Europa debe practicar también el proteccionismo
«Ante la actual guerra de aranceles, Europa no puede adoptar la postura del avestruz y quedar presa de un purismo que ve en el libre cambio el mejor sistema comercial»

Ilustración de Alejandra Svriz.
La llegada de Trump por segunda vez a la Casa Blanca ha puesto sobre el tablero la realidad de la globalización y está cuestionando la concepción últimamente generalizada de que constituye el estado normal del orden económico internacional. Los defensores del libre cambio mantienen que este régimen ha estado vigente desde la conferencia de Bretton Woods hasta estos momentos. La realidad es muy otra. Keynes, representante de Inglaterra, y White, de EEUU, diferían en muchos aspectos; sin embargo, la opinión de ambos en esta materia era coincidente. Los dos eran contrarios a la libre circulación de capitales y abogaban por que los Estados mantuviesen políticas de control de cambios.
Solo a partir de finales de la década de los setenta y principios de los ochenta comienza a imponerse, y de manera desigual, el libre cambio, que va ganando adeptos progresivamente, hasta que en los noventa, al compás de la adopción de la libre circulación de capitales en casi todos los países desarrollados, se puede empezar ya a hablar de globalización. Es en estos 40 últimos años cuando el proceso liberalizador alcanza su apogeo. La prueba más palpable de ello es la historia de la Comunidad Económica Europea, en la que la integración comercial comienza por muy pocos países y con un desarme comercial progresivo.
No obstante, hoy muchas voces sostienen que, a pesar de las medidas proteccionistas que está imponiendo Trump, la Unión Europea debe seguir manteniendo el libre comercio y constituirse en su salvaguarda y defensa. Tales planteamientos son coherentes con la doctrina sostenida desde sus orígenes por los seguidores del libre comercio, que afirman que la mejor política en el campo del comercio internacional es la de la absoluta libertad, no solo cuando es generalizada y todos se atienen a sus exigencias, sino, y eso es lo sorprendente, aun en el caso de que otro u otros países practiquen una política proteccionista.
Sin embargo, en la práctica ningún país se ha comportado de este modo. Es más, los distintos acuerdos de comercio internacional son siempre extrañas mezclas de proteccionismo y de libre cambio, en los que cada país intenta obtener la mayor libertad posible de exportación para sus productos, a la vez que busca un alto grado de protección para sus mercados frente a los artículos extranjeros.
Ante la ofensiva de Trump, todos los países se han visto obligados a reaccionar, y casi todos han amenazado con adoptar políticas proteccionistas. La Unión Europea ha tenido que negociar; hay quien dice que de forma un poco humillante y que doña Ursula ha cedido demasiado. Supongo que para evitar males mayores. Lo cierto es que Europa no solo no ha subido aranceles frente a los EEUU, sino que ha tenido que bajarlos, aparte de comprometerse a incrementar las compras de armamento y las inversiones en ese país. Todo ello para evitar que Trump imponga medidas proteccionistas aún más rígidas.
«El sector del automóvil es el que ha salido mejor parado en la negociación con Trump, ya que su arancel se ha reducido del 27,5% al 15%»
El problema es que mientras EEUU es un solo país, Ursula von der Leyen representaba a 27 países con intereses económicos muy distintos y sin mecanismos internos de compensación. Es lógico pensar que en el acuerdo no se hayan tenido en cuenta por igual las conveniencias de todos ellos. Hay cierta coincidencia en que ha sido el sector del automóvil el que ha salido mejor parado en la negociación, ya que su arancel se ha reducido sustancialmente desde el 27,5% hasta el 15%.
Tal resultado no deja de parecer extraño, dado que es este sector uno de los que desequilibra más la balanza comercial entre la UE y EEUU, desequilibrio que además se incrementa de forma progresiva año tras a año. Ello indica el empeño que los negociadores europeos debieron de poner en este tema para obtener un desenlace tan relativamente positivo para este sector. Quizás la respuesta se encuentre en que Alemania es el principal país exportador de automóviles hacia EEUU con 34.000 millones de euros, lo que representa el 65% del total.
La negociación no era fácil porque se partía de un principio difícil de defender, el hecho de que en este momento la balanza comercial recíproca entre EU y EEUU es positiva para la primera en 197.500 millones de euros, 532.000 millones de exportaciones, frente a los 334.800 millones de importaciones. Era lógico que Trump, en ese proyecto de corregir el déficit de la balanza por cuenta corriente (3% del PIB) que presenta cada año la economía de EEUU, tuviese como uno de los objetivos principales cambiar las relaciones comerciales con la UE, puesto que este conjunto de países mantiene globalmente un superávit de la balanza por cuenta corriente del 3,5% del PIB.
Resulta, por tanto, razonable pensar que los efectos de esta negociación con EEUU tenían que ser por fuerza desfavorables para la UE, ya que lo que se pretendía era reducir los desequilibrios comerciales entre ambos. Desde Europa puede ser que no nos guste, pero, dejando al margen las rarezas y extravagancias de Trump, es natural que antes o después algún gobierno de EEUU plantease el problema. Debemos acostumbrarnos a que las exportaciones a EEUU se reduzcan y se incrementen las importaciones. Así ha ocurrido ya en los últimos meses.
«Una vez que Europa ha renunciado a poner aranceles a EEUU, haría bien en fijarse en las relaciones con China»
Sin duda, el impacto no va a ser el mismo en los distintos países. El más afectado va a ser Alemania, lo que no es contradictorio, aunque lo parezca, con lo que decíamos más arriba de que quizás haya sido al que más se ha intentado favorecer en el acuerdo, puesto que este país es el principal responsable del desequilibrio comercial de Europa con EEUU. El impacto en España va a ser mucho más pequeño, pero es que la balanza de nuestro país con EEUU es deficitaria, es decir, que el poco o mucho castigo que vayamos a sufrir será por estar integrados en la UE y por el enorme superávit que tienen otros países como Alemania.
En cualquier caso, una vez que Europa ha renunciado a poner aranceles a EEUU, si quiere minimizar los efectos negativos que va a sufrir como consecuencia de los cambios que Trump está introduciendo en el comercio internacional haría bien en fijarse en las relaciones con otros países, en concreto con China, que es el otro foco de desequilibrio en las balanzas de pagos.
Los países asiáticos que, como consecuencia de la guerra comercial desatada por Trump presentan dificultades para colocar sus productos en EEUU, miran a Europa como el otro gran centro de consumo. Bajan los precios como forma de ganar cuotas de mercado, lo que para los países de la UE va a representar un factor de deflación, pero, por consiguiente, también va a influir de manera muy negativa sobre la industria europea y sobre el crecimiento económico.
Concretamente, China practica de forma sigilosa medidas proteccionistas. Proporciona ayudas a los productos que tiene dificultades para exportar a EEUU, y utiliza mecanismos mediante los que se pretende sustituir importaciones por productos de fabricación interna. China precisa abrir nuevos mercados e incrementar los existentes, ya que está pagando aranceles a EEUU del 30%. En estos momentos además tiene problemas de crecimiento, puesto que su economía siempre ha estado basada en la exportación y en un superávit de su balanza de pagos.
«EEUU ha avisado a España que no permitirá que China utilice a la UE como trampolín e intermediaria para burlar los aranceles»
No es por tanto extraño que Europa esté incrementando la cuantía de sus importaciones con China y disminuyendo el de sus exportaciones. Por su parte, EEUU ha avisado a España –pero el anuncio sirve para todos los países europeos– que no permitirá que China utilice a la UE como trampolín e intermediaria para burlar los aranceles del 30%. En suma, todo hace prever que, si no se adoptan medidas, el déficit comercial con China y en general con Asia continuará incrementándose.
En esta guerra comercial, la UE no solo se encuentra constreñida por la postura de EEUU, lo que hasta cierto punto es lógico dado el déficit de este país con Europa, sino también por China y en general por Asia, frente a las que la UE presenta un saldo altamente negativo. Incluso países como España, que presentan déficit tanto frente EEUU como frente a China, van a ver perjudicada su balanza de pagos.
Ante este panorama en el que todos los países de una o de otra forma acuerdan medidas proteccionistas, Europa no puede adoptar la postura del avestruz y quedar presa de un cierto purismo que considera el libre cambio el mejor sistema comercial. Desde luego no lo es –aunque la teoría diga lo contrario– cuando los demás países no lo aplican. Existe el peligro de que en esta materia incurra en el mismo error que está cometiendo con el medio ambiente, que toma en solitario determinadas medidas que colocan a sus empresas en peor situación que las del resto de países y que, por añadidura son totalmente ineficaces o contraproducentes cuando los demás no las siguen.