Hay esperanza para la buena política
«Boric y Kast han protagonizado una transición democrática ejemplar. ¿Es Chile un hecho aislado o síntoma de que hemos llegado al pico de la ola de la polarización?»

Ilustración de Alejandra Svriz.
¿Hemos llegado al pico de la ola de la polarización?
El nivel de polarización y populismo es máximo. Lo que no sabemos es si es el máximo al que llegaremos. ¿Hay esperanza para la buena política?
Boric y Kast, los presidentes saliente y entrante de Chile han protagonizado esta semana un acto de transición democrática ejemplar, muy llamativo en estos tiempos. En un ejercicio de tradición republicana dos líderes con ideologías claramente opuestas han sabido poner por encima de sus intereses partidistas —incluso reprobando a algunos de sus partidarios— el respeto, la defensa de la legitimidad del rival y la confianza en las instituciones y en el sistema democrático.
Nada que ver con otros momentos de la historia reciente como la dramática transición de Trump a Biden en 2021 en EEUU, con asalto al Capitolio incluido.
¿Es Chile un hecho aislado o un síntoma de que hemos llegado al pico de la ola de populismo y polarización?
Es evidente que la situación es terrible. Y que la radicalidad política en formas y actitudes (no tanto en ideología) está completamente expandida en muchas de las democracias liberales más importantes. Eso no se pone en duda. Pero quizá ya hemos llegado al punto máximo del ciclo político. ¿Hay síntomas que lo indiquen así?
Hoy por hoy son tres los ejes en los que se ubica cualquier referente político y los propios ciudadanos en sus intenciones de voto: el eje ideológico, el eje de las formas y el eje de la honestidad y los valores en el ejercicio del poder.
En el eje ideológico no es donde se han producido planteamientos especialmente radicales. Incluso los partidos conservadores, liberales o los más «ultraderechistas» europeos tienen una posición favorable al mantenimiento de servicios públicos —aunque introduzcan privatizaciones en su gestión o colaboración público-privada—, de defensa de un sistema de pensiones público, y de un cierto esquema de protección social. Incluso en materia de derechos civiles no se están produciendo planteamientos radicales de retroceso en las libertades civiles alcanzadas en las últimas décadas, con la excepción de algunas posiciones xenófobas en materia migratoria.
No ocurre lo mismo en el eje de las formas. La polarización y el populismo se está viendo reflejado con especial intensidad en las formas maleducadas, irrespetuosas y macarras. El debate se llena de insultos, ataques personales y mentiras. La radicalidad y el populismo en las formas son totalmente compatibles con cualquier posición ideológica de izquierda, derecha o centro. Y cada vez tienen menos peso en muchos votantes, que hartos de confrontación permanente, cada vez buscan más políticos serios, moderados (en las formas, independientemente de la ideología) y propositivos.
«La falta de actitud democrática se observa en esos políticos que atacan la legitimidad del rival y que ponen en duda las instituciones»
También se observa claramente esa escalada de radicalidad y populismo en el eje de los valores en el ejercicio del poder. La falta de actitud democrática, participativa, transparente y honesta se observa en esos políticos que atacan la legitimidad del rival y que ponen en duda sistemáticamente a las instituciones democráticas y constitucionales. Probablemente este sea el eje donde el populismo es más peligroso en términos de convivencia y de consolidación de los sistemas democráticos como garantes de prosperidad compartida y libertad.
¿Síntomas para la esperanza?
Es indiscutible la escalada populista y de polarización de los últimos años. La duda es si se ha tocado techo o aún puede subir más.
Casi todas las encuestas recientes vienen acentuando la valoración negativa tanto de la situación política general, como de los partidos y los líderes políticos. Y se señala, sin excepción, a la política y a los políticos como uno de los principales problemas de los ciudadanos.
«Una clara mayoría muestra su rechazo a los enfrentamientos constantes y vacíos de contenido propositivo»
Si estamos observando que la acción de los políticos, en general, es populista y polarizadora y que la población de forma muy mayoritaria considera que la política en vez de ser la solución se ha convertido en un problema y que, además, los políticos no hacen bien su trabajo, esto debe significar que muchos ciudadanos rechazan esa política populista y polarizadora.
Lo mismo se observa en los análisis cualitativos. Cuando se pregunta por los debates políticos una clara mayoría muestra su rechazo a los enfrentamientos constantes y vacíos de contenido propositivo y exigen una política respetuosa y con soluciones concretas.
Podríamos preguntarnos, vistos estos datos, sobre las razones por las que son elegidos políticos populistas o agresivos en sus planteamientos y carentes de propuestas creíbles. Normalmente la respuesta es la ausencia de una alternativa diferente. Si hay que elegir entre varios macarras, pues ganará algún macarra claro.
Pero es que además hay síntomas que muestran que esto está dejando de pasar cuando existe una alternativa no populista. Un ejemplo claro es el apoyo masivo a un perfil moderado —en formas y valores, no necesariamente en ideología— como Starmer en el Reino Unido. Después del populismo de la campaña del Brexit, de líderes como Boris Johnson y de las diferentes primeras ministras que tuvo Reino Unido la reacción de la ciudadanía británica fue apostar por un líder serio y moderado que combatía el populismo y la polarización.
«Meloni ha modificado sus formas políticas e imagen hacia posiciones mucho más moderadas. Por algo será»
También ha pasado en España. Después de un dirigente como Puigdemont y de la locura del proceso de intento de independencia la ciudadanía catalana reaccionó, con su particular seny, eligiendo a un president solvente, propositivo, honesto y moderado (en formas y actitud respetuosa) como Salvador Illa.
Dentro de estos síntomas de moderación, que pueden estar mostrando que se alcanzó ya el techo del populismo y que incluso puede encontrarse en retroceso, podemos incluir algunos giros en líderes como Meloni, que han modificado sus formas políticas e imagen hacia posiciones mucho más moderadas. Por algo será. El propio Kast en Chile ha mantenido una línea moderada en sus formas y actitud —no así en su ideología— que le ha llevado a obtener un amplísimo apoyo.
Pero la ola de la polarización no baja sola. Ni va a bajar al ritmo que debería solo por el puro y frío interés electoral de quienes hasta ahora enfrentaban a la población para tratar de activar a sus propias bases. Con eso no basta.
Reducir la polarización y el populismo es una obligación moral de cualquiera que se considere un demócrata. Quien entienda la política como la vía para que exista esperanza, convivencia, paz y prosperidad compartida no puede recurrir a la demagogia y a la polarización populista.
«Quienes nos dedicamos a la política somos los principales responsables de que la disminución del enfrentamiento se produzca»
Quienes nos dedicamos a la política somos los principales responsables de que la disminución del enfrentamiento se produzca o no se produzca.
También tienen un papel importante los medios de comunicación y los propios ciudadanos, que pueden ejercer y exigir más o menos nivel democrático y de respeto institucional.
Hoy en día la polarización es enorme. Ojalá sean ciertos esos síntomas y ya estemos en el pico de la ola del apoyo ciudadano al populismo.
Espero que todos podamos aportar a una mejor política, que huya de esa polarización populista. Lo ideal sería combatirla por honestidad democrática. Aunque algunos lo harán, principalmente, por interés electoral. ¿Quién será el último en moverse? Atentos.