Ocurrió el pasado agosto, en Salou (Barcelona). Alejandro —nombre ficticio para preservar su anonimato—, agente de la Jefatura Superior de Policía en Zaragoza, disfrutaba de un día de playa junto a su familia y unos amigos en la localidad barcelonesa. Su hija y una amiga, ambas de siete años, estaban bañándose en la orilla de la playa, cuando de pronto se les acercó un chico, de unos 22 años.
Al principio, el policía no le dio importancia, pero al percibir que la actitud del individuo, vigilante en todo momento, era persistente y se acercaba cada vez más a los dos menores, se desplazó hacia allí. Alejandro se acercó, le preguntó qué estaba haciendo y, al instante, con actitud nerviosa, el hombre echó a correr.
En ese momento, preguntadas rápidamente por sus padres, las dos niñas les dijeron que acababa de ofrecerles ir «juntos al baño». Motivo por el que el agente corrió detrás del joven hasta inmovilizarlo, tras lo que llamó a la Policía, que finalmente detuvo al individuo, de origen árabe y afincado en Madrid.
Horas después, el agente acudió a la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Salou para denunciar los hechos, que él consideró como un intento de abuso sexual por parte del detenido hacia las dos menores. Tras ello, el Juzgado de Instrucción número 6 de Tarragona, al día siguiente, 12 de agosto, abrió diligencias, según consta en las actuaciones judiciales del caso, a las que ha tenido acceso THE OBJECTIVE.
Lesiones leves
Tres meses después, todo ha dado un giro inesperado. El único investigado sobre los hechos acaecidos es el agente zaragozano, que en cuestión de una semana deberá sentarse en el banquillo de un juzgado tarraconense para dar cuenta de los daños físicos que presuntamente le hizo al detenido cuando lo retuvo en la playa de Salou.
Al igual que los progenitores, el hombre que supuestamente salió corriendo de la playa denunció ese mismo día en la comisaría un delito de lesiones leves por parte del policía nacional. A la denuncia, la presunta víctima, que quedó en libertad horas después de la detención, adjuntó un informe médico que detallaba los daños sufridos: «Un pequeño rasguño en la zona lateral del cuello, un pequeño hematoma en la zona derecha de la espalda y los brazos rojos».
El chico de veinte años relató a los agentes que él solo saludó a las niñas y les preguntó por su edad y procedencia, tras lo que le respondieron «hola y seis años» y él continuó nadando en la playa. De pronto, siempre según su declaración el 11 de agosto, un hombre, que no conocía de nada, «lo ha cogido por el cuello y lo ha llevado a la arena; lo ha echado al suelo y le ha puesto la rodilla en la espalda» y «le ha dado un golpe en la parte derecha de la cara». Todo, mientras el policía le preguntaba: «¿Qué le has hecho a mis hijas?».
La magistrada del Juzgado de Instrucción número 6 de Tarragona, en cambio, archivó la causa abierta contra el detenido por la presunta comisión de un delito de abuso sexual. El 16 de agosto, cuatro días más tarde de que el agente interpusiese la denuncia, la jueza acordó «el sobreseimiento provisional de las diligencias» al solo advertir «sospechas» en los hechos denunciados, según consta en el auto. El abogado del agente, no obstante, ha recurrido le decisión judicial argumentando que el juzgado no ha profundizado en el caso y ni siquiera se ha puesto en contacto con las partes.
«Resistencia activa»
Según se desgrana en la denuncia, a la que ha tenido acceso este periódico, el joven de 20 años ofreció «resistencia activa» en todo momento, una vez que intentó huir del lugar tras hablar con las dos menores. Razón por la que el policía nacional, tras identificarse como agente y ser ignorado por el individuo, «lo inmovilizó para retenerlo, esclarecer los hechos y esperar a la llegada de la Policía».
El padre también relató a los agentes que, al conocer lo sucedido, una gran multitud de personas rodearon al joven en la playa y comenzaron a recriminarle su actitud con las dos niñas. «Una situación tensa, en la que el detenido llegó a recibir algún golpe por parte de la multitud».
Entre tanto, el denunciante también dejó claro que el individuo en ningún momento tocó a las niñas, pero que por la posición en la que estaba tumbado en la orilla, «era posible que se estuviese tocando sus partes» mientras hablaba con las menores.