Hablando de Trapiello
«Su vida política (‘Próspero viento’) es la de miles de ciudadanos que vivieron con esperanza el derrumbe de la dictadura y se ven reducidos a súbditos de una nueva»

El escritor Andrés Trapiello. | Víctor Ubiña
La Iglesia de Roma dominó la vida española a lo largo de los siglos con espléndida convicción espiritual, convencida como estaba de que eso era lo mejor para la población. Incluso sus instrumentos más terribles, como el brazo armado de la Inquisición, creían las jerarquías que era un utensilio brutal sin duda, pero necesario para un país tan ignorante, esquivo, sedicioso y, sobre todo, pecador.
La sombra de un dominio espiritual y eclesiástico sobre la población impenitente se ha prolongado en España hasta el día de hoy bajo diversos nombres e instituciones. El último disfraz del control eclesiástico tiene ahora varios apelativos, progresismo, izquierdas, antifascismo, sanchismo, así como un buen número de grupos inquisitoriales con cien cabezas, Sumar, Podemos, Más Madrid, Catalunya Lliure, Euskal Herria, En Comú y así tantos como setas en otoño. Todos ellos persiguen lo mismo, ordeñar las ubres del Estado, reprimir la heterodoxia, castigar a los herejes y aplastar a judíos, moriscos y demás ralea facha.
Ni siquiera la muerte del último dictador ha servido para evitar al siguiente. Su sucesor está cuajando en estos momentos con la ayuda de la superioridad moral de la izquierda y una pléyade de mercenarios, sicarios, empleados y sirvientes. Más de mil «asesores» tiene el aprendiz de dictador. La iglesia actual está disimulada tras múltiples máscaras, pero su función es la misma: agarrarse al poder, enriquecerse con el dinero público, financiar una red mafiosa mediante publicidad ideológica y dominar por completo el país.
Cómo se haya podido restaurar esa situación ancestral, esa condena de los españoles a ser siempre oprimidos y tutelados por una iglesia bárbara y analfabeta, tras el efímero intento de ser libres gracias a la instauración de un proceso constitucional que está fracasando, ese es el asunto que trata Andrés Trapiello en su último y necesario libro, Próspero viento. Una vida política (La esfera de los libros).
La «vida política» de Trapiello es la de miles de ciudadanos que vivieron con esperanza el derrumbe de la dictadura franquista y se están viendo reducidos a súbditos de una nueva dictadura. Ese proceso, para los mayores de edad, requiere un esclarecimiento necesario porque hasta ahora no se ha llevado a cabo en primera persona. Este libro da un decisivo paso en la construcción de un relato verídico.
«A los años de sensatez europea de la Transición han sucedido los del sanchismo venezolano»
Comienza la metamorfosis en los años finales del franquismo, cuando muchos militábamos en los partidos más chiflados de Europa. Yo mismo fui un maoísta catalán y me parto de risa cuando pienso en una Cataluña de Guardias Rojos con barretina. Las opciones políticas de los jóvenes estaban entonces mucho más a la izquierda del Partido Comunista (un partido burgués), y así siguieron hasta el regreso a la sensatez durante la Transición.
Por supuesto, a los años de sensatez europea de la Transición han sucedido los del sanchismo venezolano, pero lo interesante es asistir a esa transformación por parte de alguien sumamente bien documentado y que lo cuenta en una novela biográfica. Porque la historia de Trapiello es más universal de lo que parece, y no sólo tuvo lugar en España. Se diría, viendo los medios de comunicación actuales, que la iglesia sanchista está compuesta por cientos de miles de creyentes. Es por completo falso. Son unos pocos miles, eso sí, enquistados en todos los aparatos del estado desde los que van comprando su parasitismo con el dinero de los españoles.
Trapiello es uno de nuestros más ilustres escritores. Su prosa brilla entre las mejores que hoy se usan en España. Es, además, un hombre inteligente, de manera que sus memorias políticas, siendo instructivas, son de lectura placentera y novelesca. Como es su costumbre, aprovecha para repartir leña contra los pobres insensatos que se le han encarado y ofendido, casi todos mercenarios de Sánchez. Tiene tantos enemigos entre las mafias del poder que es un milagro si aún no le han enviado sicarios en moto con una metralleta, a la manera de Maduro.
Así que, mientras siga tan vivo como en la actualidad, merece la pena divertirse con él leyendo las penurias y los ridículos de la iglesia progresista en su afán por demostrar su grotesca superioridad moral, llenarse los bolsillos y decirnos a cada uno de nosotros, con toda exactitud, lo que hemos de creer, sentir, opinar, ver, decir, aplaudir y asumir. No vayan a llevarnos a la hoguera montados en un borrico y con el capirote en la cabeza…