Cortinas de humo y rumores de fondo
«Una huelga general por Palestina y un presidente vanguardia de la causa para desviar la atención: gestos simbólicos sin valentía ni coste político interno»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Las «txistorras» (500 euros), los «soles» (200 euros), las «lechugas» (100 euros) y los «folios» (50 euros). Es la corrupción política de toda la vida, sin nada ni remotamente sofisticado ni sutil.
El cash en sobres y maletas y en el forro del abrigo. Las putas y el Moët. Una huelga general por Palestina y un presidente vanguardia de la causa para desviar la atención: gestos simbólicos, sin consecuencias prácticas, sin valentía ni coste político interno. Mejor reconocer Palestina que el Sáhara Occidental, que si no luego nos abren la valla de Melilla. Lo que sí tiene coste interno es felicitar a la premio Nobel María Corina Machado. Por eso el presidente, que se cree mediador de conflictos internacionales, de pronto con este tema que toca muy de cerca a los españoles (por su conexión con Venezuela, y por la enorme migración venezolana en el país), no lo ha hecho. «No entro a valorar si es justo o no». Es decir, que no te parece justo. Su valentía diplomática es selectiva: solo se pronuncia si no hay coste interno. Además, en su casa, en el PSOE, tiene ya muchos problemas venezolanos: un expresidente que blanquea y que trabaja para el chavismo y la sospecha de que en las maletas de Delcy había mucho más que «txistorras».
Otro señuelo clásico de la izquierda: añadir un derecho, como el del aborto, a la Constitución. Es el mantra de siempre, el «blindaje» de algo en la Constitución. Su efecto es nulo; a veces, como en este caso –como ha recordado el jurista Germán Teruel–, es incluso contraproducente y tiene el efecto contrario que lo que se busca. El simbolismo de siempre, lo performativo por encima de lo práctico. El anuncio es el final del camino: los afines luego no comprobarán si lo prometido se cumple. Así parece que hacemos algo. Pero, sobre todo, ese «algo» es polarizar. Porque apenas se puede gobernar. El Gobierno sigue sin aprobar unos presupuestos. La gobernanza siempre en un marco excepcional.
Mientras, un «régimen mediático albanés», como ha escrito Carlos Hortelano, y sus juegos de sombras. RTVE sigue en un proceso delirante de apropiación y extractivismo, rellenando todos los huecos. Por un lado, la propaganda visceral y explícita, sin sutilezas: con presentadores como Javier Ruiz (que siempre pone el ceño fruncido para dar apariencia de seriedad y solemnidad, un poco como la cara de amargado de Tucker Carlson en Estados Unidos) o Silvia Intxaurrondo. Por el otro lado, el monopolio del entretenimiento, desde Broncano, Buenafuente o Marc Giró a Inés Hernand. La pérdida del poder parlamentario y la parálisis estatal se compensan con la batalla cultural: no pueden sacar ni una ley, pero no existe espacio mediático que no esté capturado por ellos. La Televisión Única. Y una quinta columna para un posible futuro post-PSOE.
«El CIS sigue vendiendo su chatarra habitual, que los medios oficialistas siguen comprando»
El CIS, por su parte, sigue vendiendo su chatarra habitual, que los medios oficialistas siguen comprando acríticamente. En su último sondeo, la izquierda gana con diez puntos de diferencia con respecto a la derecha. Ninguna otra encuesta se acerca remotamente a eso: el promedio de otros sondeos da una ventaja de ocho puntos a la derecha. Pero, ¿a quién le importa el CIS a estas alturas? Solo a Kiko Llaneras y a cuatro reformistas más.
¿Y los problemas reales? Por ejemplo, el de la vivienda. Ahí sí que hay buenas noticias. El Gobierno está actuando con firmeza. El otro día, la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, anunció la creación de «un teléfono gratuito de consulta e información veraz sobre vivienda. Con este número empoderamos a la ciudadanía con una nueva herramienta para defender sus derechos». He llamado y estaba comunicando.