El fiscal morirá matando
«¿Por qué lo del cambio horario? Sencillo, porque este sábado se va a producir el adelanto de la hora y va a formar parte de las conversaciones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Ya no sabe qué inventar para entretenernos y sobre todo para cambiar de conversación. Agotados todos sus recursos, sin haber sacado de ninguno de ellos la décima parte de los que propuso, ha ido a reparar en algo que hasta ahora le había pasado desapercibido: el cambio horario, ¿cómo no se le habría ocurrido antes? Lo de Franco habría estado bien si no fuera porque ha inducido en las cabezas de nuestros chicos una simpatía sobrevenida por el dictador, como si después de todo aquello no debió de estar tan mal. Ellos no lo saben, solo lo suponen, porque no habían venido a este mundo todavía.
Eso le pasa también a ese chisgarabís con ínfulas de pensador que responde al nombre de Pablo Iglesias Turrión y que pone mucho empeño en contarnos cómo fueron las cosas que él solo puede conocer por relatos ajenos. Uno le oye contar la trágica historia de Enrique Ruano, aquel estudiante defenestrado stricto sensu por la policía en su casa de Madrid en enero de 1969, cuando aún faltaba casi una década para que él fuera un proyecto en la cabeza del frapero Iglesias y de la sindicalista Turrión. Él estudiaba Derecho, al igual que su novia, Dolores González Ruiz, que andando el tiempo consiguió recomponer su vida y se casó con Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco, uno de los cinco asesinados en el despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha el 25 de enero de 1977. Ruano era amigo de Fernando Savater, pero a uno le quedó la duda de si Fernando había mentido y de quien de verdad era íntimo es de Pablo Iglesias.
Él tampoco podía saber nada de las andanzas de su padre en el FRAP, la organización terrorista que había fundado un exministro de la Segunda República, de infausta memoria, Julio Álvarez del Vayo, que intentó negar el derecho de asilo en las embajadas extranjeras a las personas que se habían refugiado en ellas. Bueno, con decir que Largo Caballero llegó a calificarlo de ‘agente comunista’ está casi todo dicho.
Hay más, claro. El todavía fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, que está a punto de asentar sus posaderas en el banquillo del Tribunal Supremo, ha decidido ir con todo por delante y sin encomendarse al Consejo Fiscal ni a la madre que lo parió, ha realizado 15 nombramientos discrecionales, entre los que cabe destacar el de la fiscal general de Galicia, el del teniente fiscal del Principado de Asturias y 13 jefaturas provinciales.
La decisión ha roto al Consejo Fiscal, que en su mayoría considera que la delicada posición procesal del fiscal general del Estado a dos semanas escasas de su procesamiento «está llevando a un progresivo y alarmante deterioro de la percepción ciudadana del Ministerio Público». Cómo no se va a deteriorar la imagen que los ciudadanos tenemos de la Fiscalía si estamos viendo a su máximo titular con el bálano asomando por la portañuela, ustedes disculparán la expresión.
Cuenta Pedro Sánchez con la sumisión de media docena de desechos de tienta, como son: Óscar López, Diana Morant, Pilar Alegría, María Jesús Montero, Eneko Andueza o Sabrina Mon. No valen para nada, pero a él le basta con que sostengan su ficción en el partido.
El día 3 de noviembre, el todavía fiscal general va a sentarse en la sala Segunda del Tribunal Supremo ante un tribunal que presidirá el magistrado Martínez Arrieta y del que formarán parte: Manuel Marchena, Juan Ramón Berdugo, Antonio del Moral y Susana Polo. Mucho juez para tan poco acusado me parece a mí, aunque no conviene distraerse. Visto que está dispuesto a ejercer hasta la última de las competencias que corresponden a un fiscal en plenitud de facultades, no cabría descartar que aún condenado se empeñara en ejercer apoyado en todos los fiscales que ha tenido a bien nombrar discrecionalmente. Después de todo, ¿la Fiscalía de quién depende? Como preguntó sagazmente Pedro Sánchez a su entrevistador de Radio Nacional. Tampoco está claro que el presidente del Gobierno vaya a aceptar por las buenas el dictamen de las urnas. Él no está dispuesto a ser el reloj parado que acierta la hora dos veces al día.
Y volviendo a la pregunta del principio, por qué lo del cambio horario. Pues muy sencillo, porque este sábado se va a producir el adelanto de la hora y es el momento en que va a formar parte de las conversaciones. ¿O es que quieren que nos pongamos a hablar de los prostíbulos de Sabiniano, de los meses que tuvo a su hermano de topo en La Moncloa, de los negocios de su mujer o de la portentosa fidelidad de su fiscal general?