Escenas de pánico en Nueva Zelanda antes de la cuarentena
Según Countdown, una de las principales cadenas de supermercados, hubo una avalancha de clientes en cuanto se anunció el confinamiento
Nueva Zelanda ha vivido escenas de pánico este martes —víspera del inicio de la cuarentena general para combatir el coronavirus[contexto id=»460724″]— con el asalto a terminales de ferris, compras compulsivas en los supermercados y expatriados atrapados en el extranjero. La Policía ha intervenido en las terminales de los barcos que cubren los trayectos entre Wellington, en la isla Norte, y Picton, en la isla Sur. Cientos de personas intentaban desesperadamente conseguir una plaza en los transbordadores que cruzaban el estrecho de Cook. «Ha habido una gran afluencia de personas que no tenían billete», ha precisado la Policía.
La primera ministra, Jacinda Ardern, ordenó el lunes un confinamiento general de la población durante cuatro semanas a partir del miércoles a las 23:59 (hora local) para detener la propagación de la epidemia de COVID-19. El archipiélago se ha visto mucho menos afectado que otros países, con 142 casos. Pero el Gobierno está convencido de que esta cifra puede dispararse si no se toman medidas drásticas.
Air New Zealand, cuya actividad internacional es casi nula, ha aumentado el número de vuelos nacionales para permitir a los habitantes volver a casa antes del inicio del confinamiento. El caos en las terminales de ferris y en los aeropuertos ha llevado al Gobierno a dar 48 horas más de plazo a la población para regresar a casa.
«Nunca antes habíamos decidido cerrar nuestro país en 48 horas (…) Sé que es estresante, sobre todo para las personas que están en las terminales de ferris, pero lo lograremos», ha dicho Ardern a los periodistas. «Permitiremos a la gente volver a casa». La Policía vigila la situación en los supermercados, donde también se han registrado episodios de pánico, a pesar de que el Gobierno ha asegurado que hay reservas.
Según Countdown, una de las principales cadenas de supermercados, hubo una avalancha de clientes en cuanto se anunció el confinamiento. En las últimas tres semanas la demanda ya había sido muy alta. «Hay que calmarse», ha dicho la portavoz del grupo Kiri Hannifin a Radio Nueva Zelanda. «No es culpa nuestra si las estanterías están vacíos: se debe a la forma en que las personas hacen la compra».