Sánchez e Illa avanzan en su plan para dar un golpe de timón con ERC en 2023

Salvador Illa es uno de los nuevos hombres del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto con Félix Bolaños y Óscar López. Aunque no esté en el organigrama de Ferraz sino en la cúpula del partido hermano, el PSC, de quien se convertirá en su próximo primer secretario en sustitución de Miquel Iceta a finales de diciembre, goza de la misma confianza del presidente que en su día tuvo el cesado José Luis Ábalos. Un gran desconocido que vistió el traje de ministro de Sanidad con la pose de un outsider de la política, un impostado recién llegado a quien chirriaba la utilización partidista mientras denunciaba desde la atalaya de Moncloa que «Madrid no tiene alma», como aperitivo argumental de su candidatura a la Generalitat de Cataluña.

«Nos engañó a todos», bromean desde el PSOE ante la impostura de un Salvador Illa que «lleva 20 años siendo el mayor fontanero del PSC». Porque de lo que verdaderamente sabe ‘Salvador’ no es de virus, sino de política, de la auténtica política fría y calculadora que se fija horizontes en el calendario y ejecuta con el temple de un estratega militar las operaciones tácticas que llevan a la victoria. Por eso, en noviembre de 2020 ya pactó con Sánchez que sería el candidato sustituto del PSC, secreto que guardó durante dos meses con la misma discreción con la que recibió la información de la crisis de Gobierno, ocho meses antes de su ejecución, mientras tejía el mantra electoral de que: «Salimos a ganar, otra cosa es gobernar».

En ese trabajo en la sombra está Illa, según adelantan fuentes socialistas a THE OBJECTIVE, con mayor intensidad desde su victoria electoral el 14 de febrero de este año, comicios tras los que amagó con presentarse a la investidura aunque la presidencia del parlament de Junts le cerró el paso por parte de la presidencia del Parlament de JuntsxCat. No cometió el error de Inés Arrimadas, ni renunció ni se marchó. Amagó hasta el final para proyectarse como el ganador de las elecciones, haciendo suyo el victimismo independentista al tiempo que iniciaba negociaciones en privado con ERC. ¿Para qué? Primero, para «estar sobre el terreno», generar complicidades y buena sintonía en la confianza de que quien siembra recoge. La cosecha será en mayo de 2023, elecciones municipales y autonómicas, a excepción de algunas comunidades como en Cataluña, cuyo ecuador de la legislatura se cumplirá ése mismo mes, apenas una semana antes de las municipales que suelen anticipar la victoria de las generales.

Hoja de ruta en dos fases

La intención de Salvador Illa, en perfecta coordinación con el presidente Sánchez, es la de realizar un «trabajo fino» que permita dar un golpe de timón en el ecuador de la legislatura en la Generalitat. La estrategia tendría dos fases. Primero, consolidar la victoria electoral del PSC a nivel municipal, de la mano de una mejora de ERC como posición hegemónica del independentismo, algo que ya inauguró el hoy president, Pere Aragonés, el 14-F y que auguran los principales sondeos. Una validación de su estrategia en las urnas con la que sellar alianzas a nivel municipal entre el PSC y ERC en el mayor número de ayuntamientos posible, para apuntalar su pacto a nivel nacional y que les serviría para ejecutar la segunda fase del plan: la Generalitat de Cataluña. 

Los planes de Pedro Sánchez y Salvador Illa siempre fueron los de un Gobierno tripartito con En Común Podem pero «fue ERC quien no quiso», de la misma forma en que los republicanos se negaron incluso a negociar con el PSC la investidura. Por ello, tuvieron que hacer de la necesidad virtud y vender su rechazo a esta posibilidad que sigue en la mente de sus mentores. Tras conquistar el mapa municipal en Cataluña en 2023, ambos pretenden disuadir a ERC para forzar un cambio de alianzas en el ejecutivo catalán, desterrando a JuntsxCat y permitiendo la entrada de Salvador Illa. La pregunta es: ¿en la presidencia? Y la respuesta es negativa. 

En el Gobierno y el PSOE son conscientes de que ERC solo se fiará de su socio si éste asume un papel subordinado que le permita seguir consolidando la inédita hegemonía republicana en Cataluña. Y por ello, los socialistas están incluso dispuestos a «sacrificar la presidencia» para desbancar a la antigua Convergencia. Con ello ganarían estabilidad en Madrid y en Cataluña. Cuadratura del círculo en la que llevan trabajando desde el principio de la legislatura, o quizás antes. 

El éxito de romper el bloque independentista

El primer paso fue haber logrado el doble éxito de la mesa de diálogo: romper el bloque independentista levantando de la mesa al socio JxCat y mantener a ERC pese a todo en las conversaciones, dos «hitos impensables» hasta la fecha en el Palacio de La Moncloa. Por ello, el movimiento alcanzado este lunes por Pere Aragonés para aprobar sus presupuestos autonómicos no es más que «un paso más» en el camino pactado, aunque el salvavidas que fuerza la ruptura de los bloques del govern no sea directamente el PSC sino su socio morado en Cataluña. Un sutil disimulo que pretende esconder el regocijo gubernamental en Madrid al ver que la hoja de ruta trazada sigue su curso.

La comunicación entre Sánchez e Illa, más que fluida, se intensifica en el contexto electoral que se avecina, ya que el todavía secretario de Organización del PSC, fontanero antes que primer secretario, es consciente de que la única forma que tiene Pedro Sánchez de vender una victoria en mayo de 2023 no es con los datos sino con los pactos. Si el PSOE mantiene sus feudos (Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón, Asturias y Castilla La Mancha), y logra tocar poder en la Generalitat catalana, podría cambiar la tendencia de estancamiento, cuando no erosión, que registran sus propias encuestas.