Puñetazos de artificio

Algo similar les ha debido de ocurrir a los cinco cabecillas de Syriza que se han mostrado muy críticos con Tsipras y quienes durante la campaña electoral griega aseguraron pegar duro y sostener el combate con la UE.

Le llamábamos Giti. Era el clásico chico del colegio con el que se cebaban los grupos de chavales de clase. Sin grandes abusos pero todos en manada, eso sí. No sé ni cómo acabo de recordar que se llamaba Jesús. El caso es que era bastante extraño, su mirada era huidiza y tenía los lóbulos de las orejas cuadrados, detalle que no he vuelto a ver en nadie. Acabado el COU le perdí la pista pero más tarde supe de él por un amigo común. Ellos le llamaban Quecho, nunca Jesús. Descubrí a un Giti/Quecho/Jesús muy distinto al de las aulas: echado para adelante, bravucón, provocador y altanero. Me contaba mi amigo que cuando las cosas parecían ponerse feas en un bar, Quecho daba un paso al frente y sacudía su mejor puñetazo al más grande de los rivales. Sin mediar palabra. Su sartenazo obligaba a los suyos a emprender la pelea, a emplearse a fondo, mientras él o bien yacía en el piso tras recibir un directo o jaleaba a sus amigos retirado desde un costado de la refriega.

Dos o tres episodios similares después, Quecho volvía a volcar su rabia contra el Maciste de turno, mas al buscar a sus compañeros, estos, desde la barra del bar, reían ante su nueva imprudencia escarmentados como estaban ante su falta de cabeza. El caso es que, a fuerza de verse solo y derrotado, Quecho aprendió la lección. Sus amigos, que una vez le creyeron todo ardor y valentía, le dieron el crédito justo.

Algo similar les ha debido de ocurrir a los cinco cabecillas de Syriza que se han mostrado muy críticos con Tsipras y quienes durante la campaña electoral griega aseguraron pegar duro y sostener el combate con la UE. Todos sabíamos que, como Quecho, doblarían la rodilla a la primera. A ver ahora qué deciden sus amigos.