La distancia entre Albares y un indio chichimeca
«La declaración del ministro no es ni la resolución de un conflicto diplomático ni el fin de una ofensa de siglos. Más bien se trata del hábil uso partidista de la historia»

Ilustración de Alejandra Svriz.
«Ha habido dolor e injusticia hacia los pueblos originarios. Justo es reconocerlo hoy, y justo es lamentarlo». Y al decirlo parecía que se esponjaba un poco, como los adolescentes o las palomas. Allí estaba Albares, ministro de Asuntos Exteriores, madrileño del barrio de Usera, Máster en Gestión Cultural en el Exterior por la Universidad Carlos III, defendiendo a los pueblos originarios, liberándolos, liberándonos del peso de cinco siglos de agravios.
Y lo mismo desde México. Claudia Sheinbaum, doctora por la Universidad de Stanford, primera presidenta de México ¿acaso no supone ella la última de una larga estirpe de mujeres gobernantes que comenzaría con las cacicas de la Sierra Mixteca, con la Reina Roja de Palenque? ¿no se referirá a ella un poco también el título de la exposición que ahora se inaugura, La mitad del mundo: la mujer en el México indígena. Allí estaba también Sheinbaum, con su sobriedad republicana, su motricidad casi pontificia, celebrando la buena nueva.
Era todo, por supuesto, una coreografía, porque la declaración de Albares ni supone la feliz resolución de un conflicto diplomático, ni mucho menos el fin de una ofensa de siglos. Más bien se trata de la coalición de dos gobiernos cada vez más afines, que comparten el gusto por unas mismas estrategias políticas: la cooptación del debate público, la constante delimitación del antagonista político, el hábil uso partidista de la historia.
Y la estrategia funcionó. La opinión pública española se apresuró a tomar partido sobre unos acontecimientos sucedidos ¡hace cinco siglos! De todos los usos políticos de la memoria el de la Conquista es el más desquiciado y absurdo de todos, remontándose al final de la Edad Media, a realidades políticas y culturales que nada tienen que ver con las nuestras, todo es invención, todo anacronismo.
¿Valdría la pena recordar que la primera vez que alguien se dolió del «dolor y la injusticia» de la Conquista fue durante la propia Conquista? A fray Toribio de Benavente le llamarón Motolinía (en náhuatl «el que se aflige») por algo (aunque escuchando a Albares empiezo a sospechar que el apodo se lo pusieron los indígenas para burlarse un poco de él). Pero es inútil. Los argumentos históricos sobran. Cuando el populista señala a la historia hemos de mirar al dedo.
«La utilización del pasado prehispánico ha servido a los más variados propósitos políticos, muy raramente a los propios indígenas»
¿Y qué vemos entonces? A dos aseados gobernantes hablando en nombre y en defensa de los pueblos indígenas, no solo de hoy sino de todos los siglos. Nada nuevo. La utilización del pasado prehispánico, del elemento simbólico indígena, ha servido a los más variados propósitos políticos, muy raramente a los propios indígenas. Ya lo dijo Vasco de Quiroga: los indios son como «cera blanda para moldear».
También es muy cuestionable el uso del término «indígena» en el título de la dichosa exposición. La mayoría de las piezas que han viajado, mayas, teotihuacanas o mexicas, son arqueológicas, no etnográficas. Algunas poseen más de mil años de antigüedad. Otro vicio muy antiguo: el de contemplar a los indígenas como abrumados por el peso del pasado, como si la historia no hubiera pasado por ellos.
No deja de ser curioso que los mismos que, con razón, combaten las visiones esencialistas de la historia de España -episodios como la Reconquista, personajes como don Pelayo- las abracen sin embargo con alegría cuando se trata de los pueblos originarios. Estamos a tiempo de que alguien, un curador o, mejor, un ministro (Urtasun: este sería un buen espacio que descolonizar) nos explique la significativa confusión entre lo indígena y lo prehispánico.
No, Sheinbaum no defiende a los indígenas. Solo sea porque -y es solo uno de muchos ejemplos -con su reciente reforma judicial les ha hurtado seguramente, a ellos y a todos los demás, el vivir en un verdadero Estado de derecho.
«Trilerismo político. Convertirse en fiscal del pasado para no comparecer como acusados en el presente»
Y qué ridícula la solemnidad de Albares. Tan grande como la distancia que va entre un ministro de Asuntos Exteriores y un antiguo indio chichimeca. Ventriloquía indígena. Trilerismo político. Exaltar el pasado prehispánico, orillando la dramática situación actual de los indígenas. Defender causas ajenas, lejanas, inocuas, para no tener que implicarse en las que de verdad nos afectan. Convertirse en fiscal del pasado para no comparecer como acusados en el presente.
El mismo día que Sheinbaum comparecía para hablar sobre la Conquista asesinaban a Carlos Manzo, un alcalde opositor de la localidad michoacana de Uruapan. El día anterior a que Albares apareciera, en extraña mezcla, entre afligido y ufano, para reconocer todo el dolor causado por una conquista sucedida hace 500 años, exactamente el día antes, Pedro Sánchez había declarado en el Senado por graves casos de corrupción.