The Objective
Esperanza Aguirre

GE NO CI DIO

«Sánchez sabe utilizar con perversidad los insultos. El último es el de ‘genocida’, cuyo uso tiene como objetivo excitar el odio contra el que no está contigo»

Opinión
GE NO CI DIO

Ilustración de Alejandra Svriz.

Estos últimos días estamos contemplando un montón de manifestaciones en las calles de las ciudades españolas articuladas alrededor de la palabra «genocidio».

Que algunos ciudadanos de un país libre, como todavía es España, se manifiesten para expresar su deseo de que acabe una guerra como la de Israel contra los terroristas de Hamás, acuartelados en Gaza, es perfectamente legítimo y puede ser comprensible. Querer la paz y no la guerra es un sentimiento natural que todo ser humano comparte.

Se puede añadir que los que deseamos que termine esa guerra, también queremos que terminen todos los conflictos armados que hoy se están dando en otros lugares del mundo: desde la guerra de Ucrania a la de Sudán, pasando por los miles de cristianos asesinados a manos de musulmanes en distintos países de África, con Nigeria en primer lugar.

Pero no. Los presuntos pacifistas que gritaban la palabra «genocidio» obedecían a su líder, Pedro Sánchez, que había desempolvado esa palabra con un objetivo claro: que la gente dejara de hablar de los problemas judiciales que le asedian para tomar partido por Hamás, uno de los contendientes en esa guerra terrible que se da en Gaza desde el pogromo del 7 de octubre de 2023, hace justo dos años, cuando asesinó a miles de ciudadanos israelíes y secuestró a unos cientos.

Hamás es un grupo terrorista que utiliza a sus compatriotas palestinos como escudos humanos. Y Sánchez, con perversa habilidad, califica de genocida la respuesta que Israel está dando desde entonces, en vista de que los terroristas se han negado sistemáticamente a devolver a los rehenes.

«Cada vez que se acusa de genocida a Israel, país impecablemente democrático, en el fondo lo que se está haciendo es llamarles nazis»

La palabra «genocidio» se crea en los años cuarenta del siglo pasado para expresar lo que los nazis hacían con los judíos, que no era otra cosa que eliminarlos o pegándoles un tiro en la cabeza o asfixiándolos en las cámaras de gas de los campos de concentración. Y cuando decimos judíos estamos diciendo hombres, mujeres, niños o viejos, toda persona por el hecho de ser judío tenía que ser eliminada, según Hitler y los suyos. Así asesinaron a seis millones de personas.

Como la palabra se inventó para calificar a Hitler, utilizar hoy esa palabra siempre lleva unida la connotación de nazi, de manera que cada vez que se acusa de genocida a Israel, país impecablemente democrático, en el fondo lo que se está haciendo es llamarles nazis. Algo que les gusta mucho a los participantes en esas manifestaciones y, por supuesto, al que las promueve, que no es otro que Sánchez.

Les da lo mismo que sea absolutamente falso que Israel quiera acabar con el pueblo palestino, como ha explicado brillantemente Martín Varsavsky en este periódico: «Los palestinos son los descendientes de los aproximadamente 700.000 árabes que vivían en lo que hoy es Israel, Gaza y Cisjordania en 1948, año de la creación del Estado de Israel y de la primera guerra árabe-israelí. Con una de las tasas de natalidad más altas del mundo, esos 700.000 se han convertido hoy en una población estimada de unos nueve millones». Estas cifras demuestran con claridad la inexistencia de genocidio.

Los de Hamás, en cambio, sí quieren acabar con todos los israelíes, por el simple hecho de serlo. «Desde el río hasta el mar Palestina vencerá» es el grito que lleva consigo el propósito explícito de eliminar a Israel y con él a todos los judíos.

«Sánchez es un maestro en levantar muros que separen a los españoles en buenos y malos»

Igual que usar la palabra nazi lleva consigo la descalificación total de la persona a la que se le aplica, lo mismo pasa con la palabra genocida. Otra cosa es que sea falsa la acusación como ocurre en este caso.

Pero a Sánchez y a sus entusiastas seguidores les da lo mismo que sea mentira si sirve para descalificar totalmente no sólo a los judíos, sino también a todo el que no quiere unirse a ese insulto.

De ahí la chulería con la que se encaraba con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, cuando en sede parlamentaria le decía: «Repita conmigo: GE NO CI DIO».

A Sánchez se le pueden criticar muchas cosas, pero hay que reconocerle que es un maestro de la maldad, un maestro en levantar muros que separen a los españoles en buenos y malos. Buenos los que le aplauden y malos todos los demás.

Y para levantar esos muros sabe utilizar con perversidad las palabras y los insultos. El último ha sido el de «genocida». Cuyo uso tiene como objetivo principal excitar el odio contra el que no está contigo. Y es que, desde que Zapatero llegó a la secretaría general del PSOE el odio a la derecha, al que no piensa como él, se ha convertido en el eje ideológico de ese PSOE que ayudó a refundar Willy Brandt en los años setenta para parar los pies al comunismo, y eso que entonces era eurocomunismo y no el comunismo bolivariano de ahora.

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