Entre la desaceleración y un crecimiento desigual
«La OCDE prevé que el crecimiento mundial baje, con Alemania parada y Francia y España creciendo a golpe de demanda interna y estímulo público»

Alejandra Svriz
El pulso de la economía mundial llega al último trimestre de 2025 arrojando un diagnóstico sencillo: el crecimiento global se ralentiza, los tipos de interés a largo plazo siguen en niveles relativamente altos y los indicadores adelantados del ciclo económico dibujan un panorama de tasas de crecimiento en descenso. Hay pocas excepciones, destacando entre ellas la India. En este contexto, la pregunta de fondo es si estamos ante una simple desaceleración cíclica, que desembocará en una fase de recuperación en 2026-2027, o si, por el contrario, nos encaminamos a un estancamiento más prolongado o incluso episodios de recesión.
La OCDE prevé que el crecimiento mundial baje del 3,3 % en 2024 al 3,2 % en 2025 y al 2,9 % en 2026. Estados Unidos, que todavía creció un sólido 2,8 % en 2024, ralentizará su expansión al 1,8 % en 2025 y al 1,5 % en 2026. En la eurozona, la proyección es aún más modesta: apenas un 1,2 % en 2025 y un 1,0 % en 2026, con Alemania parada después de dos años de recesión y Francia y España creciendo a golpe de demanda interna y estímulo público, con tasas decrecientes.
En contraste, las economías emergentes muestran otra cara. India mantendrá un ritmo muy dinámico, con un crecimiento estimado del 6,7 % en 2025 y del 6,2 % en 2026, sostenido por la fortaleza de su consumo interno y la apuesta por sectores industriales y tecnológicos. China, tras años de ajustes en el sector inmobiliario y la pérdida de dinamismo en el consumo, seguirá creciendo en torno al 4,9 % en 2025 y al 4,4 % en 2026. Aunque es una cifra alta para un país avanzado, supone menos de la mitad de lo que el gigante asiático acostumbraba a registrar hace apenas una década.
Este reparto desigual anticipa un mundo a varias velocidades: las economías avanzadas luchando contra el riesgo de estancamiento y las emergentes —al menos algunas de ellas— ofreciendo el grueso de la expansión global.
El segundo punto central del debate actual es el nivel de los tipos de interés a corto plazo y su adecuación a la coyuntura. Hoy, con una inflación que se ha moderado claramente —la OCDE prevé un 2,6 % para las economías avanzadas en 2025 y un 2,5 % en 2026— cabría esperar una política monetaria prudente, con un ligero sesgo expansivo, y unos tipos de interés a largo plazo más elevados, descontando eventos que tienen impacto negativo a largo plazo como la enorme acumulación de deuda, la reconfiguración del comercio mundial y posibles rebrotes de la inflación.
Y el tercer punto es observar la tendencia de los indicadores adelantados que anticipan los movimientos en el ritmo de avance del PIB en los próximos trimestres. Es el caso de los Leading Economic Index (LEI), que tienen la virtud de anticipar los giros del ciclo con entre seis y nueve meses de antelación. Para las economías occidentales, los LEI refuerzan esta visión de enfriamiento. En EEUU, el LEI lleva varios meses consecutivos a la baja. La institución que elabora el índice (The Conference Board) ha advertido que esta secuencia constituye una señal clásica de estancamiento y riesgo de recesión, aunque la fortaleza del mercado laboral ha evitado por ahora una caída más brusca.
En la eurozona, el LEI acumuló una contracción del 2,4 % en los últimos seis meses hasta septiembre de 2025. Se trata de una advertencia clara de que la economía europea no solo crece poco, sino que podría desacelerarse aún más en el próximo semestre. En China, los indicadores adelantados también han mostrado caídas encadenadas, lo que siembra dudas sobre la consistencia de su recuperación. Ocho descensos mensuales consecutivos en 2025 reflejan que la inversión inmobiliaria y el consumo aún no se han estabilizado del todo.
«El crecimiento vendrá, en gran medida, de India y de otros emergentes con mejores fundamentales»
Por último, en India, en cambio, las señales son más positivas. Aunque el LEI específico es menos accesible, la dinámica de empleo, producción industrial y confianza empresarial apunta a un ciclo de expansión que se mantiene sin grandes fisuras. En conjunto, los LEI sugieren que ni Estados Unidos, ni Europa, ni China girarán sus tasas hacia una tendencia creciente en 2026. El crecimiento vendrá, en gran medida, de India y de otros emergentes con mejores fundamentales.
¿Qué cabe esperar para 2026? Lo más probable es que la economía global se mueva en un crecimiento inferior al 3%, con una clara fractura entre países avanzados y emergentes. La inflación ya no será el problema dominante, lo que abre la puerta a una relajación monetaria gradual. La gran incógnita es si ese ajuste llegará a tiempo para reactivar el consumo y la inversión en plena fase de desaceleración del ciclo económico.
El riesgo político tampoco es menor. Un crecimiento débil en Occidente, acompañado de una deuda pública creciente por años de políticas fiscales expansivas, limita la capacidad de maniobra de los Gobiernos. Si los bancos centrales no ajustan con rapidez y los gobiernos no reorientan sus estímulos hacia inversión productiva —en lugar de sostener exclusivamente la demanda a corto plazo—, la década podría consolidarse como un periodo de bajo crecimiento prolongado.
En suma, los datos de 2025 y las perspectivas de 2026 nos dicen que la economía global tiene por delante un año de crecimiento débil y con riesgos a la baja. Los tipos de interés a largo plazo seguirán cotizando altos descontando que los «motores del crecimiento» a largo plazo están débiles. Y los indicadores adelantados confirman que las locomotoras tradicionales de la economía mundial no están generando la tracción suficiente.