The Objective
Luis Antonio de Villena

Lamine Yamal, peligros del lujo fácil

«Pese a todo, lo que resulta de verdad execrable es observar la vulgaridad de este nuevo rico que se siente absolutamente por encima de todo y de todos»

Opinión
Lamine Yamal, peligros del lujo fácil

Lamine Yamal.

No soy muy aficionado al fútbol, aunque debiera haberlo sido por fidelidad a mis papás, que fueron socios y devotos del Real Madrid, tanto que algunas veces llegué a decirle a mamá que, en realidad, no le gustaba el fútbol (que era lo que proclamaba) y que lo que le apasionaba y seguía verdaderamente era al Real. Pero esto me viene a la memoria por un jugador del Barcelona, que lleva un tiempo acaparando los medios de comunicación, y últimamente por acciones no muy recomendables ni refinadas. Habría que añadir algo apriorísticamente: que las grandes estrellas del fútbol —el único gran deporte de masas de nuestra época— cuando verdaderamente son estrellas, ganan sueldos absolutamente desquiciados. Ningún gran investigador de oncología, o perito en asuntos nucleares, incluida la medicina, por no hablar de pobres novelistas o filólogos, llega a ganar ni la décima parte de los sueldos astronómicos de las referidas estrellas del balompié, sueldos a los que hay que añadir el a veces mucho más dinero que pueden ganar por campañas de publicidad de vario género, empezando por la ropa deportiva o la ropa de estilo. Un caso paradigmático de estas, llamémoslas, ganancias extras, estaría en Cristiano Ronaldo; casi podríamos decir que ha ganado dinero por todo. A esto cabe añadir aún el dinero procedente de inversiones de su propio capital, en forma de grandes mansiones en diferentes partes del mundo, suntuosas y casi exclusivas, o por la compra de hoteles o por mil negocios que se me escapan.  Así he leído y oído decir que el exmadridista Sergio Ramos es un gran comprador de arte caro, y la pregunta surge inevitablemente: ¿sabe Sergio Ramos mucho de arte? ¿Le interesa la evolución de los estilos contemporáneos? ¿O llanamente quiere hacer un capital a través de grandes cuadros ayudando, de paso, a sus autores? Nada de esto es malo, entiéndase. Simplemente, alude a un fenómeno contemporáneo que ha de entenderse como la referida exageración de unos capitales que proceden, como dice el vulgo, solamente de dar patadas estilosas a un balón.

Pero vuelvo al hispanomarroquí Lamine Yamal que, desde los dieciséis años (acaba de cumplir dieciocho) se nos presenta como incuestionable estrella mundial, tanto jugando con el Barcelona, como con la Selección de España (digamos que no sabiendo yo mucho de técnicas futbolísticas, puedo y debo suponer que se trata de un jugador bien dotado, talentoso y con resplandeciente futuro; no entro en ello). Son otros compañeros suyos, mayores y de solvencia deportiva ya probada, quienes dicen que Lamine, tiene aún mucho que demostrar. Pero lo que el joven teñido de rubio sí ha demostrado de sobra desde hace más de un año, es que el mucho dinero que ya ha ganado se le ha subido de golpe —y mal— a la cabeza. Al verse multimillonario, el jovencito no solo ha regalado casas y coches de alta gama a su familia, sino que en fiestas glamurosas y otros eventos por el estilo se deja ver colmado de joyería deportiva. Llamo «joyería deportiva» al uso ostentoso no solo de automóviles despampanantes, sino de relojes de más de trescientos mil euros y por supuesto calabrotes de oro —espero que macizo— brillantes y otras monerías del género que pueden andar rondando el medio millón, y que podemos suponer que no solamente se regala a sí mismo, sino a las probablemente numerosas señoritas que con toda seguridad se están acercando ya al codiciado festín. Pero si hemos hablado de uso vulgar del dinero (no es lo más grave), tenemos que poner como verdaderamente impresentables sus actitudes personales de cara al público, o sus declaraciones de una chulería, como mínimo, hortera. Por mil lugares ha aparecido (y esto no puede beneficiar al joven), la idea meridiana de que es alguien de muy poca cultura y, me atrevo a decir, de menos educación. El comportamiento de «nuevo rico» faltón incluso con personas de su profesión como Ronaldo hace ver que es un chico malcriado y absolutamente carente de la más elemental urbanidad. Hay quienes han dicho, y le veo sentido, que Yamal tendría que pasar por un colegio donde le diesen lecciones de buen comportamiento cívico, ya que, a la postre, el buen o mal uso del dinero no dejará de ser cosa suya. Pese a todo, lo que resulta de verdad execrable es observar la vulgaridad de este nuevo rico que se siente absolutamente por encima de todo y de todos. Esto es ridículo. Hay quien antes que culpar al joven prefiere culpar a su padre, que ha sido —o es— su mentor en todo, y que frecuentemente aparece como sujeto de escandaleras relacionadas con su hijo. Sobre lo dicho, cabe añadir el comportamiento clasista de Lamine, o de su padre, puesto que siendo personas de origen humilde y que han sido emigrantes, ahora usan y abusan de una prepotencia muy fea que da a entender que son los reyes del mambo. Da la sensación de que desprecian a todos los que están por debajo de su dinero, ya que de otros temas no pueden presumir. Son como los conocidos raperos del Bronx, que del más pobre origen terminan con las aludidas cadenas de oro y los collares perrunos de diamantes. Sirva esto para llamar la atención sobre algunos sueldos desmedidos; para animar a Lamine a una vida más civilizada, y, en fin, para desearle los mayores triunfos de verdad, deportivos y no de portada.

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