Los peligros de Hillary Clinton y Donald Trump como presidentes
Los peligros de la presidencia de Trump son tan peculiares como el mismo candidato, y es más probable, que un voto a favor de Trump produzca una larga lista de consecuencias desastrosas: el desmoronamiento del sistema de alianza occidental, un ciclo de radicalización nacional, un colapso económico accidental, una crisis entre civiles y militares. De hecho, Trump y sus seguidores casi admiten todo esto. En esencia, el lema de su campaña es: “Ya intentamos la opción de la cordura, así que ahora queremos optar por la locura”. Algunos de sus partidarios más elocuentes hacen una analogía entre el voto a favor de Trump y secuestrar un avión, con todo y la probabilidad de estrellar el avión. Por su parte, los peligros de la presidencia de Hillary Clinton son más familiares que las incertidumbres autoritarias de Trump, pues ya están enraizados en la política de Estados Unidos. Se trata de los peligros de analizar todo desde la perspectiva del grupo de élite, de rendirse ante las estructuras de poder, de dar culto a acciones presidenciales al servicio de ideales dudosos. De hecho, Clinton se distingue, incluso más que Obama o Bush, por haberse desviado solo en contadas excepciones del consenso de la élite en cuestiones de gobierno.
Los estadounidenses tendrán que escoger el próximo 8 de noviembre entre dos de los candidatos más controvertidos que se recuerdan. Hillary Clinton y Donald Trump llevan décadas bajo el foco mediático y sus imágenes cuentan con muchos adversarios. Así lo refleja un encuesta realizada por el portal Morning Consult. El 72% opina que el candidato republicano no es un buen ejemplo y un 54% que la candidata demócrata tampoco lo es. ¿Qué es lo que ha llevado a los electores a tener una opinión mayoritariamente negativa de los dos aspirantes a la Casa Blanca? Estas son las razones.
Los peligros de la presidencia de Trump son tan peculiares como el mismo candidato, y es más probable, que un voto a favor de Trump produzca una larga lista de consecuencias desastrosas: el desmoronamiento del sistema de alianza occidental, un ciclo de radicalización nacional, un colapso económico accidental, una crisis entre civiles y militares. De hecho, Trump y sus seguidores casi admiten todo esto. En esencia, el lema de su campaña es: “Ya intentamos la opción de la cordura, así que ahora queremos optar por la locura”. Algunos de sus partidarios más elocuentes hacen una analogía entre el voto a favor de Trump y secuestrar un avión, con todo y la probabilidad de estrellar el avión.
Por su parte, los peligros de la presidencia de Hillary Clinton son más familiares que las incertidumbres autoritarias de Trump, pues ya están enraizados en la política de Estados Unidos. Se trata de los peligros de analizar todo desde la perspectiva del grupo de élite, de rendirse ante las estructuras de poder, de dar culto a acciones presidenciales al servicio de ideales dudosos. De hecho, Clinton se distingue, incluso más que Obama o Bush, por haberse desviado solo en contadas excepciones del consenso de la élite en cuestiones de gobierno.