El Gobierno afgano y los talibanes han iniciado este sábado en Doha, en presencia del secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo, unas históricas negociaciones de paz que se anuncian difíciles dadas las profundas divergencias entre ambos beligerantes. Estas comienzan un día después del 19º aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que provocaron la intervención internacional encabezada por Estados Unidos que expulsó a los talibanes del poder en Afganistán.
En contexto: tras 19 años de guerra en Afganistán, el Gobierno y los talibanes han iniciado las negociaciones que se han retrasado seis meses debido a profundos desacuerdos sobre un polémico canje de prisioneros entre los rebeldes y el Gobierno. Además, los talibanes reiteran su deseo de instaurar un sistema en el que la ley sea acorde con un islam rigorista y no reconocen al Gobierno de Kabul, al que tachan de «títere» de Washington.
El jefe de la diplomacia de Catar, el jeque Mohammed ben Abderrahman Al Thani, ha presidido la apertura de estas negociaciones que se celebran en un gran hotel de Doha, en presencia también del enviado de Estados Unidos en Afganistán, Zalmay Khalilzad.
Al iniciarse la ceremonia, el negociador del gobierno afgano, Abdullah Abdullah, ha pedido un «alto el fuego humanitario». «Tenemos que poner fin a la violencia y lograr un alto el fuego lo más rápido posible», ha dicho Abdullah, exministro que preside el Consejo para la Reconciliación Nacional.
Por su lado, Pompeo ha instado al Gobierno afgano y a los talibanes a «aprovechar la oportunidad» de alcanzar un acuerdo para las futuras generaciones, tras 19 años de guerra en Afganistán.
Ambas partes deben encontrar la forma de «hacer avanzar al país para reducir la violencia y satisfacer las demandas de los afganos: un país reconciliado con un gobierno que refleje una nación que no está en guerra», había declarado Pompeo el viernes.
Objetivos inconciliables
Los delegados empezaron a llegar al alba a este hotel de lujo que ya albergó la firma de un histórico acuerdo entre Washington y los talibanes en febrero, que abrió la puerta a las actuales negociaciones.
El presidente estadounidense, Donald Trump, cuya reelección en noviembre es incierta, está determinado a poner fin a toda costa a la guerra más larga en la historia de Estados Unidos. Pero parece improbable que la contienda se vaya a resolver rápidamente y se desconoce la duración de las negociaciones.
«Quiero que todo el mundo tome en cuenta el islam en las negociaciones, y que el islam no sea sacrificado a intereses personales» reiteró este sábado Abdul Ghani Baradar, jefe político de los insurgentes afganos, quien agregó que quería un «sistema islámico» en Afganistán.
El gobierno del presidente Ashraf Ghani insiste en mantener la joven república y su Constitución, que consagra muchos derechos, en particular para las minorías religiosas y las mujeres, las grandes perdedoras de una vuelta de las prácticas vigentes bajo el yugo de los talibanes.
Human Rights Watch (HRW) instó a los participantes a comprometerse a respetar los derechos fundamentales de los afganos.
El tema del canje de prisioneros (unos 5.000 talibanes contra mil miembros de las fuerzas afganas) previsto en un histórico acuerdo entre los talibanes y Estados Unidos concluido en febrero en Doha supuso un primer obstáculo, que retrasó el diálogo.
Después de numerosas dudas, las autoridades afganas finalmente liberaron a los últimos 400 insurgentes y varios países, como Francia y Australia, protestaron contra esta liberación.
El enviado de Estados Unidos para Afganistán, Zalmay Khalilzad, justificó estas liberaciones el viernes desde Doha, afirmando que era «una decisión afgana difícil pero necesaria (…) para abrir las negociaciones».
La guerra afgana causó decenas de miles de muertos, entre ellos 2.400 soldados estadounidenses, obligó a millones de personas a huir y costó a Washington más de un billón de dólares.
Muchos afganos temen el regreso al poder, parcial o total, de los talibanes, que albergaron a la red yihadista Al Qaida antes del 11 de septiembre de 2001.
Los talibanes se encuentran en una posición de fuerza desde la firma del acuerdo con Estados Unidos que prevé una retirada de las tropas estadounidenses y la celebración del diálogo interafgano.