The Objective
Victoria Carvajal

Embajadores económicos

«¿Servirán los acuerdos alcanzados durante la visita de los Reyes para reducir el elevadísimo déficit comercial que mantiene nuestro país con el gigante asiático?»

Opinión
Embajadores económicos

Ilustración de Alejandra Svriz.

En 1973, dos años antes de la muerte de Franco, la multinacional estadounidense Ford anunció una inversión de más de 1.000 millones de dólares para establecer una fábrica en España. Se trataba de la mayor inversión extranjera materializada hasta aquel momento en nuestro país. ¿Qué es lo que animó a Henry Ford a apostar por España en un momento político y económico tan incierto? Fue una larga conversación que mantuvo con el entonces príncipe de España en la que este le aseguró que España sería una democracia y que formaría parte de la Comunidad Económica Europea.

Juan Carlos I se comprometió antes de reinar a ejecutar lo que vendría después. Ford hizo una gran apuesta basada en la confianza que le inspiró el entonces príncipe. Aquella importante inversión abrió paso a las de otros grandes fabricantes —General Motors, Volkswagen, Nissan, Renault o Mercedes Benz— y supuso el punto de inflexión que consolidó a España como un actor de peso en la industria del automóvil. Hoy el país es la segunda potencia exportadora de Europa, solo por detrás de Alemania, y la automoción representa aproximadamente un 10% del PIB.

Es una anécdota que he escuchado contar a mi padre, presidente de Ford España desde 1982 a 2003, en varias ocasiones. Fue él mismo quien preguntó a Henry Ford los motivos de aquella decisión. La recupero en esta columna a raíz de la polémica que ha generado la biografía del rey Juan Carlos I y su coincidencia con el viaje de los reyes a China. Quienes han aprovechado la publicación de las memorias del rey emérito para denostar su figura harían bien en recordar la importancia que la Corona ha tenido en la defensa de los intereses económicos en la reciente historia de España.

Felipe VI es el primer monarca europeo que visita China en los últimos ocho años. Pero fue su padre, en junio de 1978, hace 47 años, el primer rey europeo de la historia en visitar la China comunista. El dictador Mao Zedong había fallecido hacía pocos meses. España estaba en plena Transición. De hecho, la Constitución se votaría en diciembre de ese mismo año. Fue también el primer viaje de un jefe de Estado español a un país comunista. En 1973 y para sorpresa de muchos, la España franquista y ferozmente anticomunista y la República Popular de China anunciaron el establecimiento de relaciones diplomáticas.

Antes de convertirse en una gran potencia mundial, la China de entonces era una economía pobre, centralmente planificada e industrialmente muy atrasada. Su PIB representaba el 1,7% del PIB mundial. Hoy, casi el 20%. La visita del Rey Juan Carlos allanó el camino para el establecimiento de unas relaciones económicas que se intensificaron a partir de mediados de los ochenta. Hasta entonces las relaciones habían sido muy escasas. En 1985 el entonces presidente del gobierno, Felipe González, visitó China al frente de una delegación de empresas españolas. Los reyes hoy eméritos volvieron en 1995, cuando el PIB del país asiático crecía a tasas superiores al 10% tras abrazar los principios de una economía de mercado. En esos años la transformación económica china había sido colosal. La de España, aunque en menor medida, también.

Desde entonces, los dos países han mantenido unas relaciones bilaterales fluidas, pero no tan intensas o comercialmente fructíferas como la que ha mantenido Pekín con otros socios europeos de nuestro entorno. Unas relaciones enturbiadas, no obstante, por la crisis de la covid, que estalló en la provincia china de Wuhan en 2019, y por el alineamiento de Pekín con Moscú tras la invasión de Ucrania. Con el de los Reyes y su visita el pasado mes de abril, el Gobierno de Pedro Sánchez parece querer demostrar su voluntad de pasar página y erigirse como el gran aliado de China en la Unión Europea.

¿Servirán los acuerdos alcanzados durante la visita de los Reyes para reducir el elevadísimo déficit comercial que mantiene nuestro país con el gigante asiático? La diferencia entre importaciones y exportaciones ascendió a 40.000 millones de euros en 2024. Es una relación hoy por hoy muy asimétrica y desequilibrada. Las potenciales ganancias económicas han de compensar también el malestar generado en Estados Unidos por el acercamiento de España a quien Washington considera su máximo rival comercial y geopolítico. ¿Seguirán el ejemplo de España los socios europeos que en su mayoría hoy se muestran mucho más cautos en su relación con Pekín por motivos de seguridad? Todo ello está por ver.

La diversificación de las relaciones comerciales de España es aconsejable cuando el proteccionismo de Donald Trump amenaza con frenar unos intercambios que hasta ahora han sido el principal motor del crecimiento mundial. Y el viaje de los reyes a China, como impulsores de la diplomacia económica, se enmarca en ese contexto. Pero si en el pasado esa apertura se hizo paulatinamente y con cautela, el excesivo entusiasmo de Sánchez con el gigante asiático no está exento de riesgos. Sobre todo, en lo que respecta a la dependencia de España en la tecnología china, un sector estratégico sobre el que Bruselas aconseja tener autonomía. Pronto los datos sobre el comercio y las inversiones bilaterales revelarán el acierto o el error de esta estrategia. El estado de las relaciones con nuestros socios tradicionales y estratégicos, Europa y Estados Unidos, también.

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