Una nube de incienso
Enrique García-Máiquez

Una nube de incienso

Un amigo me avisó enseguida del artículo de Quintana Paz, por si quería rebatirlo. Se titulaba: “¿Por qué se acelera la decadencia de la Iglesia católica en España?”, así que afilé mis armas ultramontanas. Pero cometí un error fatal, de principiante. Leí el artículo. De modo que ahora, en vez de contradecirlo, lo voy a continuar.

La Era de Acuario
Jorge San Miguel

La Era de Acuario

Hace un par de semanas comí con unos amigos socialdemócratas. Tengo muchos amigos socialdemócratas. Casi todos, de hecho. Incluso yo mismo soy un poco, a mi manera, socialdemócrata -es mi manera de ser conservador y “de orden”, como esos católicos de los que habla Sartre, que son católicos precisamente para no tener que creer en nada.

De la indignación moral como opio del pueblo
Gregorio Luri

De la indignación moral como opio del pueblo

El 3 de diciembre de 1869, contestando en el Parlamento a Castelar, Sagasta reconoció que “sería completamente imposible, no habría medio, no de gobernar, sino de vivir en sociedad, si se comprendieran los derechos individuales de manera absoluta, pues lo absoluto en el ejercicio de los derechos individuales conduce irremisiblemente al estado de barbarie”. Por “absoluto” quiere decir “sin relación a los derechos de los demás” –lo que Oakeshott llama “supuesto incondicional”-, por eso añadió que “la limitación en el ejercicio de los derechos de cada uno por la garantía del ejercicio de los derechos de los demás, es la libertad, es el progreso, es la civilización, es la sociedad”.

Filosofía ha muerto
Carlos Mayoral

Filosofía ha muerto

Pocos días atrás, Santiago Navajas, profesor de Filosofía, contaba en las redes sociales cómo en el examen de Selectividad en Francia habían optado por despachar el examen de la asignatura con la siguiente pregunta: ¿Es el deseo un signo de nuestra propia imperfección? Partiendo de esta cuestión, el alumno debe escribir un ensayo apoyándose en los conocimientos adquiridos de la mano de los distintos filósofos estudiados y, sobre todo, apoyándose en el espíritu reflexivo, crítico y creativo que el alumno haya madurado al calor de las mentes más brillantes de la historia. Una asignatura que ayuda a construir una mentalidad propia, una determinación propia e incluso un lenguaje propio se ve potenciada con un examen de este tipo, que obliga al alumno a utilizar el adjetivo más importante de los que han cruzado por este párrafo: “propio”.

Solo queda llorar
Laura Fàbregas

Solo queda llorar

Hace tiempo advertí en Rac1 de que el procés se convertiría en lo más parecido a la Feria de Abril o los Sanfermines de Pamplona. Que veríamos gente manifestándose en la calle, votos en las urnas y mucho ruído. Pero que este ruído difícilmente se distinguiría de otros eventos de efervescencia colectiva como el de las Fallas de Valencia.

El gobierno y la ciencia
José Carlos Rodríguez

El gobierno y la ciencia

Pedro Duque es la estrella del equipo ministerial del presidente Sánchez. Ha aterrizado sobre la ciénaga política límpido del juego de odios en que se ha convertido la gestión de lo público, y tiene un perfil entre científico y aventurero que causa admiración. Llega con una estela en twitter que no provoca vergüenza, sino admiración, por sus críticas a las terapias basadas en pseudociencia, como la homeopatía o el reiki, así como al movimiento que rechaza el uso de vacunas para prevenir enfermedades infecciosas.

Aloma Rodríguez

El lado correcto

Estos días hemos vuelto a ver cómo políticos, periódicos y el gobierno se dejaban llevar por el populismo, se han apuntado a las críticas al sistema judicial y penal español a raíz de la concesión de la libertad provisional para los cinco acusados cuya condena aún no es firme.

Activismo integrista
Jordi Amat

Activismo integrista

¿Por qué no decir las cosas por su nombre? Fuera complejos: integristas del mundo, ¡uníos!

Durante el último tercio del siglo XIX y hasta 1896 Fèlix Sardà i Salvany lo tuvo claro y lo propagó sin descanso. “Si hoy día la Revolución se proclama y es ya el nihilismo, ¿qué debe ser ya la verdadera contrarrevolución sino el integrismo?”. Lo suyo sería una meditada movilización integrista, articulada a golpe de proclama y panfleto, y en su batalla obsesiva por perpetuar la cristiandad para él lo peor no eran los opuestos. Los peores eran otros mucho más próximos. Los católicos de medio pelo. “Me admira, a fe, de que esto no lo vea todo el mundo de esta manera y de que sean tantos los claros talentos y los corazones que hemos de suponer bien intencionados, a quienes cieguen y seduzcan tan a menudo los falsos atractivos del ya viejo y gastado y desacreditado moderantismo”. La peste eran los moderados dispuestos a pactar con el peor de los pecados –el liberalismo-, en la estela del arrinconado Jaime Balmes.

La trayectoria del propagandista Sardà fue el objeto de la tesis doctoral del político en barbecho Santi Vila, que ahora la Fundació Joan Maragall ha publicado en libro. Desde el arranque del Sexenio Democrático, cuando se acercaba a los 30, este cura y sus compañeros del círculo del seminario entendieron que la amenaza del Error podría imponerse eternamente. Lo impedirían. No es que fueran gramscianos, Dios los libre, pero intuyeron que si no luchaban por la hegemonía nada podrían hacer. “Nuestra táctica debe ser la de un gran ejército disperso en guerrillas. Mutua comunicación que a la vez nos aliente y nos obligue, pero la única indispensable para entendernos con una palabra”. Su herramienta fue la imprenta, su estrategia el despliegue integral entre los sectores populares y el maniqueísmo su retórica.

Lo de menos, claro, sería la complejidad de sus argumentos. “No es al catolicismo a quien le toca conciliarse con nadie; a las leyes, a las costumbres, a las instituciones modernas, toca reconciliarse con él”. Cuando tienes la Verdad, lo tienes todo y sólo debes repetir lo ya sabido como un credo incuestionable: “proporcionar sanas lecturas a todo el mundo e impedir la circulación de todas las perniciosas”. El motor de la máquina de propaganda que pusieron en marcha fue una publicación periódica: la Revista Popular. Allí no había pluralismo, como en muchos de nuestros medios. Allí sólo se repetía el argumento eterno para que los convencidos no dejarán de serlo. Y donde no hay discusión, porque hay Verdad, hoy como ayer, solo hay propaganda. Y cuando la propaganda se vende como información, domina la mentira disfrazada. Así sigue actuando el activismo integrista.