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Pablo Fernández, el último ‘barón’ fiel a Iglesias que intenta salvar Podemos

Fue el único líder regional que juró fidelidad a Iglesias y la cúpula lo premió. Va y viene de Valladolid a Madrid, donde tiene un piso y presume de sus conquistas

Pablo Fernández, el último ‘barón’ fiel a Iglesias que intenta salvar Podemos

Pablo Fernández tiene lo que los franceses llamarían el physique du rôle del perfecto dirigente de Podemos: pelo largo, barba larga, licenciado en la Complutense, estilo alternativo y buena disposición a las charlas y las noches en los bares. Pero ahora, después de la doble purga de la dirección contra los errejonistas y los expablistas, Fernández se ha convertido en el último barón fiel a Pablo Iglesias. Y, tras el adelanto electoral en Castilla y León, en el único hombre que puede frenar el descenso a los infiernos del partido morado. 

Fernández, que se mueve entre Valladolid y Madrid, es conocido en la formación por algunos de sus salidas de tono. En las ruedas de prensa, por ejemplo, suele «venirse arriba», aunque maneja bien el argumentario de la formación y es hábil haciendo malabarismos. Por ello, en verano la nueva ejecutiva de Ione Belarra llegó a nombrarle coportavoz nacional junto a Isa Serra. Sustituyó a Rafa Mayoral, un político de los más importantes en Podemos que ha sido apartado, si bien ha logrado mantener el control del «negocio» relacionado a la formación morada. Es decir, su cercanía a la empresa Kinema y la gestión de las donaciones de los cuadros, que durante varios meses estuvieron bajo la lupa judicial. 

El nombre de Pablo Fernández destacó en el partido morado cuando, entre enero y marzo de 2019, la formación recibió el duro golpe de la escisión errejonista. Una mañana, Íñigo Errejón llamó a Iglesias para decirle que iba a crear una nueva formación con Manuela Carmena. En Facebook nacía Más Madrid, mientras que en Toledo una docena de líderes territoriales de Podemos se reunía antes de la reunión de la ejecutiva del partido para pedir a Iglesias que evitara una guerra de trincheras con su exnúmero dos. 

Purgas

Iglesias se negó a negociar con Errejón. Roma traditoribus non premiat. Y se llegó al choque entre el secretario general y los barones que, según la lectura de la cúpula morada, estaban desafiando al candidato y fundador del partido. La guerra fue cruenta y, como siempre, acabó con las purgas. Desde Cataluña hasta Valencia, Madrid, Aragón, La Rioja, País Vasco… la dirección nacional golpeó a todos los sospechosos de cuestionar al líder máximo. 

Después del polémico caso de la compra del chalet de Galapagar, la sangría de dirigentes permitió a otros cuadros, casi siempre de menor calidad que los anterior, ascender hacia el poder de la organización. Todos nuevos, menos uno: Pablo Fernández. Este ciudadano de León, nacido en 1976 (dos años antes que Iglesias), se había convertido en líder regional de Castilla y León, y, a diferencia de otros barones, se le valoraba porque siempre seguía a rajatabla las órdenes de la cúpula madrileña

Fernández se ganó la confianza de sus superiores. Eligió el status quo, entre otras cosas porque, como algunos explican en el partido, se consideraba un privilegiado. En los grupos de amigos de confianza revelaba las ventajas de la vida política: desde la notoriedad hasta el éxito con las mujeres. Esto también forma parte de la escalada al poder. Aunque ahora para Fernández se abre otro desafío: salvar los muebles de Podemos en un escenario electoral objetivamente complicado: el de Castilla y León.

Campaña electoral

En primer lugar, Fernández deberá resolver la cuestión del pacto con Izquierda Unida. En Castilla y León las dos formaciones siguen separadas y deben tener cuidado a no perder demasiados votos con las nuevas siglas como Soria ¡Ya!. Por otro, lado deberá involucrar a Yolanda Díaz en este proceso electoral. Díaz de momento explica en sus conversaciones confidenciales que no tiene intención de hacer campaña en Castilla y León. Sus asesores saben que solo tiene que perder si el resultado de Podemos es malo o muy malo. Así que la gallega gana tiempo, y mantiene que antes quiere activar su proceso de escucha con la sociedad civil. 

Aun así, en el equipo electoral de Podemos confían en que Díaz acuda a Castilla y León y se involucre en los actos electorales. Fernández habló de «primera parada» del Frente Amplio. Muchos saben que exageró, pero los morados aseguran que el entorno de Díaz les ha tranquilizado y que se involucrará en los actos de campaña. El objetivo de Fernández en las autónomas de febrero en Castilla y León es aguantar los dos diputados de Podemos, o por lo menos mantener un representantes. Pero sobre todo evitar otra debacle como las de Galicia y Castilla-La Mancha, donde los morados se quedaron sin diputados. 

Todo dependerá del resultado en Burgos y León. Es allí donde Podemos se juega su futuro, puesto que en la formación de Ione Belarra e Irene Montero saben que otra derrota después de la madrileña condenará a los morados a la irrelevancia. Y con un malo resultado será aún más difícil imponer a Díaz una cuota de poder exclusiva para Podemos en su nuevo proyecto. Todo está en las manos de Fernández, el único barón que queda de confianza de la cúpula morada en esta última y delicada etapa del partido nacido en 2014 para dar el sorpasso al PSOE.

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