The Objective
Jorge Vilches

Anatomía de Zapatero

«ZP no es un episodio del pasado. Su sombra aparece en la corrupción económica y política, en el intento de derribar la democracia y en los pactos más indignos»

Opinión
Anatomía de Zapatero

Ilustración de Alejandra Svriz.

Vosotros no lo recordaréis, pero Zapatero fue quien calentaba los mítines en la campaña electoral de 2023. Salía al escenario y se burlaba de la derecha con todo tipo de insultos. Veía un micrófono, y nuestro Mr. Bean soltaba su gracieta arrogante y simplona. Se creía intocable como un emperador protegido por el sanchismo y los amigos que le quedan en el Ministerio de Interior. Entre exabruptos y chistes, Zapatero movía hilos con los socialistas que manejan contratos públicos. 

Una palabrita, un gesto o un guiño cómplice de parte de los amigos venezolanos y chinos tenía más valor que un informe técnico. Por lo que sea, Zapatero multiplicó por 90 su patrimonio inmobiliario desde que en 2017 empezó a intermediar. Qué casualidad que, un año después, la banda del Peugeot empezara a mangonear en España. Hicieron realidad el dicho del explosivo encuentro del hambre con las ganas de comer. Fue así que el expresidente socialista metido a mediador se puso como loco a comprar mansiones a precios extraños, cumpliendo el sueño de todo izquierdista: vivir como un millonario. 

No nos debería sorprender nada de esto. Lean Historia de un despropósito, de Joaquín Leguina. Zapatero fue el resultado del odio del guerrismo al felipismo. En el congreso socialista del año 2000 votaron al candidato anodino para que no saliera José Bono, que hubiera sido otra calamidad. Lo de Zapatero se veía venir desde el comienzo. En 2003 bendijo el Pacto del Tinell con ERC y los comunistas para excluir al PP de las instituciones. Luego, en 2004, aprovechó los atentados del 11-M con movilizaciones callejeras en los días previos a las elecciones para hacerse con el poder. Por supuesto, Zapatero recibió los votos de ERC para su investidura. 

Fue entonces cuando rompió la política exterior española. Retiró a las tropas de Irak y nos enemistó para siempre con EEUU Después, tras justificar el terrorismo como una respuesta a la opresión, firmó la Alianza de Civilizaciones con el dictador Erdogán. Estaba decidido a sacarnos del bloque occidental y meternos entre los regímenes autoritarios. Fue así que en 2005 firmó con Venezuela un acuerdo de venta de material militar, e inició entonces la sospechosa relación con el régimen bolivariano.

Véase, como ejemplo, al embajador socialista en Caracas entre 2004 y 2007, Raúl Morodo, condenado por corrupción. Después, Zapatero se vinculó con el boliviano Evo Morales, y justamente entonces se produjo el fraude en el Fondo de Desarrollo Indígena Originario Campesino con desvío de fondos públicos a cuentas privadas. Faltaba China, por supuesto. Así que en 2008 empezó su vínculo con el Gobierno chino, cuya consecuencia es que España sea hoy su avanzadilla en Occidente, lo que ha generado tensiones con EEUU, la OTAN y la UE. 

«Fue el único expresidente europeo que bendijo el fraude electoral y el golpe de Estado de Maduro»

Todo esto ha tenido repercusiones políticas. Zapatero es considerado en Estados Unidos, incluso antes de Trump, como el principal embajador de Venezuela, país considerado como una narco-dictadura. De hecho, fue el único expresidente europeo que bendijo el fraude electoral y el golpe de Estado de Maduro, y la consiguiente represión de los demócratas de ese país. También esta relación explica su interés por el rescate de Plus Ultra, aerolínea conectada con Venezuela. 

La calamidad ha ido más allá. Zapatero ha hecho lo posible para polarizar la sociedad española. Resucitó el guerracivilismo cuando ya nadie se acordaba del asunto -salvo por la campaña del PSOE felipista en 1996- y tomó la malhadada «memoria histórica» para separar a los españoles tergiversando la historia. Blanqueó a ETA y a su mundo político. Eguiguren, su negociador con Batasuna, dijo entonces que Otegi -jefe de la banda que mató a Miguel Ángel Blanco- era un «hombre de paz». Fue así que ocurrió el caso Faisán el 4 de mayo de 2006, un chivatazo a los etarras para que no fueran detenidos por la policía. Recordemos que el juez Marlaska —hoy sanchista— empezó a investigar el caso y fue sustituido por Garzón, que archivó parcialmente la causa. 

Durante los años de Rajoy prácticamente nada se supo de Zapatero, pero con el sanchismo encontró campo abierto. El «asesoramiento» sospechoso a los intereses venezolanos y chinos obligó a ZP a hacer lo posible para que Pedro Sánchez siguiera en el poder. Necesitaba estar cubierto. Por eso se reunió con Puigdemont en Bélgica y Suiza, ocupando el hueco de Cerdán, al que Zapatero llamó en un mitin socialista de la campaña de 2023 «Súper Santos Cerdán». Por algo sería. ZP fue al encuentro del golpista fugado. Se lo ordenó Pedro Sánchez en junio y septiembre de 2025 para conseguir a cualquier precio el apoyo de Junts en el Congreso de los Diputados. 

Zapatero ha estado ligado al golpismo catalán y a Venezuela. No en vano, Rajoy le pidió que rogara a Nicolás Maduro que su país no reconociera la declaración de independencia de Cataluña proclamada por Puigdemont. Su retórica sirvió también para presentar la Ley de Amnistía a los delincuentes del golpe de 2017. Dijo que era una «fuerza pacificadora y poderosa» y que servía para «refundar» la democracia española. 

Al final, todo encaja. ZP no es un mero episodio del pasado, sino un hilo persistente que cose muchas de las anomalías más vergonzosas de nuestro presente. Su sombra aparece en la corrupción económica y política, en el intento de derribar la democracia y en los pactos más indignos que se recuerdan. No estaría mal que algún día rindiera cuentas como un ciudadano cualquiera. 

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