Desconocido, fascinante: Baldomero Romero Ressendi
«Ressendi fue un pintor que creó escuela propia, con su expresionismo perturbador, hipnótico y tenebrista, y que rompe con todo convencionalismo»
Apenas sabemos quién fue, más allá de su obra, Baldomero Romero Ressendi, pintor sevillano del que se celebra el centenario de su nacimiento en este 2022 -año de tantas efemérides culturales-. Anécdotas puntuales, escuetos apuntes biográficos, rumores… construyen la biografía, aún enigmática biografía, de este artista que nos conmueve y nos seduce. Formado en su Sevilla natal, en la Escuela de Bellas Artes, pronto destaca con una producción que lleva un estilo propio, reconocible, muy personal, y que lo sitúa, dentro de la pintura española, en la estirpe de El Greco, de Valdés Leal, de Goya, de Zuloaga. Es la oscuridad que alumbra, que ilumina. Romero Ressendi, con su juego de sombras, que nos provoca inquietud, da luz a sensaciones, emociones, que atrapan a quien observa sus obras.
Algunas etiquetas recurrentes a la hora de definir a Ressendi son las de maldito, bohemio, genio. También la de trabajador. Muy trabajador. Dicen que Romero Ressendi se encerraba en su estudio a primera hora de la mañana, y que de ahí no salía hasta bien entrada la noche: horas dedicadas a su vocación, a su oficio.
Aunque hoy quizá no sea un nombre tan popular, sí lo fue en vida. Con numerosos encargos que le permitieron vivir de sus creaciones, y con un notable reconocimiento entre los suyos. Su pintura fue elogiada, admirada. Muchas de sus obras, de hecho, se encuentran en colecciones privadas -lo que por otra parte dificulta la difusión de su trayectoria-. Entre los clientes que solicitaron su trabajo, cuentan, estuvo Francisco Franco. Sin embargo, Romero Ressendi no llegó a terminar el encargo del dictador. Lo dejó plantado. El pintor mantuvo un encuentro con Franco, sí, y comenzó el trabajo, también; no obstante, al día siguiente, cuando se supone que debía continuar con el retrato, Ressendi decidió no acudir al Pardo. Los motivos, una vez más, no están claros. Algunos afirman que el pintor no estaba cómodo en ese ambiente, otros que este siempre iba acompañado de sus perros, a los que no dejaron pasar a las habitaciones interiores. Se comenta también que el plantón se debe a la animadversión ideológica. Nada es seguro.
Lo que sí está claro es que uno de los principales logros de Ressendi fue su afán de ruptura, partiendo de los tópicos costumbristas. Cristos, toreros, clichés andaluces… A los que se les da un nuevo enfoque. El pintor sevillano toma los temas propios del costumbrismo del XIX -de Jiménez Aranda, de García Ramos-, pero no incurre en el consabido pastiche, en el folclorismo amable. Qué difícil resulta en el arte innovar desde lo preestablecido, desde los códigos encorsetados, y ofrecer un trabajo que genere nuevos lenguajes. Unos lenguajes que nos convenzan y que nos conmuevan. Ese lenguaje, tan genuino en Ressendi, lo vemos en los retratos de toreros que transmiten un gesto de desencanto, de apatía, con la mirada perdida, con cigarrillos en la boca; ese lenguaje lo vemos en lo espeluznante de los penitentes, con sus rostros tapados por antifaces, o en el popular La danza de los pavos, donde las pinceladas están repletas de movimiento, de dinamismo y de sugestión.
Se presupone una intención en estas obras de Romero Ressendi. Un propósito de denuncia. De crítica. Lejos de la complacencia de los autores costumbristas, Ressendi pretende una reflexión. Su arte no se corresponde con el servilismo simpático del discurso folclórico. Va más allá. Como han indicado muchos estudiosos del pintor sevillano, tras estas obras de toreros, escenas cotidianas andaluzas… podríamos interpretar un retrato, nada agradable, de la situación social de la Andalucía de la posguerra. Sumida en la pobreza, en la tristeza, en los horrores. Romero Ressendi trata de desenmascarar la caricatura de los tópicos andaluces, y desde los propios tópicos andaluces. Aquí unas de las principales claves de su obra. Y de su genio.
En El Prendimiento vemos a un Jesucristo desprovisto de toda idealización. Una imagen que nos recuerda al Jesús de la película El evangelio según San Mateo, de Pasolini, o al naturalismo de los cuadros de temática religiosa de Caravaggio: La muerte de la Virgen, la Madonna de Loreto, el Ecce Homo. Al igual que el pintor italiano, Ressendi también se topó con la Iglesia. Hasta el punto de que se rumorea que fue excomulgado -aunque no hay certeza alguna-. Al parecer, no gustó la reinterpretación que Ressendi hizo del pasaje de las tentaciones de San Jerónimo. Pues aquí el santo, contra el relato canónico, sí cae en la tentación. En el cuadro podemos contemplar a un doctor de la Iglesia sucumbiendo al pecado, encima de una mujer semidesnuda. En la mirada del santo hay arrepentimiento y temor, y está rodeado de oscuros demonios. Nos fascinan por otra parte los retratos de La Piedad, esa manera de contar lo divino desde un enfoque tan humano.
Otro imprescindible de Ressendi es El locutorio de San Bernardo, donde unos hombres, atrapados en una celda, tratan de pedir auxilio. Sobrecogen las expresiones de los ojos, y es llamativo el hombre que tiene por rostro una calavera. Hay una extraordinaria simbiosis de figuración y de simbolismo, de metáfora y de descripción. Podríamos especular, de nuevo, sobre su significado: ¿estamos hablando de una especie de purgatorio? ¿Trataba Ressendi, una vez más, de alertarnos acerca de la situación que vivía su tierra natal? La del hombre esclavo de su propia condición, desesperado, al que nadie escucha.
El simbolismo de toda la obra de Romero Ressendi se encarna también en los bodegones. Austeros, incluso con un punto macabro. No son, como señalan los historiadores del arte, los bodegones barrocos, con exquisitos manjares, alimentos apetecibles. No. Son gallos raquíticos, aún por desplumar, conejos en estado de descomposición. En un paisaje de tonos muy oscuros. Que invitan al pesimismo, que causan desasosiego.
Baldomero Romero Ressendi nos ha dejado una creación distinta y magnética, de lenguaje simbolista y expresionista, con la influencia de Valdés Leal o de Goya, de Velázquez o de Caravaggio. Un maestro del color y de la forma que en 2022 cumple cien años. Un artista con un discurso interesante que resiste el paso del tiempo -el discurso del genio-. Un pintor que creó escuela propia, con su expresionismo perturbador, hipnótico y tenebrista, y que rompe con todo convencionalismo, desde el epicentro de las mismas convenciones.