. Del que se ha hecho malo. Ese siniestro político, supuestamente socialista y millonario en inmuebles, cuyos silencios están siendo todavía más tenebrosos que sus meteduras de pata. Zapatero tiene una intensa actividad política y económica en diversas esferas de actuación, siempre manchadas de secretismos sobre acciones de enorme importancia política que se ocultan a la opinión pública. China, Puigdemont y, por supuesto, su amigo Maduro, son zonas negras, de escasa transparencia, en las que Zapatero se maneja muy bien entre las sombras.
¿Qué negociaba y de qué hablaba Zapatero con Puigdemont en sus encuentros en Suiza? Su antecesor en estas inmorales reuniones con el prófugo en el extranjero está ya en la cárcel por sus presuntas actividades corruptas desde hace años. En esas reuniones se ha negociado y vendido el futuro legislativo de España en los dos últimos años. El hombre de los siete votos de Waterloo negociaba a escondidas con el que parece que era, según los informes de la UCO, un modélico ejemplo de comisionista y cabeza de lo que se dibuja ya como la mayor trama de corrupción interna en el partido.
Reuniones que apestaban para un estado democrático de derecho. Y ante ese hedor, nadie mejor que Zapatero para suceder a Cerdán. Un político que desde su peligroso idealismo se ha transformado en un peligroso lobista de intereses dudosos. No tuvo muchas reuniones con Puigdemont, pero accedió u ofreció o vendió la foto de la mayor humillación de la política española. La de ese Salvador Illa, presidente de la Generalitat de Cataluña que, como buen converso ya con el tema de la amnistía, pasaba de renegar de Puigdemont a acudir sumiso a reunirse con él a Bruselas. Con los Presupuestos Generales de España y también de Cataluña, en el principio y final de todo, España todavía no sabe ni lo que se habló, ni lo que se acordó. Nadie ha hablado. Se sigue el libro de estilo de Zapatero.
De las relaciones amorosas de Zapatero con la China comunista ya hemos conseguido que sea unánime el enfado con España de los socios de la UE, por las propuestas comerciales unilaterales de Sánchez, y de la OTAN, por la persistente ruptura de seguridad en los acuerdos del Gobierno de Sánchez con empresas como Huawei, relacionada directamente con el Partido Comunista Chino. Sánchez en su huida hacia no se sabe dónde, se aleja de sus aliados occidentales. Triunfa la labor de zapa de Pepiño Blanco y de Zapatero como «sacrificados» propagandistas de las venturas chinas. El «facilitador» como le gusta autodenominarse a Zapatero, preside un lobby prochino, llamado Gate Center con sede en la madrileña calle de Velázquez, desde el que ha conseguido influir para que la presencia de Huawei y de otras empresas chinas vetadas en occidente, hayan agujereado la Seguridad Social, la vigilancia de fronteras, el ministerio de Hacienda o hasta instalaciones del Ejército del Aire.
En esta deriva de Sánchez, no nos extrañaría que pronto, siguiendo el ideal zapaterista, le escucháramos sugerir el acercamiento de España a los BRICS, (el grupo que forman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). O en su defecto al Grupo de Puebla (la izquierda indigenista latinoamericana) que son los únicos a los que no da apuro reunirse y hacerse fotos con Sánchez, y donde Zapatero actúa de «aprendiz de mago» para desgracia de los nacionales de esos países americanos todavía bajo esa bota ideológica.
Y por supuesto si hablamos de Zapatero hay que hablar de Venezuela, bajo el mando criminal de su gran amigo, Nicolás Maduro. Ese Maduro por el que Estados Unidos ofrece 50 millones de dólares al considerarlo jefe del «Cartel de los Soles», una organización terrorista dedicada al narcotráfico que está vinculada directamente al gobierno venezolano. Washington sostiene que Maduro y altos funcionarios militares venezolanos lideran esa trama, en colaboración con la guerrilla colombiana, que desestabiliza Estados Unidos y toda la región por sus actividades criminales. Nuestro aislamiento es tal que cuando EEUU ha solicitado colaboración de varios países para controlar esa zona del caribe tan cercana a la historia de España, ha preferido omitir a nuestro país por las evidentes relaciones de Zapatero con Maduro.
Seguro que no habrá escuchado ni una palabra de Zapatero sobre este asunto. Calla y espera. Cuando hable veremos un nuevo ejercicio de cinismo en plan «no sabía nada. No podía imaginarme nada». Zapatero nunca se imagina nada. Cuando Maduro dio su autogolpe de estado robando unas elecciones que perdió por 70/30, y de las que pasado un año no ha mostrado todavía ni una sola acta electoral, Zapatero, que estaba de observador internacional invitado por el régimen chavista, fue el único observador que calló. Nunca ha condenado el golpe. Un silencio que fue agradecido por sus amigos chavistas. Pasados los meses sacó la patita y llegó a decir que no podía calificar de dictador a Maduro porque eso iba contra su papel de «facilitador».
Ahora calla otra vez. Venezuela le incomoda. No solo por el narcotráfico de Maduro. También porque su nombre aparece en las denuncias del comisionista Víctor de Aldama, según publicaba THE OBJECTIVE, sobre la llamada trama de Hidrocarburos. Según Víctor de Aldama existen dos sobres que contienen pruebas irrefutables que demostrarían cómo el exlíder socialista habría recibido pagos millonarios de la petrolera pública venezolana PDVSA.
A la espera de las investigaciones de la UCO y vista sus actuaciones de los últimos años habrá que coincidir en que era verdad eso de que «era tonto y se hizo malo».