Los hijos del PP van a votar a Vox
«Aquí se dará una de las grandes luchas de cara a las próximas elecciones: la batalla por el sentido mismo del patriotismo y de España»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Con la demoscopia nacional calentando motores de cara al próximo ciclo electoral —cada encuesta según su sesgo, su cocina y sus intenciones ocultas—, merece la pena echar un vistazo al estudio de Cluster17, empresa francesa que ha desembarcado en España para analizar las diferentes categorías de votantes que existen en nuestro país (junto con los de Francia e Italia). Están las viejas familias de la izquierda («social-demócratas», «progresistas» y «multiculturales») y también de la «nueva izquierda» («laboristas», «antisistema», «republicanos» y «enfadados»), así como las varias almas de la derecha clásica («liberales», «conservadores» y «centristas»)
Pero lo más interesante son otros tres colectivos que podríamos llamar de «nueva derecha» o «derecha alternativa». En reunirlos y representarlos estará la clave de un Vox capaz de entrar a un futuro gobierno liderado por el PP, pero en el cual Vox representaría el verdadero liderazgo de la demografía del mañana: sus tres segmentos de electorado descritos a continuación tienen la peculiaridad de ser los más jóvenes de todo el arco de derecha.
1) Los autoritarios
Su principal preocupación es la inseguridad en las calles, el caos cultural, el desorden social y la falta de autoridad política. Una cuestión fundamental en un mundo que sufre un proceso general de «desautorización»: de profesores, jueces, policías y autoridad familiar, mientras que entroniza a distantes «expertos» que, en lugar de enderezar el rumbo, parecen conducirnos hacia una entropía cada vez mayor.
Los «autoritarios» entre el electorado de la vecina Italia preferirían sustituir su turbulento parlamentarismo por un presidencialismo fuerte. También favorecen la salida del euro, una medida que en España muchos verían como generadora de inestabilidad, pero que en Italia saben imprescindible para restaurar el orden más importante de todos: la soberanía económica. El electorado «autoritario» español también se da cuenta de la importancia de disciplinar al libre-mercado: siendo uno de nuestros grupos demoscópicos más moralmente conservadores, en materia económica son el grupo menos liberal de toda la derecha.
Es un grupo raro de encontrar entre catalanes y vascos, dos pueblos que pagan cara su cercanía geográfica a la modernísima Europa, abandonando la identidad que deberían proteger en pos de parecerse más a las bruselenses «sociedades abiertas» hasta el destartalamiento, líquidas hasta la disolución. Tal y como los «autoritarios» italianos son más de la «Lega» de Salvini que de los «Fratelli» de Meloni, los «autoritarios» españoles prefieren a Vox, pero se repartirán también entre el PP y (curiosamente) el PSOE. Mantener este éxito de Vox será clave para su fuerza, adelantando en el ámbito del «orden» a un bipartidismo que solía representar la política «de orden» asociada al ’78, la transición modélica y el turnismo armónico.
2) Los euroescépticos
Este grupo no es uno de los más destacados en España, pese a que somos casi el único país —junto con Grecia— que ha visto cómo su nivel de vida decrecía desde el ingreso en la Unión Europea. Pero los «euroscépticos» existen como tal —y son un grupo fuerte— en nuestro vecindario inmediato (la derecha francesa e italiana), por lo que es interesante analizarlo de cara a su posible futuro en nuestro país, donde el grupo se encuentra actualmente disperso entre otros, o bien reconvertido en una especie de «alter-europeístas» que ya no pretenden salir de la UE, sino transformarla en «otra Europa», una alianza de soberanistas.
La característica de estos grupos es, como su nombre indica, una falta de fe en el proyecto representado por la UE. «Fe» es, de hecho, la palabra exacta, porque la pura razón bastaría para entender lo fallido del aparato político bruselócrata: gusano militar, enano político y —ahora también— gusano y enano económico. Pero, en fin, España siempre ha sido reserva de fe, tanto para lo bueno como para lo malo.
Los euroescépticos franceses votan sobre todo a Le Pen (en un 60%), aunque también a Mélenchon (en un 12%). Combinan ideas «de izquierda» (una renta universal de 800 euros y subida de impuestos a los ricos) con valores «de derecha» (reintroducir controles fronterizos en Europa e imponer la pena de muerte para terroristas). Son, junto con los «social-patriotas» [véase el apartado siguiente], el grupo más opuesto a las zarandajas de la «aldea global» y a ser «ciudadanos del mundo».
Se les reprocha ser uno de los grupos con menor nivel académico; ¿quizás su desapego a la UE provenga —se preguntan en las torres de marfil— de no haber estudiado suficientemente las diferencias entre el Consejo Europeo y el Consejo de Europa? Seguramente su euroescepticismo tenga otro origen: ser el grupo más económicamente humilde (trabajadores precarios, autónomos y jubilados), así como uno de los de mayor edad (lo cual les dota de memoria suficiente como para evaluar la estafa del euro y de la «gobernanza trasnacional»).
Los euroescépticos italianos también combinan ideas «de izquierda» (como aumentar las ayudas públicas al sur del país) con valores «de derecha» (como contener la islamización). Sin embargo, los yates de ricachones franco-alemanes les disgustan más que las pateras. Se sienten, además (sorprendentemente) ecologistas, aunque no creen que el cambio climático lo vaya a arreglar la Comisión Europea decretando cortes de energía y vendiendo coches eléctricos. Esto les diferencia de otros grupos más o menos «euroescépticos», que suelen ser también a un tiempo «climaescépticos».
Los euroscépticos italianos se dividieron en 2018 entre la Liga (un 49%) y el Movimiento 5 Estrellas (un 32%). En 2022 se decantaron por la Meloni (engañados, en vista de cómo se pliega a todas las directrices de la Unión Europea, desde las económicas a las migratorias). En España, esta sensibilidad (que tendría el potencial de expandir sus simpatías hasta una impresionante quinta parte de la población) podría ser representada solamente por Vox y grupúsculos a su derecha (estilo Alvise), en vista de que las izquierdas han dejado atrás cualquier veta euroescéptica julio-anguitiana desde tiempos del fracaso de Syriza.
«Los verdaderos peligros para la nación no están aquí en Barcelona, sino en Bruselas o Washington, que en todo caso estarían entre las causas-raíz del independentismo»
3) Los patriotas
Los «patriotas» se caracterizan, tanto en España como en Francia e Italia, por su apego a una idea ampliamente cuestionada (igual que la de «autoridad» del primer grupo): la idea de patria, todo un tabú en nuestro mundo de cadenas globales, soberanías compartidas y foros internacionales. Más precisamente, se trata del concepto de soberanía nacional como unidad básica e irreductible de la vida política.
En España, los «patriotas» están lastrados por dos ideas recurrentes de nuestro panorama nacional, a juzgar por las respuestas recogidas en la demoscopia. El primer lastre es un feroz liberalismo, que a menudo lleva a entender la identidad nacional como una «marca España» y a equiparar la libertad real del país con la libertad fiscal de su burguesía. El segundo lastre es considerar como enemigo principal al independentismo catalán, especialmente en un momento en que el procés parece ampliamente derrotado, en una circunstancia en que los verdaderos peligros para la nación no están aquí en Barcelona, sino en Bruselas o Washington, que en todo caso estarían entre las causas-raíz del independentismo (y no precisamente Moscú, como ha dicho alguno). Esta obsesión contra el independentismo desvía a sectores «patriotas», según la demoscopia, a posiciones tan disparatadas como oponerse a la tradicional enseñanza de lenguas regionales mientras se es favorable a la catastrófica enseñanza bilingüe en inglés.
En Francia y en Italia, el patriotismo se va desarrollando hacia formas políticas más interesantes, que bien podrían ser estudiadas y adaptadas a nuestro país por la vanguardia de un movimiento patriótico y social. La demoscopia francesa habla en este grupo de «social-patriotas», clases trabajadoras que son tan radicales en cuestiones de identidad nacional como lo son en cuestiones de discurso antiélites y a favor de los derechos de los trabajadores. La mitad de estos «social-patriotas» ni siquiera se posicionan en el eje izquierda-derecha, aunque quienes sí lo hacen están sobre todo en la derecha (31%), pero también en la izquierda (25%). Sus votos son para Le Pen (en un 55%), seguido de Mélenchon (en un 12%).
Hay algo curioso: es uno de los grupos franceses con mayor número de parientes que no son originarios de Francia —aunque sí de otros países de Europa—. Es decir, españoles, portugueses o polacos son perfectamente capaces de sentirse patriotas franceses en un país con graves problemas de integración de minorías. Esto es todavía más curioso sabiendo que dichos «social-patriotas» están entre los grupos más euroescépticos: parece ser que hay otros sentimientos de «pertenencia europea» más allá de la monocordia de la UE.
En Italia, la demoscopia habla de los «nacional-populares». Como su nombre indica, conjugan la idea de «soberanía nacional» con la de «soberanía popular». Es decir, están en contra de la inmigración descontrolada pero también en contra de las multinacionales energéticas que deciden el coste de la vida de los italianos desde el extranjero. Mientras que en España persiste el mito de que el patriotismo es patrimonio de las clases altas, combinando reloj de lujo con pulsera rojigualda, en Italia los nacional-populares son uno de los grupos con mayor porcentaje de trabajadores (33%) y empleados de bajo nivel (18%). En pasados años han votado a los populistas «de izquierda» del Movimiento Cinco Estrellas pero, especialmente, a los populistas «de derecha» de la Liga de Salvini.
En España, son el grupo más claramente pro-Vox: casi la mitad les han votado, aunque más de un tercio sigue votando al PP (especialmente aquellos «patriotas» enamorados de la dichosa «Marca España»). Aquí se dará una de las grandes luchas de cara a las próximas elecciones: la batalla por el sentido mismo del patriotismo y de España.