Hay que ver 'Traidores'
«’Traidores’ es la historia universal de una humanidad insurrecta contra el crimen, el fanatismo y la mentira»
Es necesario, es importante, que el mayor número posible de españoles vea Traidores, el documental de Jon Viar sobre la experiencia de militantes renegados de ETA. La película –que hasta el 20 de noviembre seguirá disponible aquí– registra la voz, antes de que se extinga, de un grupo de supervivientes morales del naufragio moral vasco. Un grupo ya septuagenario, con un rasgo en común: haber pasado de la pertenencia a ETA al activismo contra el totalitarismo etarra. Personas que tras haber padecido cárcel durante el franquismo fueron amenazados y perseguidos por ETA durante muchos años. Con otra característica biográfica compartida: el haber desistido no solo de la violencia, sino también del nacionalismo vasco profesado en su juventud. Su traición no fue solo a los medios: también a los fines y a la «causa».
Así que en la película asistimos al relato de eso que los griegos llamaban metanoia, una revolución interior fruto de la revisión de la vida propia y del mundo que la rodea. Aunque son seis los entrevistados, el eje de la narración es el diálogo que el director mantiene con uno: su padre. A lo largo de la conversación con Iñaki Viar, psiquiatra y profesor universitario, la emoción se cuela en varios puntos: la relación con unos abuelos desconcertados o las imágenes entreveradas de felicidad familiar abriéndose paso. El estremecimiento se alcanza en el tramo final de la película: el momento en que la condena abandona el fuero interno y se convierte en resistencia pública, con riesgo cierto de perder la vida. Hay pasajes dolorosos. Cuando el nombre de la madre, la periodista Chelo Aparicio, aparece en un listado de objetivos de la banda, la argolla del pasado arrastra a Viar padre al remolino del remordimiento.
La película me ha dejado temblando. Creo que lo hubiera hecho aun sin haber sido yo español. Porque Traidores es la historia universal de una humanidad insurrecta contra el crimen, el fanatismo y la mentira. También del no menos humano reverso de la historia: la pequeñez e indiferencia de los muchos que empuja a los pocos al heroísmo. En tiempos postizos de ficciones autocreíbles, el gran mérito de la película es estar cargada de verdad, sin emplastos ni barnices. Ningún entrevistado hace trampas con el pasado. Tampoco con el presente. Los Viar no lo dudan: la violencia cambió el mapa político del País Vasco y ayudó a apuntalar la hegemonía del nacionalismo. Una certeza herética en el actual panorama político, como sugiere que Traidores fuera el único proyecto audiovisual que no recibió en 2018 la ayuda del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del Gobierno vasco. En la resolución que la denegó leemos: «[La película] no aborda temáticas relacionadas con la recuperación de la memoria histórica y la clarificación de la verdad de la memoria reciente, desde la perspectiva de defensa de la democracia y los derechos humanos». Que el espectador juzgue por su cuenta si esto es cierto: hagan por verla.