La oferta de Puigdemont
«El fanatismo independentista le propone al presidente una salida: ‘La ruptura que no hizo hace 50 años’ y reconocer el derecho a la autodeterminación de los pueblos»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Estos días Madrid ha vuelto a tener el destello de la Transición. La ceremonia del Toisón, con la reina Sofía y Felipe González, tuvo un aura casi sacramental. Allí estaban los padres de la Constitución, envejecidos pero firmes, como guardianes de una fogata que cada día se extingue un poco más.
Felipe González dirigió unas palabras a Leonor, como heredera de un legado que nos concierne a todos como sociedad. Hablaba del futuro de nuestra democracia. Y en ese ejercicio de reinterpretar el futuro, dijo FG, la memoria puede ayudar. «Si, como escribió García Lorca, se recuerda hacia mañana».
Cómo añoramos algunos aquellos años de salud nacional y política, hasta que todo empezó a decaer. Ahora estamos aquí, ya digo, malheridos y hastiados, porque el mal ha cruzado de nuevo por España. Hubo, en el pacto político de la Transición, un talante democrático que luego se ha ido degenerando.
Nuestro sistema político, según Roberto Muñoz Bolaños, fue resultado de un doble acuerdo. Por un lado, el Pacto del perdón, que no del «olvido», por el que todas las fuerzas políticas decidieron dar carpetazo a nuestro pasado traumático. Por otro, el de la Corona con la izquierda, PCE y sobre todo PSOE, esencial para la conformación definitiva y estable de nuestro sistema democrático.
Con gran facilidad pasamos del franquismo al socialfelipismo y luego ya saben ustedes. Del señor Zapatero han aprendido a poner la memoria a su favor para que luego otros puedan desprestigiar todo el proceso de la Transición. En este contexto, ayer publicó El País una oferta jugosa, por parte de Puigdemont, que le permite al presidente Sánchez soñarse otro Adolfo Suárez u otro Felipe González.
«Sánchez ha olvidado que lo que permitió la democracia moderna no es el espíritu rupturista, sino el consenso y el respeto entre todas las fuerzas políticas»
Es la oferta —ya sin tapujos— de un nuevo «golpe posmoderno» contra el sistema del 78. El fanatismo independentista, experto en sacar tajada cuando las aguas están revueltas, le propone al presidente una salida: «La ruptura que no hizo hace 50 años» y que reconozca el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Lo de siempre: quieren cambiar la Constitución, quieren cambiar el Estado, quieren cambiar la geografía.
Parece que Sánchez ha olvidado que lo que permitió la democracia moderna no es el espíritu rupturista, sino el consenso y el respeto entre todas las fuerzas políticas. El miedo es que puede rehuir esta realidad histórica y el papel fundacional del PSOE, y presentarse como fuerza de cambio o ruptura, a base de puñetazo posmoderno, con tal de mantenerse en el poder.
Si concitas todo eso te sale una semana que recordaremos ya como todo un año larguísimo, la semana en que celebraron la muerte del dictador mientras negociaban, tres días después, en el diario El País, su nuevo régimen. Aquel otoño de hace 50 años ha querido rehabilitarlo Puigdemont, exigiendo a Sánchez la «ruptura», pero lo que viene ahora es un invierno caliente y una primavera justiciera en la que florecerán las sentencias.