THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

Sangre y propaganda

La guerra nunca es un juego de niños. La guerra es algo muy serio como saben los combatientes. Quienes se juegan la vida, matan para no morir y ven caer a sus amigos y compañeros en armas.

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Sangre y propaganda

La guerra nunca es un juego de niños. La guerra es algo muy serio como saben los combatientes. Quienes se juegan la vida, matan para no morir y ven caer a sus amigos y compañeros en armas.

La guerra nunca es un juego de niños. La guerra es algo muy serio como saben los combatientes. Quienes se juegan la vida, matan para no morir y ven caer a sus amigos y compañeros en armas. Otros que entran en contacto con la guerra no tienen esa máxima exposición del combatiente.

Entre esos que no temen morir es más fácil que algunos crean que es un juego. A la cabeza de quienes no corren peligro de morir, pero si de pervertirse hasta la indignidad más profunda y la mayor infamia en una guerra, están los políticos. Que tantas veces especulan con la vidas de otros como piezas en sus juegos de ambiciones. También están entre ellos los hombres de negocios, los comerciantes y no solo de armas. Todos aquellos que pueden lucrarse en esta terrible situación que crea cuando se produce esa actividad humana de matarse. Son los que enriquecen dentro de esa lógica de destrucción y daño que empobrece a casi todos. Y también hay que incluir en este grupo de espectadores interesados de la tragedia de la guerra a los periodistas. Aunque ellos a veces, ocasional y accidentalmente en la mayoría de las veces, sí mueran.

Muchas veces se creen en necesidad de combatir también con sus palabras. Si son llegados a las guerras como testigos para medios de sociedades del bienestar lejanas a los hechos, corren el peligro de frivolizar o literaturizar la lucha y la muerte. Y de informar sobre los hechos desde la pasión sentimental que todo lo ahoga o la liviandad de quien narra una película de cuyo sangriento rodaje es invitado. Y todos los periodistas, los que acuden como corresponsales y los que siguen los hechos desde las redacciones corren el peligro de ser utilizados como soldados involuntarios o agente inconscientes de la propaganda de guerra.

En el mundo democrático todos saben que la izquierda domina la propaganda política mejor que la derecha. En el frente de guerra que tenemos abierto en Ucrania tras las invasiones rusas de Crimea y las regiones orientales, la propaganda rusa derrota una y otra vez a la propaganda ucraniana, a la información europea y a la verdad. En este pie foto bajo la imagen del niño con la bandera ucraniana se constata un hecho: que los observadores internacionales acusan a las dos partes de usar bombas de fragmentación. Pero en la inmensa a mayoría de los medios occidentales la información se ha encabezado con un titular que acusa a Ucrania de su uso. La acusación contra los separatistas y las fuerzas invasoras rusas que los apoyan aparecen, a veces ni siquiera, al final del texto. Vladimir Putin juega con ventaja.

Desde hace años gasta el presupuesto de un pequeño país europeo en su propaganda internacional. Su televisión Russia Today (RT) desinforma en numerosos idiomas desde todos los puntos del globo con su sesgo antioccidental, antiliberal y antidemocrático. La versión y la interpretación de todos los hechos narrados son únicas y su difusión masiva y homogénea. Si dentro de Rusia ya vuelve a haber solo una realidad oficial como en la era soviética, en el exterior Putin ha logrado una fuerza de penetración, cobertura y manipulación que no logró la URSS ni en los mejores tiempos del Komintern y Willy Münzenberg.

Inmenso despliegue técnico y de medios, dinero a raudales, periodistas contratados en todo el mundo, personas de relieve social subvencionados y pagados y premiados por ejercer su influencia para la difusión de sus tesis mentirosas, el Kremlin no repara en gastos y esfuerzo. Y así los éxitos de la propaganda rusa han sido espectaculares en la intoxicación de Occidente para la justificación de su guerra de agresión, la invasión y la anexión de territorios ucranianos, de momento Crimea. La guerra no es un juego, la guerra de la propaganda tampoco. Y la frivolidad propia de los medios de las sociedades democráticas y de sus piezas básicas, los periodistas, hacen fácil al Kremlin infligir derrotas, una tras otra, a la información honrada y a la verdad.

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