
Contra la navidad
Cuánto añoro las Navidades sin afeites ni plusvalías, aquellas en que sólo se celebraba eso, la Navidad

Cuánto añoro las Navidades sin afeites ni plusvalías, aquellas en que sólo se celebraba eso, la Navidad

Las sospechas sobre la potencial colusión entre el equipo de campaña y Rusia para ganar las elecciones están llegando a un punto determinante. Pese al hermetismo del fiscal especial Robert Mueller, exdirector del FBI, así parecen indicarlo algunos hechos:

No se me equivoquen. La fotografía que acompaña esta columna no es del ‘mayo francés’. No es París ni hay sueños nobles bajo el aguanieve belga. Es Bruselas llena de indepes y sus cuñados. No es tampoco una masa pidiendo el adiós a las armas de los terroristas. No esperen nada de eso: acaso vean ustedes que son gente de posibles aprovechando los festivos y con una excusa para visitar los mercadillos navideños. Anduvieron las redes colapsadas de guapa gente de Tarrasa ‘selfieando’ el histórico momento: patriotas por la democracia y una vuelta a Europa en Ryanair. Igual hay adoquines, pero lo que se ve es a 45.000 españoles de aldea y campanario que se conoce que no tienen nada mejor que hacer un jueves de diciembre. 45.000 catetos en la Eurocapital en busca de una pulmonía de vuelta a El Prat. Quizá no tengan nada mejor que hacer. Quizá sea una de estas imágenes que a los ‘Jordis’ (ese esperpento mortadelesco de la sociología ‘taleguera’, anverso y reverso del ‘golpismo amb barretina’) les ‘pone’ cantidad. Bruselas no es lo que se dice París en el 68, ni Nueva York, ni la Gran Vía de Madrid. Bruselas es un poblacho complejo venido a más que lleva soportando pataletas españolas y embajaditas de la España plural.

“El sur era más democrático, pero el lado que tiene menos dudas, gana”, dice un anciano combatiente vietnamita en The Vietnam War, la serie documental recién estrenada por la PBS, la televisión pública norteamericana.


Entré en la exposición movido únicamente por la sonoridad del reclamo: Hokusai, tres sílabas que prometían llevarme lejos de la engorrosa actualidad española.

Mis hijos, como muchos niños, tienen “enemigos” en el colegio. Todos los tuvimos. En la infancia los sentimientos están bastante exacerbados y hay odios y amores, amigos y enemigos. La palabra “enemigo” no significa lo mismo para un niño que para un adulto. Es un lenguaje que ellos utilizan y que tiene un valor semántico muy diferente.

Hace seis años comenzó en España lo que se ha denominado un ciclo de politización. La secuencia es conocida. Las movilizaciones del 15M, más transversales e indefinidas, fueron dando paso a movimientos sectoriales en protesta por los recortes. Los colectivos y redes con más capital organizativo previo, generalmente de izquierdas, fueron capitalizando el descontento, aún de forma inarticulada políticamente. Partidos ya existentes como IU o UPyD crecían en las encuestas, pero no parecían en disposición de alterar radicalmente la cartelización política que convertía a España de facto en un bipartidismo.

Se nos viene apuntando los últimos meses que la Constitución española pasa por una profunda crisis que solo podrá ser superada mediante su urgente reforma. Reforma o ruptura, si se nos permite traer el dilema de la Transición.