La dirección de ERC ha encargado a Raül Romeva, ex conseller de Exteriores condenado por su implicación en el procés, la redacción del documento de su ponencia política para el próximo Congreso Nacional, que se celebrará en marzo de 2022. En este primer borrador, según ha podido saber THE OBJECTIVE, se fijan los «retos nacionales» para la década de 2040 a 2050.
Se trata de un documento de partida, cuyas bases podrán modificar presentando enmiendas y que será sujeto a debate. Sin embargo, los planteamientos a tan largo plazo ya han generado un terremoto interno entre las bases. Según explican las fuentes consultadas, el borrador consta de tres capítulos: la situación «circunstancial» actual, que engloba la mesa de diálogo entre gobiernos; las líneas maestras de la Agenda 2030, relativa a la transición hacia modelos de producción más sostenibles, y, por último, este «horizonte 2040-2050» con la perspectiva de «situar el país» en esta «vocación global».
A la espera de conocer íntegramente la propuesta de Romeva, la ambigüedad que se usa para hablar de «retos nacionales» en lugar de independencia ha despertado los recelos de parte de la militancia. Sobre todo porque la ponencia política vigente, que se aprobó en el último congreso de diciembre de 2019, preservó la referencia al «mandato del 1 de octubre» así como la mención a la unilateralidad como una de las vías posibles para alcanzar la secesión.
Para ir consolidando su estrategia, Romeva, que es miembro de la ejecutiva de ERC, ha puesto el acento en el «para qué» quieren la independencia con el fin de abundar en todos aquellos aspectos que contribuyan a «ampliar la base» del movimiento independentista más allá de aspirar a convencer a los ya convencidos. Esta pedagogía dirigida a los que dudan entre el independentismo o la pertenencia a España se interpreta, por parte de estas bases más críticas con la cúpula, como una forma de dilapidar el recorrido realizado desde 2017.
Hegemonía cultural
Pero la dirección de ERC hace tiempo que está empeñada en llevar a la práctica este concepto gramsciano de ganar «la hegemonía cultural», con la ayuda de unas nuevas élites catalanas favorables a la secesión, para exhibir mayor músculo social de cara a un nuevo pulso contra el Estado. Esa demora de facto, que prevén entre 2040 y 2050, es su principal diferencia con los de Carles Puigdemont, que creen que el momento es ahora y que hay que mantener la tensión con el Gobierno central.
Con este horizonte a más de 20 años vista, la mayor baza a favor de los de Oriol Junqueras es la mesa de diálogo con el Ejecutivo de Pedro Sánchez y la promesa de que se acabe celebrando algún tipo de votación en Cataluña sobre el estatus jurídico de la región. En este sentido, ERC apela a la llamada «vía escocesa» como anzuelo hacia los suyos sobre un hipotético referéndum acordado, pero esta posibilidad requeriría de una reforma constitucional y de un periodo largo de deliberación y negociación política.
Las bases se movilizan en contra
Algunas de las bases, como las organizadas bajo el ‘Col·lectiu Primer d’Octubre’, no quieren esperar a ver la propuesta de Romeva y ya han empezado a trabajar en una alternativa. Según ha podido saber THE OBJECTIVE, se han abierto canales de Telegram sobre cada una de las cuestiones a abordar.
«Hemos empezado a trabajar sobre nuestras propuestas que, cuando llegue el momento, introduciremos al texto presentado por la dirección del partido», añaden en un comunicado.
Estos díscolos de la militancia también buscan ahondar en «los mecanismos de democracia interna y participación» para que el partido, de base asamblearia, siga consultando cualquier giro político con toda la militancia. Si la dirección preguntó a su militancia sobre la investidura de Pedro Sánchez o la aprobación de los Presupuestos, ahora también quieren tener voz propia sobre los tempos en los que aspiran cumplir la secesión.