The Objective
Félix de Azúa

El Pueblo que Trabaja

«Los impuestos sirven para pagar los caprichos de unos enchufados de Sánchez. El Trabajo progresista y el Pueblo del socialismo son ahora una hiriente caricatura»

Opinión
El Pueblo que Trabaja

Ilustración de Alejandra Svriz.

Lo más interesante, a mi modo de ver este asunto, o sea, la cuestión de los sobres con dinero en efectivo que se les regalaba a los corruptos, no es el acto en sí. Ya sabemos que el Partido Socialista es una máquina de putrefacción generalizada y con toda certeza habrá sobres como esos repartidos por toda la escala de sus empleados, desde el ministro hasta el chófer del preboste. Lo más interesante, sin embargo, es lo que muestra sobre el contenido ideológico de la gestión socialista.

Al usar de un modo tan desvergonzado el dinero público, lo que revelan es su desprecio absoluto y total hacia dos entidades de cierta importancia en el ideario del socialismo clásico: el trabajo de los que trabajan y los derechos del pueblo trabajador. Son dos entes abstractos, el Trabajo y el Pueblo, que forman parte necesaria del socialismo en su larga historia. Si no fuera por ellos no tendrían nada de lo que hablar, como ya les ha pasado a los comunistas que ahora se ven obligados a perorar como cacatúas las simplezas universitarias norteamericanas sobre identidad, sexo y género.

¿Qué es el socialismo, ese invento de hace dos siglos, cuando no cuenta ni con el Trabajo ni con el Pueblo? Trabajo y Pueblo equivalen a Redención y Pecadores en la iglesia romana, pero algo no funciona en la iglesia progresista, sólo hay que ver las desgracias acaecidas a los trabajadores reales gracias a una ministra de Trabajo que no sabe en qué consiste esa palabra y mucho menos cómo se practica. En cuanto al Pueblo, la segunda gran abstracción social, ya hemos visto cómo lo secciona y divide el progresismo, cómo lo reparte por departamentos de modo que pueda explotarlos y exprimirlos uno a uno, hasta dejarlos extenuados.

Observen, por ejemplo, el caso de la flotilla de señoritos y señoritas que decían ser amigos de los palestinos, cuando en realidad son cómplices de Hamás, es decir, de Irán, el país que ahorca a los homosexuales y financia a la llamada extrema izquierda europea tipo Pablo Iglesias. No en vano entre las buenas almas de la flotilla navegaban dos etarras, unos intelectuales para los que Gaza es un elemento básico en la lucha por la independencia de Euskalherria.

«Los de la flotilla bailaban, cantaban, se hacían fotos y vídeos, se divertían como lo que son, niños mimados del progreso, de vacaciones»

Ellos decían que llevaban auxilio alimentario a los gazatíes muertos de hambre, pero en el barco no había ni una miserable lata de alubias. Los de la flotilla bailaban, cantaban, se hacían fotos y vídeos, es decir, se divertían como lo que son, niños mimados del progreso, de vacaciones. Y ahora nos los devuelven, en lugar de ponerlos a trabajos forzados en la reconstrucción de Gaza.

No es la grotesca escena de privilegiados tomando el sol en un yate lo que me amostaza, sino que lo hemos pagado nosotros, usted y yo. Hemos pagado su yate y su viaje, hemos pagado el buque escolta (¡qué humillación para la armada!) y ahora pagamos su repatriación. Esos descerebrados han llevado a cabo su teatrillo de buenas conciencias sociales a costa del contribuyente.

El dinero de los impuestos, que una campaña infame del ministerio dice que «se devuelven», lo cierto es que sirve para pagar los caprichos y las vacaciones de unos enchufados de Sánchez, así como los sobresueldos de los grandes capos de la banda. El Trabajo progresista y el Pueblo del socialismo son, en la actualidad, una hiriente caricatura.

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