The Objective
Ricardo Dudda

Mamdani, Quero y los precarios cualificados

«Hay un abismo entre uno y otro, pero recogen un resentimiento ciudadano parecido. Ambos podría decirse que han centrado su discurso en el coste de vida»

Opinión
Mamdani, Quero y los precarios cualificados

Zohran Mamdani, alcalde electo de Nueva York. | Europa Press

No quiero forzar la comparación, pero llevo días pensando en Zohran Mamdani y Carlos H. Quero. El primero es el nuevo alcalde socialdemócrata de Nueva York; el segundo ha sido nombrado recientemente portavoz adjunto de Vox y dio un discurso que se ha hecho viral en redes. Hay un abismo entre las responsabilidades de uno y otro, pero recogen un resentimiento ciudadano parecido. Ambos podría decirse que han centrado su discurso en el coste de vida. Mamdani machacó en su campaña con esa cuestión; ha ganado porque, a pesar de que se le consideraba muchas cosas (un radical, un antiamericano, un comunista, incluso un antisemita simplemente por criticar a Israel), su discurso simplemente decía: la vida está muy cara y hay que hacer algo. Si ese algo va a ser efectivo o no es lo de menos. El marco era exclusivamente ese, de una manera casi obsesiva: el plato halal que comen muchos neoyorquinos en la pausa de la comida en los días laborales ha subido el precio y hay que hacer lo posible para que baje.

En su discurso en Aluche, un barrio popular de Madrid, Quero rememoró la España «del trabajo para siempre, el piso pagado en pocos años, unos buenos servicios públicos». Era «la edad de oro de la propiedad de la vivienda. La propiedad permitió que los hijos de la clase obrera se hicieran dueños de su casa y se convirtieran en clase media». Hay algo de nostalgia forzada. La vida en Aluche en los años 80 debió de ser durísima. Pero la vivienda no era el problema que es hoy. En 1987, el precio promedio de una vivienda en España era el equivalente a tres salarios medios anuales. En 2023, era equivalente a siete salarios, pero en Madrid o Cataluña llegaba a los 10.

El núcleo del discurso de Quero fue la vivienda. Como Mamdani con el coste de vida, es un líder monotemático. Es una estrategia muy inteligente, porque es un tema que tiene muchas ramificaciones: a partir de la vivienda hablas de clase media, familia, demografía, inmigración, identidad. Es un tema muy material que tiene muchos componentes emocionales.

En un artículo reciente tras la victoria de Mamdani en Nueva York, el politólogo Peter Turchin, autor de Final de partida: élites, contraélites y el camino a la desintegración política (Debate, 2024) habla del rol tan importante que han tenido los «precarios cualificados» en la victoria del candidato socialista. En su libro, Turchin incluye a los titulados universitarios en la categoría de «precariado»: «Este grupo está formado por personas que van a la universidad con la promesa de sus padres, profesores y políticos de que esto les garantizará una carrera profesional. Pronto se dan cuenta de que les han vendido un billete de lotería y salen sin futuro y con muchas deudas […] La historia nos dice que el precariado titulado, o los aspirantes frustrados a la élite, es la clase más peligrosa para la estabilidad social». En Aluche, Quero no se dirigía a los «aspirantes a la élite». Aluche no es Bushwick ni Park Slope, donde ha arrasado Mamdani. Pero muy posiblemente la mayoría de jóvenes que compran su discurso tienen una carrera universitaria. Son esos «precarios cualificados» a los que les prometieron que la educación superior era el único y verdadero ascensor social.

«Ese resentimiento y ese desclasamiento, que no es solo material sino también emocional y de expectativas, tiene un poder político enorme»

¿Recuerdan cuando la izquierda se reía de que el votante de Ciudadanos era una «clase media aspiracional», un pobre que se creía clase media, una variación del clásico «obrero de derechas»? Se estaba riendo, en realidad, de la mayoría de españoles. Tras décadas de discurso y de matraca con la enseñanza superior, el titulado universitario sale al mercado con la esperanza de cumplir las expectativas que le han vendido. Y se da cuenta de que nada de lo que le prometieron se va a cumplir: gana más un soldador que él, va a vivir peor que sus padres y, sobre todo, va a tener que habitar con ellos hasta los 35.

Ese resentimiento y ese desclasamiento, que no es solo material sino también emocional y de expectativas, tiene un poder político enorme. Todavía hay muchos contrapesos (no tanto institucionales como sociológicos) en España que evitarían que esa progresiva radicalización se transforme en algo parecido a un cambio de régimen: desde los rentistas a la aristocracia pensionista, bien protegida por todos los partidos. Pero se están creando las condiciones para una explosión.

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