The Objective
Jorge Vilches

Motosierra o lanzallamas

«Es preciso desmontar el tinglado del sanchismo para devolver a España a los países democráticos; a esos donde el Gobierno no se atreve a retorcer el régimen a su favor»

Opinión
Motosierra o lanzallamas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Llegaron al Gobierno por una moción de censura que contuvo una traición, la del PNV a Rajoy, y la alianza de grupos a los que solo unía el deseo de abusar del poder. Establecieron entonces el negocio de sostener a Sánchez a cambio de lo que pidieran, ya fuera una amnistía o el blanqueamiento de ETA. Para eso colonizaron el Estado hasta las cañerías, desde Correos a RTVE, y cualquier empresa pública. No importaba que el enchufado tuviera conocimientos en la materia porque lo relevante era la lealtad a Sánchez. El dinero público empezó a correr por las vías de la corrupción y a través de contratos que apestan. Véanse lo que cobran las estrellas sanchistas de RTVE, o el presupuesto que hay detrás de la «emergencia climática» y la transformación energética. 

De ahí pasaron a atacar a todo el que se resistió, empezando por la prensa libre, el Poder Judicial y la oposición. Con este objetivo convirtieron la vida pública y privada, nacional e internacional, en un conflicto con dos trincheras irreconciliables. Incluso han dado vía libre a la violencia en la calle contra «el otro», y se han lanzado a la tarea legislativa para transformar la estructura legal, social y económica. El objetivo es un cambio de régimen por la puerta de atrás para seguir en el poder. Uno, Sánchez, para eludir la justicia, otros para crear su Estado particular, y los demás para aniquilar definitivamente al enemigo histórico. Hoy, el ambiente en España es irrespirable gracias al sanchismo. 

Si algún día ponen las urnas habrá que ir con el ánimo de acabar con esto. ¿Cómo no aludir a la motosierra? El sanchismo, nervioso porque la criada le ha salido respondona, inventa palabras y repite argumentos para consuelo de sus feligreses y justificar su acción autoritaria. Los progresistas no soportan que usen con ellos el mismo lenguaje agresivo que han estado utilizando durante décadas contra la derecha. Por eso se han escandalizado al oír a un diputado de Vox decir «motosierra o lanzallamas» al referirse a RTVE. En su sentimiento de superioridad moral, casi racial, han caído en un narcisismo victimista que se desliza por el insulto y la amenaza. Véase a Ernesto Ekaizer perdiendo la compostura en un debate televisivo random porque no le dan la razón. 

Ya no se trata de algo exclusivamente político, dependiente de la dialéctica entre grupos, del debate intelectual, o del contraste de ideas. Hablamos de reacciones psicológicas de personas que necesitan su dosis de dopamina gracias a la creencia espuria de tener razón y poder, y que cuando no la tienen actúan como cualquier persona con síndrome de abstinencia. De ahí su empeño en sentirse superiores a los demás, más cultos, más inteligentes, en el «lugar correcto de la Historia». Cuando se discute con ellos de forma pausada y argumentada, su mundo se pone en cuestión, y su cerebro, falto de dopamina, echa mano de la furia para compensar. Lo cuenta muy bien Mattia Ferraresi en Los demonios de la mente (Ediciones Encuentro, 2025). 

Hace falta la motosierra; es decir, sacar a todos estos activistas de las instituciones y organismos del Estado, al que hay que adelgazar. En el mundo de la comunicación es imperativo, porque cuanto más en peligro está el puesto de trabajo de esos altavoces que viven con sueldos desorbitados salidos de nuestros impuestos, más humillante es su repetición de las consignas gubernamentales. Es lo que están haciendo desde los medios públicos con la cuestión del jurado.

«Para que lo público funcione y actúe en función de la presión fiscal a la que nos someten, hay que deshacerse de lo que sobra»

El motivo lo escribía Mises hace cien años en La mentalidad anticapitalista: desprecian el ámbito privado porque encuentran siempre un mejor cobijo con el favor político. El problema es que se aferran como lapas al presupuesto público, del que se vive muy bien, mientras hablan de subir impuestos y de redistribuir la riqueza que crean otros. 

Lo mismo ocurre con la administración. Si queremos que lo público funcione bien y actúe en función de la presión fiscal a la que nos someten sin preguntar, hay que deshacerse de todo lo que sobra; es decir, usar la motosierra. No hace falta más que hablar con usuarios de Correos o Renfe para ver que es necesario sustituir a enchufados por técnicos. Y, por último, esa motosierra también debe ser utilizada para cortar los hilos del Ejecutivo con la Fiscalía, el Tribunal Constitucional y las instituciones judiciales, entre otras. Es propio de autoritarios decir, como hace el sanchismo político y mediático, que hay lawfare, que el jurado es de fascistas, y que hay que nombrar jueces adictos al Gobierno. 

Pues sí, hay que devolver a la oposición a esta gente y enchufar la motosierra nada más llegar al poder. Es preciso desmontar el tinglado institucional y legal del sanchismo para devolver a España a los países democráticos; a esos donde se dimite en cuanto hay el menor indicio de corrupción y en los que el Gobierno no se atreve a retorcer el régimen a su favor. De hecho, ahí fuera solo nos aplauden Hamás y los gobernantes del Grupo de Puebla, como el colombiano Gustavo Petro, que esta semana elogió a Stalin en la Asamblea de la ONU, el mismo día que Sánchez anunció una «Cumbre contra el Extremismo» en Madrid con Lula, Boric, el propio Petro y otros populistas de izquierdas.

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