The Objective
Jorge Vilches

La mentira útil del CIS

«Tezanos busca crear un estado de opinión que introduzca dudas sobre una victoria suficiente del PP, que dé soporte a una carambola como la de julio de 2023»

Opinión
La mentira útil del CIS

Ilustración de Alejandra Svriz.

Las estimaciones de voto del CIS son algo más que ruido para distraer del patetismo internacional de Sánchez esta semana. El último sondeo pertenece a una secuencia de preconstitución de pruebas para que no sorprenda un resultado adverso a la oposición. De esta manera, la mentira de Tezanos busca crear un estado de opinión que introduzca dudas sobre una victoria suficiente del PP, que no parezca extraño que no sume, y que dé soporte a una carambola como la de julio de 2023. El empeño en crear esa idea se debe a que resulta un escenario posible.

El panorama no es precisamente halagüeño. Todos los estudios coinciden en que el PP no arrolla. Los más optimistas le otorgan entre 146 y 152 escaños. Esto le hace dependiente de Vox. Lejos de alegrar a su electorado, esa suma produce mucha incomodidad e incógnitas. Es cierto que los votantes populares prefieren a Abascal antes que al PNV o Junts, pero no están seguros de que en Génova opinen lo mismo. Tampoco Vox se distingue por ser educado con el PP y sus votantes, y una coalición o su apoyo parlamentario lo perciben como un calvario.

La deriva del partido de Abascal es preocupante: crece según se hace antisistema. Feijóo acertó el 12 de octubre cuando dijo que Vox adopta la actitud de Bildu o ERC ante las instituciones comunes, más que las de un partido con sentido de Estado. Este activismo le granjea el voto joven que quiere convertir en una escombrera el Estado de la Constitución de 1978. Por eso Vox se comporta como un dinamitero: barrena el texto constitucional, la monarquía, las autonomías, la Unión Europea, el sistema de partidos y las Cortes («Amamos a España y a Europa, pero repudiamos profundamente a cuatro de cada cinco españoles y europeos»). En su discurso el sistema es un entramado de opresión y engaño que hay que explosionar. Ese lenguaje y actitud de salvadores logra el voto más irresponsable, el de aquel que prefiere el choque frontal, que desprecia el valor de la democracia y del diálogo.

Este perfil hace que el votante del PP no confíe ni se ilusione con una futura alianza con Vox. De hecho, los de Abascal rompieron los gobiernos autonómicos para hacer campaña electoral. ¿Qué se puede esperar, por tanto, si llegan al gobierno de la nación o si deciden apoyar la investidura de Feijóo? Esa desesperanza aumenta porque el PP tiene menos pulso que una muñeca. Y no es por falta de buenos dirigentes. Las propuestas no llegan en su momento, sino tarde y en respuesta al PSOE o a Vox. Falla también el estilo. Se comprende que usen un tono bajo para moderar y no alterar en exceso al enemigo, pero es preciso que parezca que vienen a restaurar la democracia en nuestro país, no a heredar. Más claro: si no se lo creen ellos mismos, es difícil que lo crea el electorado.

En cuanto al PSOE, parece evidente que la copia ha ganado al original; es decir, que el socialista que asumió el populismo de extrema izquierda está devorando a Sumar y Podemos. Esto se percibe en dos puntos que antes eran de patrimonio exclusivo de los dogmáticos extremistas: la corrupción no le afecta y el antisemitismo le sale rentable. Este giro ideológico y agresivo le permite mantenerse en las encuestas. Es lógico porque cuanto más extremista sea el discurso en un ambiente polarizado como el nuestro, más adhesiones ciegas se obtienen.

«El granero del ‘centro’ se acabó porque el elector racional, frío, es un animal en extinción»

El sanchismo ha conseguido un ambiente social muy favorable. Por ejemplo, el voto femenino que perdió con el putiferio de Ábalos lo ha recuperado con la campaña pro-Hamás, el uso de la palabra «genocidio» y la «muerte de niños inocentes», que llama a la parte emocional de su electorado femenino. Esto ha sido un éxito estratégico. Además usan muy bien la táctica del «y tú más», que al ser tan infantil funciona con un electorado polarizado y sentimental como el de la izquierda. Funciona porque permite al votante feligrés del PSOE una disonancia cognitiva que refuerza su decisión política. Un buen ejemplo: las pulseras antimaltrato no les han afectado en los sondeos porque han contraatacado con el asunto del cribado de cáncer de mama en Andalucía.

Esta polarización del electorado impide que el PP robe más votos al PSOE. El granero del «centro» se acabó porque se ha reducido muchísimo el número de ciudadanos que hacen gala de tener un perfil de elector racional, frío, calculador, que medita entre un partido a su izquierda y otro a su derecha. Este votante es un animal en extinción. De ahí el estancamiento del PP: no consigue más a su izquierda, el PSOE, pero tampoco a su derecha, porque Vox ha dado con la clave para atraer a ese elector.

En suma: el panorama electoral está donde Sánchez todavía tiene posibilidades por obra y gracia propia y de sus contrincantes, y está poniendo el Estado a su servicio, como demuestra el CIS.

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