España sin red
«El problema es urgente. Tanto que, en su nuevo plan, el Gobierno ya está ‘trapicheando’ con las soluciones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Si hay un concepto fundamental en la ciencia, en la economía, en la tecnología, en la medicina, en la misma naturaleza, ese es el concepto de red. La red une, distribuye y hace circular. Internet, el mayor salto tecnológico que ha vivido la humanidad, a la espera del que se produzca con la inteligencia artificial, lleva la red en su propio nombre (red-net). Vivimos sobre capas de redes a su vez interconectadas. El desarrollo de un país viene marcado por la existencia, grado y desarrollo de una serie de redes que son imprescindibles para la actividad y el crecimiento económico.
Un país necesita una buena red de carreteras y autovías. Crucial es la existencia de una red ferroviaria que, de forma rápida, económica, limpia y eficaz proporcione el transporte de mercancías y viajeros por todo el país. Fundamental también es una buena red de aeropuertos, más en un país que como España tiene en el turismo una de sus mayores fortalezas. Redes que dan vida a la economía de un país. Todas ellas, al igual que internet, tienen vida gracias a otra red esencial e imprescindible: la red eléctrica. La más importante. Sin ella, y sin un crecimiento constante, coherente y planificado de toda su infraestructura, las demás redes sufren, se limitan, e incluso pueden colapsar como pudo comprobar España durante casi diez horas de apagón eléctrico.
Parece obvio apuntar que la inversión en su correcto mantenimiento y dimensionamiento es vital para cualquier país. El Gobierno Sánchez lleva años sin invertir de una forma suficiente para, al menos, mantener un mantenimiento digno y un crecimiento mínimo. Un Gobierno dedicado a los indultos, amnistías, y demás chantajes de sus socios, lleva años en el abandono contemplativo y la dejadez ideológica a la hora de tomar de decisiones vitales para nuestras redes. Autovías y carreteras que necesitan imperiosamente arreglo o incluso renovación. Una red ferroviaria que desde hace años sobrevive en el caos. Se ha buscado el crecimiento de líneas de alta velocidad sin que haya ido acompañado de un dimensionamiento real de la red para soportarlo.
Un nuevo e inmenso error, dentro de la paradoja política, de un Gobierno que se autodefine como progresista y que ha abandonado a su suerte a millones de habitantes de esa España interior a la que el cierre de líneas ferroviarias condena aún más al vaciamiento de esos territorios. Basta con ver el estado de la red, no ya de alta velocidad, sino de alguna velocidad, en Extremadura que sigue siendo la gran olvidada y engañada. A ese desamparo se condena ahora a otras zonas de España. Que pregunten a los habitantes de la zamorana Sanabria a los que los supuestos análisis de rentabilidad del supuesto ministro socialista, Óscar Puente, han eliminado su conexión directa a la red ferroviaria de alta velocidad.
Más grave todavía ha sido la desidia en la inversión en el desarrollo y crecimiento de las infraestructuras de nuestra red eléctrica. El dogmatismo ideológico de Teresa Ribera, durante sus seis eternos años de ministra para la Transición Ecológica, desequilibró todos los crecimientos de nuestras fuentes de energía. Años de mandato ideologizados sin que se cumplieran las mínimas inversiones en infraestructuras. Todo el esfuerzo para un lógico crecimiento de las fuentes renovables, baratas y que son el futuro, pero un mínimo esfuerzo para estabilizar y dimensionar una red que se iba quedando pequeña y daba muestras de saturación. Las energías renovables son, sin duda alguna, una de las llaves del futuro económico de España. Su bajo precio, su creciente producción y la gran extensión en la que se puede instalar por las ideales condiciones de sol y viento en España, son la mejor llamada para la llegada de una industria europea y de unos gigantes tecnológicos globales que buscan como locos una energía barata. Aquí la tienen. De momento.
De momento, porque estamos en un escenario muy complejo con unas compañías eléctricas que desde hace años vienen obteniendo multimillonarios beneficios, pero con unos ciudadanos cuyas facturas de la luz han crecido un 12%, pese a la nueva mentira de Pedro Sánchez que se ha inventado que el precio ha bajado con su gobierno un 50%. Compañías que han sido demonizadas y machacadas fiscalmente por el Gobierno y que en su de libertad de actuación prefieren invertir en mercados más rentables antes que en la propia España. Enfrente un Gobierno con mensajes populistas y soluciones ineficaces, sin presupuestos generales, sin ideas, sin planificación realista, ni atractiva, y que ahora intenta reaccionar con años de retraso a su falta de cumplimiento de las inversiones y del dimensionamiento necesario de las infraestructuras de la red eléctrica.
En cualquier país europeo democrático en el que de pronto se conociera que más del 80% de los nudos de la red de distribución eléctrica están saturados, habrían saltado y sonado todas las alarmas y se hubieran pedido responsabilidades, dimisiones y ceses. No en España. El Gobierno no ha cumplido las inversiones previstas y no ha planificado las necesidades futuras. En estos años de Teresa Ribera, y ahora de su obediente discípula, Sara Aagesen, no se ha invertido realmente en dimensionar los crecimientos y necesidades que se han producido, y que se van a producir, en los próximos años, en las infraestructuras de la red.
Necesitamos reforzar urgentemente el sistema para evitar el estrangulamiento de medio país. Así lo urge la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica, (Aelec) que agrupa a empresas como Iberdrola, Endesa o EDP que urgen ante la situación de muchas zonas de España que están ya al 100% de saturación de su red. Es el caso de Almería, Málaga, Cantabria, Burgos, Albacete, Cuenca, Guadalajara, Gerona, Álava o Vizcaya. Otras 26 provincias más presentan unos niveles tan altos de saturación en los nudos de su red eléctrica que es ya complicado conectar nuevas inversiones industriales, viviendas o incluso puntos de carga para coches eléctricos. Cuestiones tan importantes como el crecimiento económico, la creación de puestos de trabajo, la construcción de viviendas e incluso el futuro de coches no contaminantes quedan ahora en cuestión.
Es el estrangulamiento económico, industrial y social de muchas zonas de España. El problema es urgente. Tanto, que en su nuevo plan, el Gobierno ya está «trapicheando» con las soluciones. Publicaba THE OBJECTIVE que el Gobierno premiaba al País Vasco con un ‘cupo eléctrico’ del 17% de toda la nueva red nacional. Sara Aagesen garantizaba al Gobierno del PNV unos 4,8 gigavatios de los 27,7 totales a repartir por toda España para el desarrollo de su industria en detrimento del resto de comunidades que quieren lógicamente también proteger y desarrollar su crecimiento industrial. No será el único cupo singular. De nuevo en este periódico leíamos que el Gobierno oculta el nuevo ‘cupo’ eléctrico para Cataluña tras el trato de favor al País Vasco. Pareciera que se gobierna sólo para el País Vasco y Cataluña. Y luego los restos, para el resto.
El Gobierno no ha hecho en estos años su trabajo. Pero incluso en mitad de la tormenta perfecta, sin mayoría parlamentaria, sin presupuestos, cercado por la corrupción, se pone otra vez a trapichear tarde y mal con el futuro económico de muchas zonas de nuestro país. No tenemos una red ética para que la solución sea justa y equitativa entre todas las comunidades. Está claro, España está sin red