The Objective
Manuel Arias Maldonado

Apoteosis de la (in)congruencia

«Lamentar el Nobel a Machado: una incongruencia solo aparente por parte de quienes se arrogan el derecho a decidir qué es feminismo y qué es democracia»

Opinión
Apoteosis de la (in)congruencia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Está convocada para el día de hoy una huelga general que cuenta con el apoyo de nuestros sindicatos mayoritarios, pese a que el objeto de la protesta nada tiene que ver con la realidad laboral española: se quiere denunciar el presunto genocidio perpetrado por el Estado de Israel en la franja de Gaza. Está por ver qué grado de seguimiento tiene esta singular convocatoria fuera de las lindes protegidas del sector público, aunque no cabe augurar una respuesta masiva: la mayoría de los españoles ha de tener ya noticia de que las partes en conflicto han firmado un acuerdo de paz cuya aplicación está en marcha.

Naturalmente, como ha escrito Ricardo Dudda en este mismo periódico, una cosa es la paz y otra la justicia. Pero la obstinación con que se mantienen las protestas una vez consumado el alto el fuego delata cuán inoportuno resulta este último para quienes deseaban usar la tragedia palestino-israelí como medio para aglutinar a la izquierda española de cara a las próximas elecciones. Para colmo, el broker del acuerdo es Donald Trump: el malo ha hecho algo bueno. También aquí, sin embargo, se impone el realismo: solamente Estados Unidos se encontraba en disposición de torcer el brazo a Netanyahu –recuerden su llamada telefónica a Doha desde la Casa Blanca– y debe celebrarse que Trump haya tomado ese camino en lugar de desentenderse del asunto. Así es la política: un cuaderno lleno de renglones torcidos.

Resulta por ello desconcertante que quienes llevan meses exigiendo el fin de la guerra persistan ahora en la protesta. Si creen que había un genocidio en marcha, solo cabe aplaudir su interrupción y –como cantaban John Lennon y Yoko Ono– give peace a chance. Salvo que el problema resida justamente en un acuerdo que reconoce a la Autoridad Palestina como único gobierno legítimo de los palestinos y prevé el desarme de Hamás. En ese caso, la airada reacción de los críticos se entiende mejor: la realización de sus verdaderos objetivos queda ahora más lejos. Y esos objetivos han quedado a la vista.

Algo parecido pasaba con la noticia de la concesión del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, valerosa activista por la democracia en un país donde desempeñarse como tal no sale gratis. Nuestra izquierda ha guardado un elocuente silencio o dado rienda suelta a su delirio ideológico: ¡Pablo Iglesias la comparaba con Hitler! Pero también hay ciudadanos de a pie que se resisten a celebrar un galardón que premia –además lo hace en la persona de una mujer– a una defensora del pluralismo democrático.

«La democracia no es de nadie: porque es de todos. Y quien quiera apropiársela no es un demócrata, por más que diga serlo»

Pero ¿no éramos todos demócratas? El conservadurismo ideológico de Machado tendría que ser irrelevante: la democracia liberal es el marco institucional donde todos, progresistas y conservadores, son bienvenidos. Al igual que sucede con las constituciones, la democracia no es de nadie: porque es de todos. Y quien quiera apropiársela no es un demócrata, por más que diga serlo. De ahí que quien arremete contra el enemigo de la dictadura –en este caso la venezolana– se convierte en amigo de la dictadura. Decirse feminista y demócrata, pero lamentar el Nobel a Machado: una incongruencia solo aparente por parte de quienes se arrogan el derecho a decidir qué es feminismo y qué es democracia.

Huelga añadir que esta posición –cuyas raíces se hunden en la postulación marxista de que el Estado liberal solo es el comité de negocios de la burguesía– ha sido frecuente en los márgenes del sistema español de partidos: de IU a Bildu. La novedad radica en que también el PSOE de Sánchez se ha desplazado al extremo del tablero. Y es una mala noticia.

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