Mi 12 de octubre catalán
Víctor de la Serna

Mi 12 de octubre catalán

Andaba yo descubriendo el Camino Real que une las misiones españolas en California dentro del nostálgico recorrido con el que mi mujer y yo nos despedimos de Estados Unidos en ese lejano verano de 1975 cuando, entre Los Ángeles y San Diego, nos encontramos en un cruce con una carretera, la Portola Parkway, cuyo nombre me llamó la atención porque por allí no parecía haber ninguna población, ningún condado, con ese nombre. Preguntando aquella noche oí por primera vez en mi vida -cosa que me sigue avergonzando, porque un corresponsal en EEUU debería saber esas cosas- el nombre de Gaspar de Portolà.

Algo viejo y algo nuevo en el independentismo catalán
Juan Claudio de Ramón

Algo viejo y algo nuevo en el independentismo catalán

Si fuera yo un periodista, ayer habría esperado hasta la noche para escribir esta nota. Lo habría hecho entonces sabiendo en qué ha quedado la cita de Puigdemont con su destino y cuál ha sido la respuesta del Estado democrático. Pero no soy un periodista y por la noche no sé escribir. De modo que comparto una última reflexión antes del anochecer, que como todo anochecer, tengo la certeza, será preludio de alba.

Imposible seguir leyendo
Lea Vélez

Imposible seguir leyendo

Hace poco, una partidaria de la independencia me daba un discurso lleno de candor, en el que afirmaba que la nueva Cataluña es un proyecto ilusionante y moderno, ¿No me gustaría una educación de calidad para mis hijos, donde personas como yo, que saben de creatividad, de pasión educativa, tengan voz para construir otra cosa diferente a esto que tenemos? Donde la cultura sea real, donde yo misma, que me dedico a hablar tanto de educación, sería bienvenida para asesorar con todos estos conocimientos que tengo sobre los niños de altas capacidades, por ejemplo. Por unos instantes pensé… qué bonito sería poder acabar con este monopolio de los libros de texto llenos de clichés y papanatería, de los profesores aburridos que sueltan su chapa sin enseñar a pensar porque nadie los enseñó a ellos, de la ciencia, la física, la química, la praxis, la matemática sin sumas aburridas para crear hombres felices y no ciudadanos. Qué bonito sería que el colegio no fuese la forma de fabricar conformismo o una criba de talentos que buscan salirse siempre de la caja. Qué bonito sería, si no fuera un oxímoron en las circunstancias catalanas y en el país educativo que se pretende fundar.

"Contra todas las banderas"
Joseba Louzao

"Contra todas las banderas"

Los símbolos son como los adjetivos. La apreciación que podamos llegar a sostener sobre ellos depende más de su uso que de cualquier otra controversia valorativa. En una España marcada por una creciente guerra cultural, lo sabemos bien. Aunque, de tanto mirarnos al ombligo, muchos consideren que estas tensiones son el hecho diferencial de la política patria, los conflictos simbólicos forman parte del debate público en las sociedades modernas.

El espectáculo debe continuar
Jordi Bernal

El espectáculo debe continuar

A pocas horas de que el Parlament se reúna en pleno prescindible queda el apocalíptico paisaje después de la batalla. El espectáculo de estos últimos años no ha podido ser más cañí y cejijunto. De hecho, con la participación de la catequista laica Forcadell, el sempiterno catecúmeno Junqueras y el ruralista granítico Puigdemont, el esperpento de Ruedo Ibérico ha desprendido en todo momento un agrio tufo carlistón y sacristía.

Una manifestación necesaria
Andrea Mármol

Una manifestación necesaria

Decenas de miles de primerizos en materia de manifestaciones tomaron ayer las calles de Barcelona. La impericia de muchos de los que ayer salimos se adivinaba en detalles menores: banderas mal anudadas, decenas de consignas distintas y mal acompasadas y muchísimas personas que se acercaban en solitario a la concentración desde primera hora, sin saber muy bien qué hacer ni a quién dirigirse pero íntimamente alentados desde hacía días a no perderse lo que fuera a suceder en la capital catalana.

Banderas de nuestros padres
Manuel Arias Maldonado

Banderas de nuestros padres

Ayer fue un día de banderas y es comprensible que eso causara inquietud en todo aquel que posea conciencia histórica: rara vez ha habido un desastre colectivo donde no se enarbolase alguna. Pero hay razones para preguntarse si las banderas que vimos ayer ondear en Barcelona pertenecen a esa categoría funesta. Ni que decir tiene que las banderas, como tantos otros símbolos, tienen el significado que les atribuyamos.

Puigdemont no quiere el diálogo
Gonzalo Gragera

Puigdemont no quiere el diálogo

No es civismo, sino cinismo. Aunque hay que reconocer que el Govern derrocha ganancias en ese cínico victimismo debido a una asociación de conceptos tan ingenua como, aquí lo peor, de buena fe por parte de sus conciudadanos. El Govern ha vendido, y le han quedado beneficios, la imagen de la represión, del pueblo, de un sólo pueblo –esta es otra clave-, sin disidencias ni opiniones contrarias a las de sus intereses, silenciado por la fuerza de un Estado ajeno. La policía que cumple el auto de una jueza y que garantiza los derechos de todos los ciudadanos contra los que pretenden, fuera de la ley, imponer el suyo, es el agresor; los partidos que aprueban leyes sin el más mínimo respeto al procedimiento legislativo estipulado –es decir, sin considerar los cauces establecidos, democracia representativa mediante, por toda la sociedad catalana-, son justos, pacíficos y democráticos; el Gobierno y el Estado que, aplicando el artículo 155 de la Constitución, no suspende la autonomía –como escribe Ignacio Camacho- ni provoca injerencias sino que restituye el orden constitucional y la legalidad vulnerada, casi un invasor, un opresor.