La estrategia de Sánchez «para salvar a Yolanda sin matar a Yolanda»

«Hay más tensión entre Podemos y Yolanda Díaz que entre PSOE y Podemos». Con esta frase resumen fuentes del Ejecutivo a THE OBJECTIVE la tensión vivida desde el pasado viernes en el seno del Gobierno de coalición. En apenas 24 horas, la cuota minoritaria de la coalición pasó de exigir urgentemente una reunión de revisión de los acuerdos a denunciar públicamente la «injerencia» de la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, y a exigir la dimisión de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Un comportamiento que entra dentro de «lo normal en un Gobierno de coalición», decía en Ferraz el portavoz de la Ejecutiva, Felipe Sicilia, mientras los fontaneros socialistas echaban humo intentando resolver el conflicto.

Más allá del intento en público por rebajar la tensión, en privado, Gobierno y PSOE ponen en su sitio la magnitud de la crisis. «No hemos estado en ningún momento al borde de la ruptura», explican las citadas fuentes, que no ignoran el salto cualitativo de la trifulca. En esta ocasión la batalla ha trascendido de la pugna entre las vicepresidentas Yolanda Díaz y Nadia Calviño y ha llegado hasta la presidencia del Gobierno. Fue Pedro Sánchez quien intervino el viernes para arropar a su responsable económica, quien debe dirigir la negociación de la reforma laboral, a juicio del PSOE; y fue nuevamente este lunes el presidente quien habló de «modernizar la legislación laboral» y no «derogarla» como pide Díaz.

«Díaz no es un problema para Sánchez»

Lejos de las declaraciones de cara a la galería, el Gobierno niega una «batalla cruenta», al menos no entre Sánchez y Díaz en tanto en cuanto «Yolanda no es un problema para Pedro Sánchez, sino una garantía» de cara a la suma necesaria para la formación de un futuro Gobierno. El análisis que hacen los gurús demoscópicos de Ferraz es que hay que «reflotar» a Díaz y su «frente amplio» de la izquierda situada a la izquierda del PSOE que Pablo Iglesias dejó en el 10% de voto y que «no consigue remontar». De ahí la promoción que hacen de ella los socialistas incluso con su principal arma demoscópica: el CIS de Tezanos la sitúa ya como la más valorada del Gobierno.

Según explican a THE OBJECTIVE los estrategas gubernamentales, el objetivo es recolocarla en el 15% de voto, que garantizaría la suma con el PSOE sin que pase de ese 15% a partir del cual «sí sería un problema para Pedro Sánchez». Así se explica el reparto de papeles que habitualmente utiliza el presidente con Calviño como ‘poli malo’ y Díaz como ‘poli bueno’. La tensión entre ambas es más que real: antagonistas políticas e ideológicas sin ningún tipo de afinidad personal. Pero la relación entre el presidente y su vicepresidenta segunda «es excelente, se llevan muy bien y hablan cada semana», también sobre la reforma laboral.

De hecho, fue la propia Yolanda Díaz quien aseguró el pasado miércoles a un grupo de informadores que la reforma laboral «estaba ya pactada» y «zanjada» entre el Gobierno y que no había polémica alguna en la coalición. En Moncloa vinculan la tensión de los últimos días a los «celos» de Irene Montero y Ione Belarra con su liderazgo emergente, cuyos «pucheros» han presionado y forzado a Díaz a abrir fuego directamente contra el Gobierno a quien acusa sibilinamente de no atreverse a derogar la reforma laboral. 

Admite el Ejecutivo que «Belarra se ha pasado de frenada pero Yolanda también», hablando públicamente de cuestiones «delicadas» para contentar a la órbita podemita que podría hacer saltar por los aires su plataforma electoral. Y por ello hacen de tripas corazón: «Tenemos que salvar a Yolanda sin matar a Yolanda». Buscar el equilibrio de promocionar su liderazgo sin que encienda la furia de la cuota morada de la coalición. Porque aquí no hay dos frentes de batalla, hay tres y Yolanda Díaz se ha movido como pez en el agua entre las dos orillas del Consejo de Ministros. Hasta ahora.